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CUARESMA-PASCUAquiere <strong>de</strong>cir que, <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> <strong>de</strong> Jesús tenemos queser testigos <strong>de</strong>l amor, nuestra vida tiene que inspirarseen el “mandamiento nuevo” que Él nos dio: “Que,como yo os he amado, así os améis también <strong>los</strong> unosa <strong>los</strong> otros” (Jn 13, 34).Cristo es el maestro por excelencia, el revelador yla revelación. No se trata <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r las cosas queÉl ha enseñado, sino <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>rle a Él. Pero enesto, ¿qué maestra más experta que María? Si en elámbito divino el Espíritu es el Maestro interior quenos lleva a la plena verdad <strong>de</strong> Cristo (cf. Jn 14, 26; 15,26; 16, 13), entre las criaturas nadie mejor que Ellaconoce a Cristo, nadie como su madre pue<strong>de</strong> introducirnosen un conocimiento profundo <strong>de</strong> su misterio(El Rosario <strong>de</strong> la Virgen María, n. 14).Ante todo, la Virgen María ha sido propuestasiempre por la Iglesia a la imitación <strong>de</strong> <strong>los</strong> fielesporque en sus condiciones concretas <strong>de</strong> vida Ella seadhirió total y responsablemente a la voluntad <strong>de</strong>Dios (cf. Lc 1, 38); porque acogió la Palabra y la pusoen práctica; porque su acción estuvo animada por lacaridad y por el espíritu <strong>de</strong> servicio: porque, fue laprimera y la más perfecta discípula <strong>de</strong> Cristo: lo cualtiene un valor universal y permanente (El Culto a la<strong>San</strong>tísima Virgen, n. 35).María, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> Madre, es también discípula <strong>de</strong>Jesucristo: “¿Quién es mi madre y quiénes son mishermanos? Y señalando con la mano a <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong>dijo: estos son mi madre y mis hermanos. El quecumple la voluntad <strong>de</strong> mi Padre <strong>de</strong>l cielo, ése es mihermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12, 48-50).Como discípu<strong>los</strong> <strong>de</strong> Cristo y a ejemplo <strong>de</strong> María,alimentarnos <strong>de</strong> la Palabra para ser “servidores <strong>de</strong> laPalabra” en el compromiso <strong>de</strong> la evangelización es unatarea permanente (Al Inicio <strong>de</strong>l Nuevo Milenio, n. 40).María es aurora luminosa y guía segura <strong>de</strong> nuestrocamino (Al Inicio <strong>de</strong>l Nuevo Milenio, n. 58); así se nospresenta <strong>San</strong>ta María <strong>de</strong> Guadalupe en <strong>los</strong> inicios <strong>de</strong>nuestra patria, como aurora luminosa que viene atraernos la alegría <strong>de</strong> la reconciliación a un puebloque intenta surgir <strong>de</strong> la ruptura, ella guía a vencidosy vencedores a la unidad <strong>de</strong> un mismo amor: “En estoconocerán todos que sois discípu<strong>los</strong> míos: si os tenéisamor <strong>los</strong> unos a <strong>los</strong> otros” (Jn 13, 35). Ella es ladiscípula y estrella <strong>de</strong> la evangelización, portadora<strong>de</strong>l Evangelio, que nos educa con su presencia y nosenseña a ser discípu<strong>los</strong> <strong>de</strong> Cristo.Como <strong>de</strong>cía el Papa Paulo VI: “La santidad ejemplar<strong>de</strong> la Virgen mueve a <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> <strong>de</strong> Cristo a“levantar <strong>los</strong> ojos a María”, porque ella brilla comomo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> virtud ante toda la Iglesia. Veamos cuálesson esas virtu<strong>de</strong>s sólidas, evangélicas: la fe y la dócilaceptación <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong> Dios (cf. Lc 1, 26-38; 1,45); la obediencia generosa (cf. Lc 1, 38); la humildadsencilla (cf. Lc 1, 48); la caridad solícita (cf. Lc1, 39-56); la sabiduría reflexiva (cf. Lc 1, 29. 34; 2,19. 33. 51); la piedad hacia Dios, pronta al cumplimiento<strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>beres religiosos (cf. Lc 2, 21. 22-40.41); agra<strong>de</strong>cida por <strong>los</strong> bienes recibidos (cf. Lc 1, 46-49); que ofrece en el templo (cf. Lc 2, 22-24); que oraen la comunidad apostólica (cf. Hch 1, 12-14), fortalezaen el dolor (cf. Lc 2, 34-35; Jn 19, 25); la purezavirginal (cf. Mt 1, 18-25). De estas virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> laMadre se adornarán <strong>los</strong> hijos, que con tenaz propósitocontemplan sus ejemp<strong>los</strong> para reproducir<strong>los</strong> en lapropia vida” (El Culto a la <strong>San</strong>tísima Virgen, n. 57).El discípulo <strong>de</strong> Cristo tiene el Rosario como unmedio para imitar el ejemplo <strong>de</strong> Cristo; recorrer conMaría las escenas <strong>de</strong>l Rosario es como ir a la escuela<strong>de</strong> María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos,para enten<strong>de</strong>r su mensaje (El Rosario <strong>de</strong> la VirgenMaría, n. 14).El discípulo sabe que encontrar a Cristo vivo esaceptar su amor primero, optar por Él, adherir librementea su persona y proyecto, que es anuncio y realización<strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios (La Iglesia en América, n. 68).Seguirle es vivir como Él vivió, aceptar su mensaje,asumir sus criterios, abrazar su suerte, participarsu propósito que es el plan <strong>de</strong>l Padre: invitar a todosa la comunión trinitaria y a la comunión con <strong>los</strong>hermanos en una sociedad justa y solidaria (La Iglesiaen América, n. 68).Cristo resucitado, envió a <strong>los</strong> Apóstoles a anunciarel Evangelio al mundo entero (cf. Mc 16, 15).La tarea fundamental a la que Jesús envía a susdiscípu<strong>los</strong> es el anuncio <strong>de</strong> la Buena Nueva, es <strong>de</strong>cir,la evangelización (cf. Mc 16, 15-18).Cada cristiano podrá llevar a cabo eficazmente sumisión en la medida en que asuma la vida <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong>Dios hecho hombre como el mo<strong>de</strong>lo perfecto <strong>de</strong> suacción evangelizadora (La Iglesia en América, n. 67).Cada cristiano será más discípulo <strong>de</strong> Jesucristo enla medida en que siga el ejemplo <strong>de</strong> la confianza <strong>de</strong>María, la primera y más perfecta discípula <strong>de</strong> Cristo,que nos dice como en Caná <strong>de</strong> Galilea: “Haced lo queél os diga” (Jn 2, 5).El Catecismo <strong>de</strong> la Iglesia Católica nos presenta a Maríacomo la que realiza <strong>de</strong> manera más perfecta la obedienciay la realización más pura <strong>de</strong> la fe (cf. nn. 148-149).pág.40Bol-<strong>284</strong>