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Revista Planetas prohibidos - N°15

Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror. «Este número de Planetas Prohibidos© Año 6, se terminó de editar el dia 30 de diciembre de 2017». CONSEJO DE DIRECCIÓN Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña y Marta Martínez EDICIÓN Y CORRECCIÓN J. Javier Arnau William E. Fleming MAQUETACIÓN Y DISEÑO James Crawford Publishing.

Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror.
«Este número de
Planetas Prohibidos© Año 6,
se terminó de editar
el dia 30 de diciembre de 2017».
CONSEJO DE DIRECCIÓN
Jorge Vilches, Lino Moinelo,
Guillermo de la Peña y Marta Martínez
EDICIÓN Y CORRECCIÓN
J. Javier Arnau
William E. Fleming
MAQUETACIÓN Y DISEÑO
James Crawford Publishing.

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20<br />

elogios que se puedan dar a un hombre que decir que es honrado y trabajador.<br />

No hay nada más santo. Lo demás son embalajes.<br />

No como el señor Martínez y su condenada fábrica de aceite, donde obreros<br />

de cien años se partían la espalda para que él pudiera engalanarse en Madrid,<br />

e ir a los toros con un clavel en la solapa, y beber coñac junto a la chimenea<br />

del Casino. Él no sudaba, ni se odiaba a sí mismo por su amargo fin, ni<br />

moría en ninguna trinchera de fango, rodeado de amigos de plomo y muerte.<br />

Quizá justamente por eso, al final había perdido una hija, en vez de ganar<br />

un yerno.<br />

Se protegió la cara del frío del viento y la lluvia de octubre, y se internó por<br />

el complejo entramado de calles que era el pueblo, guiándose más por recuerdos<br />

que por cualquier otra cosa. Diluviaba. Los tejados lloraban de pena al verle, y los<br />

ríos de lágrimas inundaban el suelo, frenando sus pasos, carcomiéndole. Aquello<br />

era paz, era inocencia, era el tiempo detenido en la bondad de mil gentes que se<br />

tienen por hermanos. Era la vida parsimoniosa con la que siempre soñó.<br />

Por desgracia, él ya estaba lejos de todas esas cosas, desde hace mucho, mucho<br />

tiempo.<br />

Y al fin lo vio, justamente en el lugar donde esperaba verle, donde siempre<br />

estuvo: en la puerta, mirando hacia el camino que sale del pueblo, por donde<br />

regresan los vivos, y las malas noticias. Al principio no hizo el mínimo gesto,<br />

aparte de la natural desconfianza al llegar un forastero, pero en cuanto lo vio<br />

caminar hacia su casa, hacia él, comprendió el motivo.<br />

Era un hombre eminentemente viejo, anciano y cuarteado en sus rasgos,<br />

pero con los brazos más fuertes y las espaldas más anchas que cualquier veinteañero<br />

de ciudad. Su mirada era opaca, casi ciega, imbuida de la profunda<br />

conciencia de quien sabe más que un catedrático. Su voz era oscura, aguardentosa,<br />

una mezcla de victorias y derrotas, una vida feliz porque nunca tuvo que<br />

sufrir una guerra. Hasta hoy.<br />

–Buenas tardes –dijo el extraño.<br />

–Buenas tardes –respondió el anciano.<br />

Y en estas frases ya se habían dicho todo. Se habían dado el pésame, y compartido<br />

el dolor.<br />

–¿Es ésta la casa de José Bondar?<br />

–Sí, aquí es. ¿Qué quiere?<br />

–Nada bueno. Tengo que decirle que ha muerto. Yo lo vi caer junto a la<br />

Luna Proteo, en la carga de los Hombres–Tritón de Neptuno. Fuimos compañeros<br />

de brigada.<br />

Y el viejo siguió impertérrito mirando al camino. Ya le había dado tiempo<br />

a ser consciente y digerirlo. Ya sabía.<br />

–Y… ¿Cómo fue?<br />

–Nos salvó a todos. Llevó al grupo hasta un lugar seguro, lejos del bombardeo<br />

de esas bestias, pero él no pudo contarlo. No estaba obligado, pero había-

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