Revista Planetas prohibidos - N°15
Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror. «Este número de Planetas Prohibidos© Año 6, se terminó de editar el dia 30 de diciembre de 2017». CONSEJO DE DIRECCIÓN Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña y Marta Martínez EDICIÓN Y CORRECCIÓN J. Javier Arnau William E. Fleming MAQUETACIÓN Y DISEÑO James Crawford Publishing.
Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror.
«Este número de
Planetas Prohibidos© Año 6,
se terminó de editar
el dia 30 de diciembre de 2017».
CONSEJO DE DIRECCIÓN
Jorge Vilches, Lino Moinelo,
Guillermo de la Peña y Marta Martínez
EDICIÓN Y CORRECCIÓN
J. Javier Arnau
William E. Fleming
MAQUETACIÓN Y DISEÑO
James Crawford Publishing.
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mos perdido a los oficiales, y nos estaban matando como a conejos. De no ser<br />
por él, yo no estaría hoy aquí.<br />
–Siempre… fue un buen chico.<br />
–Aún le dio tiempo a decir algo. Le escuché unas palabras, y eran para ustedes.<br />
Dijo: «Ve a ver a mi familia, y diles que les quiero». Por eso estoy en el<br />
pueblo. Para contarles.<br />
–Siempre… Siempre fue un buen chico.<br />
Se giró, con rumbo hacia el camino por el que había llegado, pero la voz<br />
del viejo aún tenía una última cuestión para él.<br />
–Oiga… Gracias por venir. No lo olvidaremos. Quédese a cenar con nosotros.<br />
¿Cómo se llama?<br />
–No… No puedo. Tengo que marcharme. Pero gracias igualmente. Sólo<br />
vine a decirles eso, que Josito fue un buen hombre, y que le debemos mucho.<br />
Y abandonó para siempre aquel pueblo castellano, y la paz, y la inocencia,<br />
que esta noche dormirían un poco más congraciadas.<br />
Y a él sólo le quedaron los recuerdos, que ni siquiera eran por entero suyos.<br />
Que cómo se llamaba, dijo el hombre. Cómo se llamaba…<br />
José Bondar. Ahora se llamaba José Bondar. Y Arturo Leis. Y Juan Martínez<br />
Palomo. Y treinta y cinco hombres buenos más que murieron ante sus ojos.<br />
Porque la fortuna había hecho que Josito no muriese como un héroe, y<br />
que él tuviera que olvidarse de cómo se llamaba. Josito había muerto como<br />
mueren los hombres en las guerras: por casualidad. Las fasers no saben de<br />
pueblos ni de padres que esperan a sus hijos en caminos, y los fusiles disparan<br />
donde buenamente ven algo moverse. A Josito le atravesaron el pecho de parte<br />
a parte, y el aire se escapó de sus pulmones como el agua se escabulle de un<br />
cedazo. Tardó una eternidad en ahogarse por completo, la eternidad más agónica<br />
y horrible del mundo. No hay peor forma de morir que ser consciente<br />
de que no tienes aire, y que no vas a tenerlo nunca más.<br />
Y en toda esa eternidad, Josito no pudo decir ni una sola palabra.<br />
Ni fue un héroe, ni le dio a nadie ningún mensaje cariñoso para su familia.<br />
Sólo fue otro pobre idiota que pensó que estaba haciendo lo correcto, y que a<br />
nadie le importaba que muriera. Excepto a él.<br />
Siguió caminando, entre el barro de la cuneta y los recuerdos del próximo<br />
pueblo. Otro padre, otro héroe ficticio. Y sintió en su corazón que él sí que estaba<br />
haciendo lo correcto. Lo único que le quedaba a esta gente sin hijos era la satisfacción<br />
de que al menos habían muerto por algo, que podían recordarlos con<br />
el orgullo de padres. Habían criado buenos hijos, buenos hombres de provecho,<br />
y no era justo que la única razón de perderlos fuera un disparo caprichoso.<br />
A veces una mentira puede edulcorar la monstruosidad de una guerra, y el<br />
sinsentido. La mente humana busca una explicación a todo lo que ocurre. Lo<br />
más difícil de aceptar es la mala suerte.<br />
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