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Revista Planetas prohibidos - N°15

Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror. «Este número de Planetas Prohibidos© Año 6, se terminó de editar el dia 30 de diciembre de 2017». CONSEJO DE DIRECCIÓN Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña y Marta Martínez EDICIÓN Y CORRECCIÓN J. Javier Arnau William E. Fleming MAQUETACIÓN Y DISEÑO James Crawford Publishing.

Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror.
«Este número de
Planetas Prohibidos© Año 6,
se terminó de editar
el dia 30 de diciembre de 2017».
CONSEJO DE DIRECCIÓN
Jorge Vilches, Lino Moinelo,
Guillermo de la Peña y Marta Martínez
EDICIÓN Y CORRECCIÓN
J. Javier Arnau
William E. Fleming
MAQUETACIÓN Y DISEÑO
James Crawford Publishing.

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No, no; exagero: no ocurre nada. Una enfermedad sin importancia, ¡nada!<br />

Pero cuando estuvo ante ella rogó porque la joven no reparase en su palidez.<br />

¡Dios santo! Una oscura voz se lo decía: era lo que temía..., aun cuando<br />

no supiese con certeza qué era lo que temía.<br />

Marthya estaba reclinada en su lecho, con las mejillas del color de las sábanas.<br />

Tenía el pelo suelto y los ojos muy verdes y mucho más grandes o, por lo<br />

menos, así le pareció a Bekker.<br />

—Mann... ¡Me alegro tanto de verte! —Él estrechó la manecita que se le<br />

alargaba.<br />

Dios, se dijo, al tiempo que procuraba sonreír, Dios mío. La vida se le está<br />

escapando de alguna forma extraña... ¡Si ni siquiera siento su mano!<br />

—Ya me tiene cansada esta indisposición —ella esbozó una débil sonrisa—.<br />

¡Hace más de diez días que estoy en la cama!... Menos mal que mi querido<br />

padre me acompaña como un santo para que no me aburra.<br />

—Ya pasará, Marthya. Ya verás como en un dos por tres estás más fuerte<br />

incluso que este... ¿cómo era? ¿«Ratón de biblioteca»?<br />

Ella se rió.<br />

—¡No seas malo, Mann! Ya sabes que no te lo dije en serio... Ah, y a propósito:<br />

¿no viste quién está aquí? Ven, acércate, mi amor...<br />

No, suplicó interiormente Bekker, ¡eso no!<br />

Pero el rigeliano estaba allí, en un ángulo de la pieza, y ya se aproximaba,<br />

dominán-dolos con sus ojos de fuegos insondables en la cara de tiza, con una<br />

mano extendida hacia la que Marthya le tendía.<br />

—¿Cómo le va, señor Bekker? —saludó en correctísimo neoterrano; pero<br />

el rugido de los oídos del Traditólogo ahogaba los sonidos.<br />

Bekker le respondió, aunque sin oír su propia voz.<br />

Al llegar junto a la cama el rigeliano hizo algo extraño. Mediante un visible<br />

esfuerzo (al menos no le pasó desapercibido a Bekker) se detuvo para cubrirse<br />

la diestra con un fino guante de encajes. Entonces oprimió los dedos pálidos de<br />

su prometida, y Bekker vio acrecentarse el negro fuego de las pupilas cavernosas.<br />

Y en el mismo instante algo de vida huyó de Marthya.<br />

SEIS<br />

Setenta días después, con las zancadas de sus largas piernas Bekker se tragaba<br />

las medidas de su cubículo.<br />

Marthya había ido decayendo a ojos vistas y él conocía la razón. Era hora<br />

de que lo admitiera.<br />

—Es fantástico, imposible, loco...<br />

Pero sabía que estaba en lo cierto. ¿Qué podía ser más singular e insólito que<br />

aquella raza fabulosa, esas órbitas con fuegos de azabache en sus profundidades?<br />

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