1064. El Amor de Dios fundamenta <strong>la</strong> caridadGuillermo José Chaminade está viviendo los peores años de su vida. No sonprecisamente los del Terror o los del destierro. Son los años finales de su vida, enlos que <strong>la</strong>s dificultades vienen del interior de sus fundaciones, y le llegan inclusocontra él mismo, en forma de ataques y marginación por parte de los suyos.Sabiendo que está escrito en esos años, concretamente en 1843, el presentetexto adquiere una significación preciosa. Al final de su vida todo está reducido a<strong>la</strong>mor. Sus "Apuntes sobre el Amor de Dios", curiosamente inéditos, son unaprueba de lo que hay en su corazón en ese momento: un amor como el de Jesús,como el de <strong>la</strong>s bienaventuranzas, un amor que quiere seguir l<strong>la</strong>mando hermanosa aquellos que lo estan arrinconando. Ese fue nuestro Fundador. Ese fue suúltimo mensaje. Un precioso texto para orar pidiendo amar así a todos, sinfronteras ni discriminaciones.Si Dios es <strong>la</strong> única felicidad del hombre, sólo a él se debe amar. Porque no seama más que lo que hace a uno dichoso. Si uno no se encuentra feliz aquí abajomás que en tanto en cuanto ama a Dios, no amará más que lo que le conduce aél, y así no amará nada más que en re<strong>la</strong>ción a Dios [...].El amor a Dios y el amor al prójimo tienen el mismo motivo: se ama a Dios porél mismo, se ama a Dios igualmente en el prójimo. No puede existir un amor sin elotro. Se los posee a uno y al otro en el mismo grado. Los dos tienen su raíz en elmismo Dios. Los dos pertenecen igualmente a <strong>la</strong> caridad. En vano nosenorgullecemos de amar a Dios, si no practicamos <strong>la</strong> caridad fraterna los unoscon los otros. Y recíprocamente, todo el bien que pudiéramos hacer al prójimo noprovendría de una verdadera caridad, si no lo hiciéramos en vistas a Dios y si noprocediera de su amor [...].Es preciso que nuestro amor al prójimo sea sobrenatural en su motivo, en suorigen, y en su fin.1º. En su motivo. No debemos considerar en el prójimo sus cualidadesnaturales, lo que tiene de amable, los vínculos de sangre o de amistad quetenemos con él, los favores que nos ha hecho o los que pudiéramos esperar; noes que no esté permitido amar al prójimo por esta c<strong>la</strong>se de razones, peroentonces el amor que se le tiene no es más que un amor natural [...]. Para queeste amor al prójimo sea un amor de caridad, es preciso que esté fundado en <strong>la</strong>sre<strong>la</strong>ciones que el prójimo tiene con Dios, como obra suya, su imagen, su hijo, elobjeto de su amor, el precio de <strong>la</strong> sangre de Jesucristo [...].2º. En su origen. El amor de caridad con el prójimo es una rama, o más bien unbrote, del amor a Dios. Debe brotar del mismo principio divino; sólo el EspírituSanto lo puede producir y difundir en nuestros corazones. Diffusa est charitas.3º. En su fin. Este amor tiende directamente a Dios, del cual emana. No sepropone más que lo que puede hacer al hombre más santo y más grato a Dios[...]. Una señal segura por <strong>la</strong> que se puede saber que nuestro amor essobrenatural <strong>la</strong> podemos descubrir cuando nuestro amor es universal, hacia todoslos hombres, sin distinción de amigos y enemigos, de parientes o extraños; ycuando se quiere el bien y se hace el bien, todo lo que se puede, a todo el
mundo. No se tiene ese amor de caridad sin el cual no se puede estar en graciade Dios, a menos que se dirija a todos los hombres. Un solo hombre que seexcluyera del amor, aunque fuera el peor malvado y el más odioso de loshombres que viven en <strong>la</strong> tierra, bastaría para hacernos ver que no tenemos eseamor de caridad que nos es absolutamente necesario para <strong>la</strong> salvación. Amad avuestros enemigos, dice el Señor, haced el bien a los que os odian, y rezad porlos que os persiguen y calumnian, a fin de que seáis hijos de vuestro Padrecelestial, que hace surgir su sol sobre buenos y malos, y que envía su lluvia ajustos e injustos (Mt 5,44-45) (Apuntes sobre el Amor de Dios, Manuscrito,inédito. AGMAR 20.34.1).1075. La madre de <strong>la</strong> IglesiaEl misterio de <strong>la</strong> maternidad divina de María en<strong>la</strong>za con el de su maternidadespiritual con respecto a los creyentes. Este es el eje fundamental de <strong>la</strong> visiónmariológica del Fundador. Por eso, cada pasaje en que aparece María pareceuna síntesis de su pensamiento, de su fe. «Todas <strong>la</strong>s gracias que deben formar alos miembros del cuerpo místico reciben como nuevas cualidades de su caridadmaternal». «En el<strong>la</strong> se realiza para nosotros <strong>la</strong> formación de <strong>la</strong> Iglesia».¿Por qué operación nos ha concebido María? Por <strong>la</strong> operación del EspírituSanto. Esta virgen madre nos ha concebido en su ser sobreeminente de gracia.En el ardor de su caridad, nos ha comunicado su ser de gracia, que es unaparticipación de Cristo para que todo culmine en <strong>la</strong> unidad. Consumados en <strong>la</strong>unidad formando con Cristo un solo Cristo (san Agustín, Sermón 138, c.5).A los pastores de <strong>la</strong> Iglesia, especialmente a los confesores, se les l<strong>la</strong>mapadres espirituales porque, par <strong>la</strong> administración de los sacramentos, comunicanel ser de gracia, <strong>la</strong> vida del espíritu. Pues bien, todo el ser de gracia, este cuerpomístico de Cristo, este único hijo de Dios, María lo ha concebido en su ser degracia al pie de <strong>la</strong> cruz. Todas <strong>la</strong>s gracias que deben formar a los miembros delcuerpo místico reciben como nuevas cualidades de su caridad maternal. Así,todos los elegidos tendrán <strong>la</strong> máxima semejanza, primero con Jesucristo ydespués con <strong>la</strong> divina María. Se puede decir que todo el cuerpo de los elegidos,que constituye el cuerpo místico de Cristo fue concebido primero en Jesucristo ydespués en María, porque Jesucristo quería que todo lo que sucedía en élsucediese también en su divina madre, y que de ese modo participase el<strong>la</strong> detodos sus misterios. Para anunciar y confirmar ese gran misterio de <strong>la</strong> formacióndel cuerpo de los elegidos, Jesús dice: Mujer, ahí tienes a tu hijo, y al discípulo:Ahí tienes a tu madre (Jn I9,26-27).La muerte natural de Jesucristo significaba para nosotros, místicamente, <strong>la</strong>muerte del hombre viejo y <strong>la</strong> consumación del hombre nuevo. Por eso, <strong>la</strong> sangre yel agua que salieron del costado de Jesucristo significaban <strong>la</strong> Iglesia. Eva,formada de una costil<strong>la</strong> de Adán dormido, era una figura de este profundomisterio [...]. Por <strong>la</strong> muerte de Jesucristo, María ha recibido <strong>la</strong> muerte, y <strong>la</strong> <strong>la</strong>nzaque atraviesa el costado de su hijo atraviesa también su hermosa alma. En Maríase realiza, para nosotros, el mismo misterio, <strong>la</strong> formación de <strong>la</strong> Iglesia. María nos
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