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CUARESMA-PASCUARe<strong>de</strong>ntor, como lo afirman estas palabras <strong>de</strong> nuestropre<strong>de</strong>cesor, <strong>de</strong> feliz memoria, León XIII, las cualeshacemos con gusto nuestras: El imperio <strong>de</strong> Cristo seextien<strong>de</strong> no sólo sobre <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> católicos y sobreaquel<strong>los</strong> que habiendo recibido el bautismo pertenecen<strong>de</strong> <strong>de</strong>recho a la Iglesia, aunque el error <strong>los</strong> tengaextraviados o el cisma <strong>los</strong> separe <strong>de</strong> la caridad, sinoque compren<strong>de</strong> también a cuantos no participan <strong>de</strong> lafe cristiana, <strong>de</strong> suerte que bajo la potestad <strong>de</strong> Jesús sehalla todo el género humano.En <strong>los</strong> individuos y en la sociedad16. El es, en efecto, la fuente <strong>de</strong>l bien público yprivado. Fuera <strong>de</strong> El no hay que buscar la salvaciónen ningún otro; pues no se ha dado a <strong>los</strong> hombres otronombre <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l cielo por el cual <strong>de</strong>bamos salvarnos.El es sólo quien da la prosperidad y la felicidadverda<strong>de</strong>ra, así a <strong>los</strong> individuos como a las naciones:porque la felicidad <strong>de</strong> la nación no proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> distintafuente que la felicidad <strong>de</strong> <strong>los</strong> ciudadanos, pues lanación no es otra cosa que el conjunto concor<strong>de</strong> <strong>de</strong>ciudadanos (30). No se nieguen, pues, <strong>los</strong> gobernantes<strong>de</strong> las naciones a dar por sí mismos y por el pueblopúblicas muestras <strong>de</strong> veneración y <strong>de</strong> obediencia alimperio <strong>de</strong> Cristo si quieren conservar incólume suautoridad y hacer la felicidad y la fortuna <strong>de</strong> su patria.Lo que al comenzar nuestro pontificado escribíamossobre el gran menoscabo que pa<strong>de</strong>cen la autoridad yel po<strong>de</strong>r legítimos, no es menos oportuno y necesarioen <strong>los</strong> presentes tiempos, a saber: «Desterrados Diosy Jesucristo —lamentábamos— <strong>de</strong> las leyes y <strong>de</strong> lagobernación <strong>de</strong> <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong>, y <strong>de</strong>rivada la autoridad,no <strong>de</strong> Dios, sino <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres, ha sucedido que...hasta <strong>los</strong> mismos fundamentos <strong>de</strong> autoridad hanquedado arrancados, una vez suprimida la causaprincipal <strong>de</strong> que unos tengan el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> mandar yotros la obligación <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer. De lo cual no hapodido menos <strong>de</strong> seguirse una violenta conmoción <strong>de</strong>toda la humana sociedad privada <strong>de</strong> todo apoyo yfundamento sólido».17. En cambio, si <strong>los</strong> hombres, pública y privadamente,reconocen la regia potestad <strong>de</strong> Cristo, necesariamentevendrán a toda la sociedad civil increíblesbeneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina,paz y concordia. La regia dignidad <strong>de</strong> NuestroSeñor, así como hace sacra en cierto modo la autoridadhumana <strong>de</strong> <strong>los</strong> jefes y gobernantes <strong>de</strong>l Estado, asítambién ennoblece <strong>los</strong> <strong>de</strong>beres y la obediencia <strong>de</strong> <strong>los</strong>súbditos. Por eso el apóstol <strong>San</strong> Pablo, aunque or<strong>de</strong>nóa las casadas y a <strong>los</strong> siervos que reverenciasen aCristo en la persona <strong>de</strong> sus maridos y señores, mastambién les advirtió que no obe<strong>de</strong>ciesen a éstos comoa simples hombres, sino sólo como a representantes<strong>de</strong> Cristo, porque es indigno <strong>de</strong> hombres redimidospor Cristo servir a otros hombres: Rescatados habéissido a gran costa; no queráis haceros siervos <strong>de</strong> <strong>los</strong>hombres.18. Y si <strong>los</strong> príncipes y <strong>los</strong> gobernantes legítimamenteelegidos se persua<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que el<strong>los</strong> mandan,más que por <strong>de</strong>recho propio por mandato y en representación<strong>de</strong>l Rey divino, a nadie se le ocultará cuánsanta y sabiamente habrán <strong>de</strong> usar <strong>de</strong> su autoridad ycuán gran cuenta <strong>de</strong>berán tener, al dar las leyes yexigir su cumplimiento, con el bien común y con ladignidad humana <strong>de</strong> sus inferiores. De aquí se seguirá,sin duda, el florecimiento estable <strong>de</strong> la tranquilidady <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n, suprimida toda causa <strong>de</strong> sedición;pues aunque el ciudadano vea en el gobernante o enlas <strong>de</strong>más autorida<strong>de</strong>s públicas a hombres <strong>de</strong> naturalezaigual a la suya y aun indignos y vituperables porcualquier cosa, no por eso rehusará obe<strong>de</strong>cerles cuandoen el<strong>los</strong> contemple la imagen y la autoridad <strong>de</strong>Jesucristo, Dios y hombre verda<strong>de</strong>ro.19. En lo que se refiere a la concordia y a la paz,es evi<strong>de</strong>nte que, cuanto más vasto es el reino y conmayor amplitud abraza al género humano, tanto másse arraiga en la conciencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres el vínculo<strong>de</strong> fraternidad que <strong>los</strong> une. Esta convicción, así comoaleja y disipa <strong>los</strong> conflictos frecuentes, así tambiénendulza y disminuye sus amarguras. Y si el reino <strong>de</strong>Cristo abrazase <strong>de</strong> hecho a todos <strong>los</strong> hombres, como<strong>los</strong> abraza <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho, ¿por qué no habríamos <strong>de</strong>esperar aquella paz que el Rey pacífico trajo a latierra, aquel Rey que vino para reconciliar todas lascosas; que no vino a que le sirviesen, sino a servir; quesiendo el Señor <strong>de</strong> todos, se hizo a sí mismo ejemplo<strong>de</strong> humildad y estableció como ley principal estavirtud, unida con el mandato <strong>de</strong> la caridad; que,finalmente dijo: Mi yugo es suave y mi carga esligera.¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si <strong>los</strong> individuos,las familias y las socieda<strong>de</strong>s se <strong>de</strong>jaran gobernarpor Cristo! Entonces verda<strong>de</strong>ramente —diremoscon las mismas palabras <strong>de</strong> nuestro pre<strong>de</strong>cesor LeónXIII dirigió hace veinticinco años a todos <strong>los</strong> obispos<strong>de</strong>l orbe católico—, entonces se podrán curar tantasheridas, todo <strong>de</strong>recho recobrará su vigor antiguo,volverán <strong>los</strong> bienes <strong>de</strong> la paz, caerán <strong>de</strong> las manos lasespadas y las armas, cuando todos acepten <strong>de</strong> buenavoluntad el imperio <strong>de</strong> Cristo, cuando le obe<strong>de</strong>zcan,pág.44Bol-<strong>284</strong>