Revista Planetas prohibidos - N°15
Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror. «Este número de Planetas Prohibidos© Año 6, se terminó de editar el dia 30 de diciembre de 2017». CONSEJO DE DIRECCIÓN Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña y Marta Martínez EDICIÓN Y CORRECCIÓN J. Javier Arnau William E. Fleming MAQUETACIÓN Y DISEÑO James Crawford Publishing.
Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror.
«Este número de
Planetas Prohibidos© Año 6,
se terminó de editar
el dia 30 de diciembre de 2017».
CONSEJO DE DIRECCIÓN
Jorge Vilches, Lino Moinelo,
Guillermo de la Peña y Marta Martínez
EDICIÓN Y CORRECCIÓN
J. Javier Arnau
William E. Fleming
MAQUETACIÓN Y DISEÑO
James Crawford Publishing.
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La escopeta tenía la empuñadura de madera de cerezo oscurecida por el<br />
paso de los años con los lados de las cachas talladas con la silueta de un ciervo,<br />
tenía dos gatillos que podían ser accionados uno a uno o los dos a la vez si uno<br />
quería asegurarse de no perder la presa o si esta era más grande de lo habitual.<br />
En la zona superior de los gatillos a ambos lados del arma se podía ver una<br />
delicada talla en el acero negro dibujando graciosamente los perfiles de una<br />
enredadera enroscándose cual filigrana alrededor de los cañones, cubriéndolos<br />
hasta la mirilla. Fausto recordaba claramente el proceso y si cerraba los ojos casi<br />
podía ver al viejo Rogelio, con la radio de onda corta eternamente sintonizada<br />
en Radio Pirenaica, mientras trabajaba en la escopeta cariñosa y concienzudamente.<br />
Primero liberaba los pasantes que aseguraban los cañones a la culata y<br />
limpiaba el interior de los mismos con una varilla metálica en la que el abuelo<br />
acoplaba jirones de trapo para así deslizarla dentro y fuera del cañón hasta que<br />
el trapo salía casi limpio del interior de los dos cañones, lo cual indicaba que<br />
las paredes internas estaban limpias y secas. Después aplicaba aceite y grasa a las<br />
partes metálicas del arma hasta que esta adquiría un brillo apagado casi mate,<br />
para finalmente aplicar cera a la culata hasta dejarla suave y reluciente. Una vez<br />
el arma estaba lista y limpia Rogelio la metía en su funda y la colgaba en la<br />
pared del garaje, junto al morral y la canana y se dedicaba a la laboriosa tarea<br />
de rellenar los cartuchos usados que aún seguían utilizables con perdigones<br />
de diversos tamaños conforme al tipo de caza que pensara matar ese día, para<br />
luego distribuirlos por zonas en la canana de acuerdo a los diferentes calibres.<br />
El primer día que Fausto disparó la escopeta lo recordaba bien, debido al<br />
enorme golpe en el hombro recibido con la culata a causa del fuerte retroceso<br />
del arma, que le propulsó dos metros hacia atrás haciéndole caer de culo en<br />
el suelo con la escopeta firmemente asegurada entre las manos, tal y como el<br />
abuelo le había enseñado. Fausto siempre esperaba con ansia los días de caza,<br />
anhelando que en ese día el abuelo decidiera llevarle con él y para esas ocasiones<br />
tenía un pequeño casco que a pesar de ello le venía muy grande a Fausto<br />
y tenían que encajarle unos trapos en su interior para evitar que le bailara<br />
en la cabeza, también unas gafas de aviador que Rogelio le había comprado<br />
en el mercado del pueblo. En esos días de caza, cuando Fausto aún no había<br />
cumplido los ocho años de edad, el abuelo le despertaba temprano a eso de las<br />
cinco de la mañana si no se encontraba ya en el garaje él mismo esperándole<br />
y después de un desayuno de café con leche con migas de pan del día anterior,<br />
haber preparado unos bocadillos de mortadela o de salchichón y haber<br />
metido en el morral un trozo de queso manchego, unas cuantas naranjas y<br />
nísperos de los que el abuelo cultivaba en su huerto junto a la navaja de cachas<br />
de madera, Rogelio sacaba la Vespa azul claro de 150cc. de debajo de la lona<br />
en la que la guardaba y una vez en la calle, tras haberla arrancado y puesto el<br />
caballete, se dedicaba con una mezcla de brusquedad y cariño a asegurar el<br />
pequeño cuerpo de Fausto en el asiento. Para dicho menester había fabricado