Revista Planetas prohibidos - N°15
Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror. «Este número de Planetas Prohibidos© Año 6, se terminó de editar el dia 30 de diciembre de 2017». CONSEJO DE DIRECCIÓN Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña y Marta Martínez EDICIÓN Y CORRECCIÓN J. Javier Arnau William E. Fleming MAQUETACIÓN Y DISEÑO James Crawford Publishing.
Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror.
«Este número de
Planetas Prohibidos© Año 6,
se terminó de editar
el dia 30 de diciembre de 2017».
CONSEJO DE DIRECCIÓN
Jorge Vilches, Lino Moinelo,
Guillermo de la Peña y Marta Martínez
EDICIÓN Y CORRECCIÓN
J. Javier Arnau
William E. Fleming
MAQUETACIÓN Y DISEÑO
James Crawford Publishing.
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en el mismo lugar desde que Fausto tenía uso de memoria, colgada a media<br />
altura de su correa de cuero. Al verla sintió un intenso retortijón en su estómago,<br />
contemplándola con ojos anhelantes a la vez que las palmas de sus manos<br />
comenzaban a sudar profusamente. Fausto se levantó, se aproximó al arma y la<br />
descolgó de la pared con un temor reverencial, mientras sentía en sus manos<br />
temblorosas el anciano y majestuoso tacto del arma fría en sus manos, el olor a<br />
grasa fresca y aceite inundando sus fosas nasales al abrirla para comprobar que<br />
tenía dos cartuchos alojados en la recámara y estaba engrasada y reluciente, debido<br />
a las revisiones periódicas que le hacía su tío. Lo siguiente que recordaba<br />
era abandonar la casa con el arma en su funda, sudando copiosamente y con<br />
los pensamientos a la velocidad de la luz rebotando en las paredes internas de<br />
su cráneo, se encontraba enfermo, de mono, y necesitaba heroína como fuera.<br />
Y en lo más profundo de su ser Fausto sabía que el arma de alguna forma le<br />
ayudaría a conseguirla. De una forma u otra.<br />
Sentado desnudo en el colchón Fausto vio como las noticias locales comenzaban<br />
su emisión en el viejo aparato mientras él se encontraba intentando<br />
encontrar la forma de volarse los sesos, no había tenido éxito hasta el momento<br />
en encontrar la forma de accionar el gatillo, sus cortos brazos no podían<br />
abarcar la distancia necesaria para disparar mientras los cañones estaban introducidos<br />
en su boca y estaba comenzando a desesperarse, ya que sabía que no le<br />
quedaba mucho tiempo. De repente se acordó de Hemingway. El viejo Ernst<br />
había elegido el mismo modo para acabar con su vida y Fausto recordó haber<br />
leído como había accionado el gatillo, sirviéndose para ello del dedo pulgar de<br />
su pie derecho. Se introdujo excitado de nuevo los cañones en la boca y los<br />
aseguró firmemente con sus manos sentado de espaldas contra la pared, comprobando<br />
con una mezcla de alegría y pánico que podía deslizar cómodamente<br />
el pequeño pulgar de su pie en el compartimento que alojaba los gatillos y<br />
sintió un estremecimiento que recorrió su cuerpo desnudo y sudado de arriba<br />
abajo al comprobar que podía accionarlos con facilidad. Los dos «click» secos<br />
amplificados dentro de su boca enviaron un ramalazo de electricidad que recorrió<br />
su espina dorsal de arriba abajo al golpear en las recamaras vacías. Fausto<br />
sacó los cañones cubiertos de una película de saliva de su boca, tomó en su<br />
mano el cartucho rojo y dorado que se hallaba a su lado, encima del colchón<br />
y se dispuso a cargar el arma a la vez que podía escuchar a lo lejos el sonido<br />
cada vez más cercano de las sirenas de la Policía Nacional. Los hechos que<br />
habían acontecido tan solo hacía menos de media hora se agolpaban en sus<br />
pensamientos, como su patética persona había reunido el valor necesario para<br />
entrar a la oficina de Correos y Telégrafos, que se encontraba a dos manzanas<br />
de su casa, nunca llegaría a comprenderlo. Recordaba al viejo Juan detrás del<br />
mostrador y también cómo sus ojos pasaron de mostrar afecto al reconocerle<br />
a reflejar un pánico exacerbado al posarse sus ojos en el arma en las manos de<br />
Fausto, que aproximándose a él y apuntándole a la cabeza le gritaba, exigién-