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Encarnar la Palabra

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que no lleven a <strong>la</strong> piedad; no hay otra forma de definir a este hombre sinol<strong>la</strong>mándole hombre de Dios» (Testimonio del Padre La<strong>la</strong>nne, recogido por JoséSimler en Guil<strong>la</strong>ume-Joseph Chaminade, pp. 771-772).Por ello <strong>la</strong> oración del marianista se caracteriza por ser:27a. Una oración centrada en Jesús y en su Pa<strong>la</strong>bra, es decir, una oración defeLa oración nos arraiga en <strong>la</strong> fe. Podemos estar seguros de que cuanto más seafirman y extienden <strong>la</strong>s raíces -<strong>la</strong> fe-, más vigoroso será el árbol (Chaminade,"Segunda conferencia a <strong>la</strong>s Hijas de María Inmacu<strong>la</strong>da, sobre <strong>la</strong> fe", Escritos deoración, 261).b. Una oración marianaNuestra oración se inicia con María y se realiza en su compañía y bajo suinspiración. Ello supone orar como María, orar con María, orar a María.Orar como MaríaMaría nos acompaña en nuestro camino de oración. Este camino estáseña<strong>la</strong>do por <strong>la</strong>s diferentes actitudes que María tuvo ante <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra. María <strong>la</strong>escuchó, <strong>la</strong> meditó, respondió a lo que esa Pa<strong>la</strong>bra le pedía; <strong>la</strong> encarnó, <strong>la</strong> dio aluz, <strong>la</strong> proc<strong>la</strong>mó, <strong>la</strong> siguió. Estas actitudes de María inspiran nuestra oración.Orar con MaríaAl orar, renovamos nuestra fe en Dios, en <strong>la</strong> presencia maternal de María.María está con nosotros al suplicar y al agradecer, al pedir perdón y en <strong>la</strong>a<strong>la</strong>banza al Padre. Esta presencia reaviva nuestra esperanza y nuestro amor, ynos lleva a vivir el Evangelio como lo vivió María. María está en <strong>la</strong> oración y en <strong>la</strong>vida ordinaria: «Me es imposible hacer oración sin María. Unámonos, pues, a el<strong>la</strong>en <strong>la</strong> meditación, y roguémosle que nos haga conocer a su Hijo» (Chaminade,Escritos marianos, II, n. 736).Orar a MaríaEl "A tu amparo", una de <strong>la</strong>s oraciones más antiguas de <strong>la</strong> Iglesia dirigidas aMaría, nos sitúa de un modo muy c<strong>la</strong>ro en esta actitud de intercesión confiada enMaría. La oración mariana es uno de los temas frecuentes de nuestro Fundador.A el<strong>la</strong> invita con convicción y con mucha precisión: «Si los sueños de <strong>la</strong>naturaleza y de los sentidos oscurecen los resp<strong>la</strong>ndores de <strong>la</strong> fe, si <strong>la</strong>concupiscencia se exacerba, si el gusto por <strong>la</strong>s cosas espirituales se debilita, si elPan de <strong>la</strong> vida, <strong>la</strong>s prácticas piadosas y los ejercicios religiosos producen hastío,si sop<strong>la</strong> el viento de <strong>la</strong> tribu<strong>la</strong>ción, si <strong>la</strong> desgracia derrama su amarga copa, Maríaestá siempre ahí ve<strong>la</strong>ndo con solicitud, haciéndose toda a todos y ayudando condiversos auxilios según <strong>la</strong>s necesidades de cada uno. María enriquece al pobre,protege al tímido, desarma al furioso, toca el corazón del ingrato y no abandona anadie. Es verdad que <strong>la</strong> virtud le comp<strong>la</strong>ce extraordinariamente, pero también elpecador encuentra en el<strong>la</strong> protección y refugio» (Chaminade, Breve tratado del

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