Recorre con serenidad <strong>la</strong>s fases de <strong>la</strong> misma: adora, postrado y sin pa<strong>la</strong>bras,<strong>la</strong> grandeza de Dios; recibe con verdadero deseo <strong>la</strong> purificación que Dios quiererealizar en ti; escucha <strong>la</strong> misión que él te confía; contemp<strong>la</strong> <strong>la</strong> terquedad humanay <strong>la</strong> bondad final del Señor, porque quedará un "resto", un tocón que será semil<strong>la</strong>santa. ¿Y qué pasa cuando repetimos en <strong>la</strong> eucaristía el solemne canto de losángeles? Una mesa ha sup<strong>la</strong>ntado al trono, una familia de pecadoresarrepentidos a los ardientes serafines. La santidad infinita de Dios reside en <strong>la</strong>humildad del pan y del vino. El amor grandioso de Dios se derrama sobre los hijosimpuros, que le suplican con insistencia reconocer el peso inmenso de este amor.48El año de <strong>la</strong> muerte del rey Ozías vi al Señor sentado sobre un trono altoy excelso: <strong>la</strong> or<strong>la</strong> de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto aél, cada uno con seis a<strong>la</strong>s: con dos a<strong>la</strong>s se cubrían el rostro, con dos a<strong>la</strong>s secubrían el cuerpo, con dos a<strong>la</strong>s se cernían. Y se gritaban uno a otrodiciendo: ¡Santo, Santo, Santo el Señor de los ejércitos, <strong>la</strong> tierra está llenade su gloria! Y temb<strong>la</strong>ban los umbrales de <strong>la</strong>s puertas al c<strong>la</strong>mor de su voz, yel templo estaba lleno de humo. Yo dije:¡Ay de mí, estoy perdido!Yo, hombre de <strong>la</strong>bios impuros,que habito en medio de un pueblo de <strong>la</strong>bios impuros,he visto con mi ojos al Rey y Señor de los Ejércitos.Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en <strong>la</strong> mano, que habíacogido del altar con unas tenazas; <strong>la</strong> aplicó a mi boca y me dijo:Mira, esto ha tocado tus <strong>la</strong>bios,ha desaparecido tu culpa,está perdonado tu pecado.Entonces escuché <strong>la</strong> voz del Señor que decía:¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?Contesté: Aquí estoy, mándame. Él replicó:Vete y dile a ese pueblo:Oíd con vuestros oídos, sin entender;mirad con vuestros ojos, sin comprender.Embota el corazón de ese pueblo,endurece su oído,ciega sus ojos:que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan,que su corazón no entienda,que no se convierta y sane.Pregunté: ¿Hasta cuando, Señor? Y me contestó:Hasta que queden <strong>la</strong>s ciudades sin habitantes,<strong>la</strong>s casas sin vecinos,los campos deso<strong>la</strong>dos.Porque el Señor alejará a los hombres,y crecerá el abandono en el país.Y si queda en él uno de cada diez,de nuevo serán destrozados;
como una encina o un robleque, al ta<strong>la</strong>rlos, dejan sólo un tocón.Este tocón será semil<strong>la</strong> santa.49Vocación de los primeros discípulos - Jn 1, 35-49Contemp<strong>la</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras y <strong>la</strong>s actitudes de los protagonistas de esta escenaevangélica. Déjate interpe<strong>la</strong>r por el<strong>la</strong>. Juan, el bautista, es testigo fiel. Sabeseña<strong>la</strong>r <strong>la</strong> fuente de vida, el cordero que salva. «¿Qué buscas?» pregunta Jesús,<strong>la</strong> Vida, a los discípulos. Debieron entender bien cuando, al preguntar ellos aJesús, se interesaron por el vivir. Pregúntate tú qué te hace vivir hoy. Ir y ver,luego quedarse. Es decir, caminar tras él y traspasar <strong>la</strong> realidad de <strong>la</strong>s cosashasta llegar a su corazón. Ese ver es <strong>la</strong> fe. Permanecer, aprender a durar.Prolongar el encuentro que sacia y llena de alegría porque hace vivir. Por último,hacerse testigo de lo que se ha visto y oído: ¡Es el Mesías! El ciclo de <strong>la</strong>transmisión de <strong>la</strong> fe se ha completado.Al día siguiente estaba de nuevo Juan con dos de sus discípulos, yfijándose en Jesús que pasaba, dice: Este es el Cordero de Dios. Los dosdiscípulos oyeron sus pa<strong>la</strong>bras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al verque lo seguían, les pregunta: ¿Qué buscáis? Ellos le contestaron: Rabí (quesignifica Maestro), ¿dónde vives? Él les dijo: Venid y lo veréis. Entoncesfueron, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día; serían <strong>la</strong>s cuatrode <strong>la</strong> tarde.Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juany siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). Y lo llevó a Jesús. Jesússe le quedó mirando y le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te l<strong>la</strong>marásCefas (que se traduce Pedro).Al día siguiente determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y ledice: Sígueme. Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipeencuentra a Natanael y le dice: Aquel de quien escribieron Moisés en <strong>la</strong> Leyy los profetas lo hemos encontrado: a Jesús, hijo de José, de Nazaret.Natanael replicó: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Felipe le contestó:Ven y verás. Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: ahí tenéis aun israelita de verdad, en quien no hay engaño. Natanael le contesta: ¿Dequé me conoces? Jesús le responde: Antes de que Felipe te l<strong>la</strong>mara,cuando estabas debajo de <strong>la</strong> higuera, te vi. Natanael respondió: Rabí, túeres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Jesús le contestó: ¿Porhaberte dicho que te vi debajo de <strong>la</strong> higuera crees? Has de ver cosasmayores. Y le añadió: Yo os aseguro, veréis el cielo abierto, y a los ángelesde Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.La Anunciación a María. La Pa<strong>la</strong>bra se hizo carne - Lc 1, 26-38
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