desde el éxodo hasta <strong>la</strong> vida plena conformada en Jesucristo, que entrega suEspíritu a los apóstoles para ir por todo el mundo y evangelizar.Orar ya es responder a Dios, porque es disponerse al encuentro con él y consu Pa<strong>la</strong>bra. Sin embargo, <strong>la</strong> oración es también una escue<strong>la</strong> para aprender <strong>la</strong>respuesta de amor que debo dar al Señor: nuevas actitudes, decisiones ocompromisos en favor del Señor y de los demás. No olvidamos que estarespuesta sigue siendo un don o gracia suya. La oración guía el camino. No debeser dejada nunca, y menos momentos de debilidad o pecado. Ayuda a progresary a superar <strong>la</strong> crisis, sel<strong>la</strong> mi conversión, me acompaña en mi nuevo nacimiento.582. Para hacer el camino1. Conocerme, conocerteSi he iniciado este camino de respuesta al Señor, es importante conocerme ami mismo, conociendo <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada de Dios. La vocación descubre en primer lugarel nombre de cada uno: quién soy ante Dios y ante mí mismo. Por otra parte, hayun deseo de conocer mejor al Señor: «Que yo me conozca, que yo te conozca»,repetía san Agustín. El Padre Guillermo José Chaminade afirmaba: «Toda <strong>la</strong>perfección del hombre consiste en conocer a Dios y conocerse a sí mismo».El autoconocimiento no se realiza en introspección psicológica, sino enconocimiento mutuo de uno mismo con Dios y con los demás. Sin embargo, esútil y conveniente recurrir a <strong>la</strong>s ciencias humanas (psicología y sociología) paraconocerse mejor.Sugerencias1. Puede ser de gran ayuda para ti conocer y aplicarte algúnmétodo de autoconocimiento (eneagrama, análisistransaccional, focoussing, etc). No lo hagas solo, sino guiadopor alguien o en grupo. El fruto será no sólo psicológico, sinoespiritual. Nunca se termina de tomar conciencia de nuevasfacetas de nuestra persona, pero estos métodos ayudan ahacer sucesivos descubrimientos.2. Cualquier página de <strong>la</strong> Escritura nos ayuda a conocernos,pero, sobre todo, los salmos son oraciones en <strong>la</strong>s que nospodemos conocer y reconocer. Elige esta semana uno con elque te identifiques y ora con él. En <strong>la</strong> sección "Un tiempo para<strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra", de cada capítulo, tienes varios salmos. Deja queéstos susciten en ti sentimientos, actitudes y reacciones deoración . Anota después tu vivencia al orarlos.3. El árbol es un buen símbolo para expresar nuestrarealidad. Dibuja el árbol de tu vida en este momento: como
aíces, pon todo lo que te alimenta y te hace crecer desde loprofundo; como ramas y hojas, lo que te llega desde fuera,desde los demás; como frutos, lo que vas realizando y dando.Apunta también otras cosas que se te ocurran (heridas oinscripciones en el tronco, los que anidan o se refugian en tucopa, etc). Con este ejercicio puedes valorar tu momentopresente: crecimiento, maduración, re<strong>la</strong>ciones, etc.592. Discernir: <strong>la</strong> vigi<strong>la</strong>ncia evangélicaEn el Evangelio, Jesús invita continuamente a ve<strong>la</strong>r, a no dormirse, a estaratentos, a ser «sencillos como palomas y prudentes como serpientes» (Mt 10,16).Todo ello nos hab<strong>la</strong> del discernimiento, de <strong>la</strong> capacidad de separar lo malo de lobueno (sentido moral), del arte de descubrir por dónde hab<strong>la</strong> el Espíritu y quédice, de <strong>la</strong> sensibilidad ante <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada de Dios en mi vida.Uno de los grandes maestros del discernimiento fue Ignacio de Loyo<strong>la</strong>. En susEjercicios Espirituales indica cómo debe ponerse <strong>la</strong> atención para discernir losespíritus: «Presupongo ser tres pensamientos en mí, es a saber, uno propio mío,el cual sale de mi mera libertad y querer, y otros dos, que vienen de fuera: el unoque viene del buen espíritu, y el otro del malo» (Ej. 32). Ignacio mismo nos dejóinstrumentos valiosos para orientarnos: su "Reg<strong>la</strong>s de discernimiento" (Ej. 313-336) es uno de los documentos más valiosos y lúcidos de <strong>la</strong> espiritualidadcristiana y de <strong>la</strong> psicología.Aprender a discernir es vital porque me hace un cristiano despierto y lúcido: meayuda a formar mi sensibilidad espiritual, a estar atento a lo que Dios quiere, a sercrítico ante <strong>la</strong>s respuestas que damos en <strong>la</strong> vida. «Dios mío, sé tú mi únicodeseo» (Ade<strong>la</strong> de Trenquelleon, Cartas, n. 246).«Discernir es simplemente dejarse llevar por el Señor. Sin embargo, estedejarse llevar, si se analiza bien, es una osadía. Discernir es una osadía de caraa <strong>la</strong> libertad, y requiere además una libertad osada [...]. La osadía de <strong>la</strong> libertadque el discernimiento requiere consiste, de cara a uno mismo, en permitirse yatreverse a proceder ciegamente por donde <strong>la</strong> razón ya no puede acompañar <strong>la</strong>sactuaciones humanas. La libertad ayuda a proceder a ciencia cierta por donde secree que es lo prudente, o simplemente por donde quiere <strong>la</strong> voluntad. En el casodel discernimiento, se opta osadamente -de cara a <strong>la</strong> libertad- por donde no seve, por donde se es llevado» (Carlos R. Cabarrús, Discernimiento espiritual,Pedagogía CIS Roma 1990).Y es que el ejercicio del discernimiento es una tarea de inteligencia especial,en <strong>la</strong> que se aprende a pensar de nuevas maneras, a tener los criterios quevienen de <strong>la</strong> fe y que vienen del resultado de una lucha interior; en <strong>la</strong> que elEspíritu de Dios quiere emplearse a fondo para conducir, para iluminar ycomprometer. Porque el discernimiento culmina en <strong>la</strong> elección (en aceptar serelegido diría Ignacio), en decisiones creativas, evangélicas y transformadoras.
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