Revista Planetas prohibidos - N°15
Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror. «Este número de Planetas Prohibidos© Año 6, se terminó de editar el dia 30 de diciembre de 2017». CONSEJO DE DIRECCIÓN Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña y Marta Martínez EDICIÓN Y CORRECCIÓN J. Javier Arnau William E. Fleming MAQUETACIÓN Y DISEÑO James Crawford Publishing.
Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror.
«Este número de
Planetas Prohibidos© Año 6,
se terminó de editar
el dia 30 de diciembre de 2017».
CONSEJO DE DIRECCIÓN
Jorge Vilches, Lino Moinelo,
Guillermo de la Peña y Marta Martínez
EDICIÓN Y CORRECCIÓN
J. Javier Arnau
William E. Fleming
MAQUETACIÓN Y DISEÑO
James Crawford Publishing.
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Mis chicas son unas fanáticas del dolor ajeno; no fue del agrado de Maricruz<br />
soltarlo. Cedió y abrió sus encantadoras piernas. El hombre se liberó sin<br />
dejar de toser.<br />
Su humanidad me impedía ponerlo de pie. Era tan grande como un closet<br />
y tan pesado como un Volkswagen. Llevaba el cabello cortado a rape. Camisa<br />
deportiva azul, pantalones deslavados y botas café. Las chicas y yo lo dejamos<br />
caer en una silla. El hombre estaba más que deshecho.<br />
Muy rezagados, entraron al bar dos miembros del cuerpo de Verificación.<br />
Uno de ellos retorció su cuello en busca del hombre y lo localizó. Entre los<br />
dos intentaron llevárselo. Pregunté:<br />
—¿Qué le sucede?<br />
—Es un intervenido, señor Romero. Aún no le hemos dado la noticia.<br />
Ordené que lo dejaran en paz; yo me ocuparía de él. Se encogieron de<br />
hombros y se fueron de ahí, aliviados, como si ese problema ya no les afectara.<br />
Pedí a las chicas que me ayudaran a cargarlo. Me posicioné detrás de la barra<br />
y estudié con delicadeza su comportamiento.<br />
Tenía la cabeza apoyada en la barra, con los brazos velludos encima y sollozando<br />
como un niño. Sus gemidos provocaban temblores en su cuerpo, sin<br />
dejar de hablar por sí mismo en su idioma. Toda una tragedia.<br />
Pregunté con buen humor:<br />
—¿Qué le sirvo, amigo?<br />
Alzó su rostro, lleno de arrugas. Estaba tan acabado y macilento que pensé<br />
en no servirle siquiera una gota de rompope. Sin embargo, su sobriedad era<br />
algo que parecía acongojarlo. Necesitaba un buen brebaje para cambiarle el<br />
ánimo.<br />
—No tengo dinero —dijo. Su acento me pareció que venía de Europa del<br />
Este o de las estepas rusas.<br />
—La casa invita. —Saqué mi mejor vodka y lo serví en seco. Miró el vaso<br />
como si se tratara de un espejismo—. Si gusta lo puedo hacer desaparecer.<br />
Lo bebió sin dudar. Enseguida se hundió en su asiento y agachó la cabeza,<br />
afligido. Su tosquedad era tan agradable de ver como un oso de peluche en un<br />
aparador. Su infinita tristeza era un digno poema para recitar.<br />
—Creo que estoy muerto —musitó.<br />
—Temo decirle que sigue vivo y coleando —dije—. Aunque pudo haber<br />
sido peor.<br />
—¿Qué dice?<br />
—Lo cierto es que ni siquiera tiene un rasguño. Así lo explica el reporte<br />
del equipo de Verificación. Eso es una ventaja. Pero, ¿no será que se trata de<br />
una herida del corazón?<br />
—En parte, sí. Pero ella no tuvo la culpa. Nadie la tuvo excepto yo por no<br />
obedecer una orden. Mi curiosidad fue más fuerte. Ahora lamento no haber<br />
esperado.<br />
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