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ALIENTO Y FORTALEZA
• Mientras estaba escribiendo esta página, recibí el llamado telefónico
de Ana, una querida amiga nuestra que padece de un tumor cerebral. D u ^
rante seis años viene soportando esta dolencia con extraordinario valor
Nuñcahapfoñünciado una sola palabra de queja V quienes la visitan para
anim arla, terminan siendo animados por ella.
'T ñ a eV uña fiel cristiana, una esposa y madre consagrada que ama a
Dios, y que reconoce que vive por la bondad divina Las promesas de la Palabra
de Dios le infunden fortalezay son su gran apoyo en su delicado estado
de salud. La promesa que ella más aprecia es la de Isaías 411O/ due d'ce '¡te*
raímente: “No temas, que yo estoy contigo. N o desmayes, que yo soy tu Dios
que te fortalezco. Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra
de mi justicia".
Y así como estas palabras mantienen milagrosamente el buen á n ir :
y el optimismo de Ana, también alientan el corazón de millones de oí —
personas* Cuántos seres reciben -han recibido y recibirán- espec-al e> -j
mulo emocional con esta alentadora promesa de Dios! Esta promesa me
sostenido a mí muchas veces, e igualmente podrá sostenerte a ti en los
mentos de mayor necesidad. Léela de nuevo, y adóptala como compaf
inseparable de tu vida ¡Será una poderosa bendición para tu alma1
INFALTABLE COMPAÑÍA
w
Antes de regresar a su trono celestial,
Jesús les prometió a sus discíp
u lo s* '^ estoy con vosotros todos
los dias, hasta el fin del mundo”
(S. Mateo íS^oJ^Esta consoladora
promesa acompañó y animó a los
discípulos en los momentos más difíciles
de su vida Gracias a ella sintieron
que no estaban solos, y que
mediante su Espíritu podían tener
al Señor en sus corazones para el
cumplimiento de su misión apostólica
Tan grande promesa llenó de
fervor a los discípulos, y les permitió
enfrentar sus adversidades con
admirable valor
o Estas palabras han tenido la
virtud de alentar a los cristianos de
todos los tiempos El alma solitaria
y en peligro encontró compañía y
seguridad Esta promesa fue la preferida
del médico y misionero David
Livingstone (1813-1873), mientras
realizaba su labor cristiana entre
los aborígenes de Africa. Su arduo
trabajo no estuvo libre de riesgos
y amenazas. Pero en medio de su
aislamiento y sus peligros, siempre
recordaba la fortalecedora promesa
de Jesús. “Yo estoy con vosotros lodos
los días, hasta el fin del mundo"
(S. Mateo 28:20).
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