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Guerras de los Ángeles

Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.

Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.

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<strong>Guerras</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Ángeles</strong><br />

Capítulo 16—Los <strong>Ángeles</strong> durante la Pasión y Muerte <strong>de</strong> Cristo<br />

Jesús y sus discípu<strong>los</strong> en Getsemaní<br />

En compañía <strong>de</strong> sus discípu<strong>los</strong>, el Salvador se encaminó lentamente hacia el huerto <strong>de</strong><br />

Getsemaní. La luna <strong>de</strong> Pascua, ancha y llena, resplan<strong>de</strong>cía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un cielo sin nubes... Al<br />

acercarse al huerto, <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> notaron el cambio <strong>de</strong> ánimo en su Maestro. Nunca antes<br />

le habían visto tan completamente triste y callado. Mientras avanzaba, esta extraña tristeza<br />

se iba ahondando... {VAAn 197.1}<br />

Cerca <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong>l huerto, Jesús <strong>de</strong>jó a todos sus discípu<strong>los</strong>, menos tres, rogándoles<br />

que orasen por sí mismos y por él. Acompañado <strong>de</strong> Pedro, Santiago y Juan, entró en <strong>los</strong><br />

lugares más retirados... {VAAn 197.2}<br />

“Quedaos aquí—dijo—, y velad conmigo”. {VAAn 197.3}<br />

Fue a corta distancia <strong>de</strong> el<strong>los</strong>—no tan lejos que no pudiesen verle y oírle—y cayó<br />

postrado al suelo. Sentía que el pecado le estaba separando <strong>de</strong> su Padre. La sima era tan<br />

ancha, negra y profunda que su espíritu se estremecía ante ella... {VAAn 197.4}<br />

Sintiendo quebrantada su unidad con el Padre, temía que su naturaleza humana no<br />

pudiese soportar el veni<strong>de</strong>ro conflicto con las potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las tinieblas. En el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong><br />

la tentación, había estado en juego el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> la raza humana. Cristo había vencido<br />

entonces. Ahora el tentador había acudido a la última y terrible lucha, para la cual se había<br />

estado preparando durante <strong>los</strong> tres años <strong>de</strong>l ministerio <strong>de</strong> Cristo. Para él, todo estaba en<br />

juego. Si fracasaba aquí, perdía su esperanza <strong>de</strong> dominio; <strong>los</strong> reinos <strong>de</strong>l mundo llegarían<br />

a ser finalmente <strong>de</strong> Cristo; él mismo sería <strong>de</strong>rribado y <strong>de</strong>sechado. Pero si podía vencer a<br />

Cristo, la tierra llegaría a ser el reino <strong>de</strong> Satanás, y la familia humana estaría para siempre<br />

en su po<strong>de</strong>r. Frente a las consecuencias posibles <strong>de</strong>l conflicto, embargaba el alma <strong>de</strong> Cristo<br />

el temor <strong>de</strong> quedar separada <strong>de</strong> Dios. Satanás le <strong>de</strong>cía que si se hacía garante <strong>de</strong> un mundo<br />

pecaminoso, la separación sería eterna... {VAAn 197.5}<br />

Satanás presentaba al Re<strong>de</strong>ntor la situación en sus rasgos más duros: el pueblo que<br />

preten<strong>de</strong> estar por encima <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> <strong>de</strong>más en ventajas temporales y espirituales te ha<br />

rechazado... Uno <strong>de</strong> tus propios discípu<strong>los</strong>... te traicionará. Uno <strong>de</strong> tus más ce<strong>los</strong>os<br />

seguidores te negará. Todos te abandonarán... {VAAn 198.1}<br />

En su agonía, se aferra al suelo frío, como para evitar ser alejado más <strong>de</strong> Dios... De sus<br />

labios pálidos, brota el amargo clamor: “Padre mío, si es posible, pase <strong>de</strong> mí esta copa”.<br />

Pero aun entonces aña<strong>de</strong>: “Pero no sea como yo quiero, sino como tú”.—El Deseado <strong>de</strong><br />

Todas las Gentes, 636-638. {VAAn 198.2}<br />

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