animarnos a este trabajo, hay que considerar en qué consiste <strong>la</strong> perfección a <strong>la</strong>que estamos l<strong>la</strong>mados, y qué medios debemos emplear para conseguir<strong>la</strong>.La perfección consiste en despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo.Pero ¿qué es el hombre viejo? Es esta naturaleza corrompida que nos ha dejadonuestro padre Adán. Por tanto, hay que hacer morir esta naturaleza, despojarnosde el<strong>la</strong> completamente para que el nuevo Adán se forma en nosotros. ¿Quién esese hombre nuevo? Es Jesucristo (Tres conferencias del PadreChaminade a <strong>la</strong>sHijas de María sobre <strong>la</strong> perfección y el espíritu del Instituto, ¿1816-1825?. En ElEspíritu que nos dio el ser, p. 207, nn. 1132-1134a).703. María, formadora en el camino cristiano«Madre de <strong>la</strong> vida y de <strong>la</strong> gracia». «El Padre ha puesto en manos de María lostesoros adquiridos por Cristo, para que el<strong>la</strong> ejerza <strong>la</strong>s funciones de sumaternidad». María está en el comienzo, acompañando <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada, pero tambiénestá en el camino: engendra, acompaña y forma. María forma «recibiendo yentregando» : «es el canal que recibe y deja correr hasta nosotros». Recordemosque este doble movimiento es el de <strong>la</strong> transmisión kerigmática del Evangelio:«porque yo recibí lo que a mi vez os he transmitido» (1 Cor 15,3 ). Hay quecaminar sabiendo recibir y comunicar lo recibido.El primer deber de una madre es alimentar a sus hijos, y <strong>la</strong> primera necesidadque siente es <strong>la</strong> de amarlos. María no ha querido renunciar a esta obligaciónsagrada. Madre de <strong>la</strong> vida y de <strong>la</strong> gracia, nos ha dado <strong>la</strong> vida, y cada día derramaen nuestras almas <strong>la</strong> gracia que debe alimentar<strong>la</strong>s, fortificar<strong>la</strong>s y hacer<strong>la</strong>s llegar a<strong>la</strong> plenitud de <strong>la</strong> edad perfecta. Efectivamente, de su bondad recibimos todos losauxilios que conducen a <strong>la</strong> salvación. Es verdad que Jesucristo, de quien vienetodo nuestro valer, es el único que nos ha podido merecer esas gracias por sumuerte. Como Padre, ha provisto abundantemente de todo lo necesario para <strong>la</strong>vida de nuestras almas, para el aumento de nuestras fuerzas, para <strong>la</strong> curación denuestras enfermedades y para el desarrollo de <strong>la</strong> fe y de todas <strong>la</strong>s virtudes. Almismo tiempo, ha puesto en manos de María los tesoros de bendición adquiridospar su sangre, para que el<strong>la</strong> ejerza <strong>la</strong>s funciones de su maternidad. De ese modo,María, como Madre de una gran familia, distribuye todos los bienes según <strong>la</strong>snecesidades, <strong>la</strong>s circunstancias y <strong>la</strong> fidelidad de cada uno. Por eso, nada vienedel cielo sin pasar por <strong>la</strong> Santísima Virgen. El<strong>la</strong> es el canal que recibe y dejacorrer hasta nosotros el agua bienhechora de <strong>la</strong> gracia. Como dice san Bernardo,María ha sido dada al mundo para que por el<strong>la</strong> se transmitan sin cesar los donescelestiales de Dios a los hombres; y Jesucristo ha querido poner en manos deMaría el fruto de sus méritos para que recibamos de el<strong>la</strong> todos los bienes quepodamos obtener (Breve tratado del conocimiento de María. Manual del Servidorde María (1844). En El Espíritu que nos dio el ser, p. 107, n. 495).4. El principio de todoCaminar según el Espíritu es «hacerle sitio, darle libertad para obrar e influir ennosotros». Y él lo que hace es encaminarnos a vivir de Dios y para Dios. Todo el
proceso de <strong>la</strong> vida cristiana es "espiritual", en cuanto que está movida y animadapor el Espíritu de amor y libertad, por el Espíritu que siempre tiende a crear, ahacer nacer y renacer, a dar vida. En nuestra oración nos abrimos de una maneramás consciente a esta actuación.71En esto consiste precisamente ser espiritual y vivir según el espíritu: en que elEspíritu Santo es en nosotros el principio de todo, nos posee por completo, nostiene en sus brazos y nos lleva a todo lo que él quiere. Esto se realiza en unosmás visiblemente que en otros, pero se realiza de verdad en todos los que sequieren mortificar y renunciar totalmente a <strong>la</strong> carne y a sí mismos [...]..Cuando hacemos sitio en nosotros al Espíritu y le damos libertad para obrar einfluir en nosotros, nunca deja de actuar, de guiarnos y de tomar posesión denuestras potencias para elevar<strong>la</strong>s a <strong>la</strong>s obras que Dios quiere de nosotros. Está yhabita en nosotros, para obrar en nosotros para gloria de Dios, para vivificarnos ypara ser el principio de nuestra vida nueva y de <strong>la</strong> vida divina de <strong>la</strong> que tenemosque vivir [...].Efectivarnente, desde el bautismo, en el que recibimos el espíritu de hijos deDios, debemos vivir según Dios y de <strong>la</strong> vida misma de Dios, porque el hijo debevivir de <strong>la</strong> vida de su padre, desciende de él como un segundo viviente, y debecontinuar, extender y renovar su misma vida. En una pa<strong>la</strong>bra, debe tener unmismo principio de vida con su padre. Ahora bien, <strong>la</strong> vida de Dios en Dios es Diosmismo, y él mismo es el principio de su vida. Así también <strong>la</strong> vida de Dios ennosotros es Dios mismo, y él es el principio de nuestra vida, el que nos anima,nos mueve y nos da fuerzas (Manual de Dirección para <strong>la</strong> vida y <strong>la</strong>s virtudesreligiosas en <strong>la</strong> Compañía de María, 1829. En El Espíritu que nos dio el ser, pp.244-245, nn. 33-34).5. ¿Qué te dice tu corazón?Cada carta de Ade<strong>la</strong> es una ventana abierta al discernimiento y al caminomarianista que va abriéndose paso. Ade<strong>la</strong> pertenece a <strong>la</strong> primera generación dejóvenes que buscan una consagración especial y, a <strong>la</strong> vez, ayudan a otras arealizar ese mismo camino marianista. La <strong>la</strong>rga re<strong>la</strong>ción episto<strong>la</strong>r con Me<strong>la</strong>niaFigarol es un ejemplo del primitivo acompañamiento vocacional en los orígenesmarianistas. Ese «¿Qué te dice el corazón?» es toda una interpe<strong>la</strong>ción a nuestrocaminar, a nuestra situación.J.M.J.T. 11 de noviembre de 1820¡Dios mío, qué <strong>la</strong>rgo es mi destierro!¡Con qué gran satisfacción, queridísima amiga, hemos recibido noticias tuyas,de <strong>la</strong>s cuales nos veíamos privadas hace ya mucho tiempo!He tenido un gran consuelo al ver que te mantienes entregada a <strong>la</strong> salvaciónde <strong>la</strong>s almas, precio de <strong>la</strong> sangre de nuestro Salvador. ¡Que un deseo cada vezmás ardiente por tan noble fin nos abrase! Estemos dispuestas a consumirnos, asacrificarnos por <strong>la</strong> salvación, incluso de una so<strong>la</strong> alma. San Ignacio decía que
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