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Revista Planetas prohibidos - N°15

Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror. «Este número de Planetas Prohibidos© Año 6, se terminó de editar el dia 30 de diciembre de 2017». CONSEJO DE DIRECCIÓN Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña y Marta Martínez EDICIÓN Y CORRECCIÓN J. Javier Arnau William E. Fleming MAQUETACIÓN Y DISEÑO James Crawford Publishing.

Revista de ciencia-ficción, fantasía y terror.
«Este número de
Planetas Prohibidos© Año 6,
se terminó de editar
el dia 30 de diciembre de 2017».
CONSEJO DE DIRECCIÓN
Jorge Vilches, Lino Moinelo,
Guillermo de la Peña y Marta Martínez
EDICIÓN Y CORRECCIÓN
J. Javier Arnau
William E. Fleming
MAQUETACIÓN Y DISEÑO
James Crawford Publishing.

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debido a la inexistencia de la atmósfera. Podía ver desde ahí, con suma claridad,<br />

el punto más alejado de mi vista.<br />

»La distancia de algunos cráteres no rebasaba los dos mil kilómetros, y se<br />

levantaban desde la explanada, como si fueran arrancadas desde su cimientos<br />

y elevadas con una increíble fuerza proveniente de ninguna parte. La curvatura<br />

de la Luna sólo me dejaba identificar los riscos. La luz del sol aún bañaba<br />

aquellas fortalezas con un brillo bastante curioso, como si se tratara de la tarea<br />

de algún proyectista controlando la estrella sobre un escenario imaginario.<br />

»A medida que me acercaba capté un brillo metálico detrás de una gran<br />

colina que se interponía en mi camino hacia la cordillera, justo a unos cinco<br />

kilómetros. Era un punto de luz de superficie lisa, como si una ventana hubiese<br />

sido traída de un rascacielos y colocada con toda intención en ese lugar. Un<br />

cuadro de luz bastante gigante iluminaba el suelo de polvo. Nunca creí que un<br />

metal de grandes proporciones pudiera haberse creado en un lugar marchito y<br />

sin vida. Era como recorrer un desierto seco y encontrarme a pocos pasos con<br />

un restaurante. No podía determinar su composición. Tuve deseos de regresar<br />

a la estación y comprobarlo por el telescopio, pero el ángulo no me favorecía.<br />

Lo único que podía hacer era continuar.<br />

Poco tiempo después recibí un llamado en el comunicador:<br />

»—Vonmiglásov, repórtate en la base —dijo la coronel Fernández—. Higgins<br />

y Chiang preguntan por ti.<br />

»—Fernández, he captado algo más allá de la explanada —dije—. No puedo<br />

determinar qué es pero pienso…<br />

»Escuché los reclamos de Higgins a pesar de los ruidos de estática. Fernández<br />

retomó la comunicación. Se oía con bastante apremio:<br />

»—¡Regresa! ¡Es una orden!<br />

»Tiendo a no hacer caso cuando se trata de algo muy fácil de ignorar. Me<br />

habían tentado las advertencias de Fernández, el cuadro de luz en el piso y el<br />

brillo encajado en las montañas. Desconecté la radio. Accioné el aire a presión<br />

de mis toberas y me elevé para ganar tiempo y distancia. La colina que resguardaba<br />

el brillo metálico me pareció mucho más cercano de lo que yo había<br />

supuesto. Podían estarme jugando una broma, pero hay ocasiones en que un<br />

científico debe olvidar su reputación y dar un salto de fe.<br />

»A primera vista, aquellas elevaciones de roca surgían como abigarrados<br />

muros, dispuestos a esconder algo en ellos. Hice mi primer descenso para recargar<br />

otro cúmulo de aire a presión. Me agradó sentir otra vez tierra firme o,<br />

mejor dicho, suelo selenita. A mis espaldas la estación se había convertido en<br />

un pequeño escarabajo de color negro. Conecté el radar y en segundos dibujó<br />

un plano de relieves en la pantalla de mi casco. Realicé otra elevación, esta vez<br />

con menos fuerza. Las montañas se encumbraban ahora más rápido. Ya había<br />

perdido la posición del brillo. Pero el cuadrante en la pantalla del casco me<br />

servía como guía.<br />

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