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Guerras de los Ángeles

Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.

Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.

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<strong>Guerras</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Ángeles</strong><br />

a la revelación divina que había recibido. Y el resultado lo sorprendió. Cuando Cornelio<br />

le relató su propia experiencia, incluyendo las palabras <strong>de</strong>l ángel que le había aparecido<br />

en visión, Pedro <strong>de</strong>claró: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción <strong>de</strong> personas,<br />

sino que en toda nación se agrada <strong>de</strong>l que le teme y hace justicia”. Hechos 10:34-35.—<br />

Manuscript Releases 6:328-329. {VAAn 236.2}<br />

Pedro librado <strong>de</strong> la prisión<br />

El día <strong>de</strong> la ejecución <strong>de</strong> Pedro había sido finalmente <strong>de</strong>cidido; pero aun así, las<br />

oraciones <strong>de</strong> <strong>los</strong> creyentes ascendían a <strong>los</strong> cie<strong>los</strong>. Y mientras el<strong>los</strong> ocupaban todas sus<br />

energías y sentimientos en fervientes apelaciones, <strong>los</strong> ángeles <strong>de</strong> Dios vigilaban al<br />

aprisionado apóstol... Pedro había sido colocado entre dos soldados, aprisionado con dos<br />

ca<strong>de</strong>nas, cada una <strong>de</strong> las cuales estaba sujeta a la cintura <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> sus guardias. Era<br />

imposible que se moviera sin que el<strong>los</strong> se diesen cuenta. Las puertas <strong>de</strong> la prisión estaban<br />

firmemente aseguradas, y otros guardias las custodiaban. Humanamente hablando, las<br />

posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> escape o rescate, eran nulas.—Re<strong>de</strong>mption Series 7:70. {VAAn 236.3}<br />

[Pedro] se hallaba en la cárcel, esperando ser llevado a la muerte al día siguiente; estaba<br />

durmiendo <strong>de</strong> noche “entre dos soldados, sujeto con dos ca<strong>de</strong>nas, y <strong>los</strong> guardas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

la puerta custodiaban la cárcel. Y he aquí que se presentó un ángel <strong>de</strong>l Señor, y una luz<br />

resplan<strong>de</strong>ció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le <strong>de</strong>spertó, diciendo: Levántate<br />

pronto. Y las ca<strong>de</strong>nas se le cayeron <strong>de</strong> las manos”. {VAAn 237.1}<br />

Pedro, <strong>de</strong>spertando repentinamente, se asombró por el resplandor que inundaba su<br />

celda y por la hermosura celestial <strong>de</strong>l mensajero divino. No comprendía la escena, pero<br />

sabía que estaba libre, y en su aturdimiento y gozo habría salido <strong>de</strong> la cárcel sin protegerse<br />

contra el frío aire nocturno. El ángel <strong>de</strong> Dios, notando todas las circunstancias y<br />

preocupándose solícito por la necesidad <strong>de</strong>l apóstol dijo: “Cíñete, y átate las sandalias”.<br />

{VAAn 237.2}<br />

Pedro obe<strong>de</strong>ció mecánicamente; pero estaba tan extasiado con la revelación <strong>de</strong> la gloria<br />

<strong>de</strong>l cielo, que no se acordó <strong>de</strong> tomar su manto. Entonces el ángel le or<strong>de</strong>nó: “Envuélvete<br />

en tu manto, y sígueme. Y saliendo, le seguía; pero no sabía en verdad lo que hacía el<br />

ángel, sino que pensaba que veía una visión. Habiendo pasado la primera y la segunda<br />

guardia, llegaron a la puerta <strong>de</strong> hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí<br />

misma. Hechos 12:6-10.—Joyas <strong>de</strong> <strong>los</strong> Testimonios 2:345-346. {VAAn 237.3}<br />

Ni una palabra es pronunciada; ni se oyen pisadas. El ángel se <strong>de</strong>sliza a<strong>de</strong>lante, ro<strong>de</strong>ado<br />

<strong>de</strong> un <strong>de</strong>slumbrante esplendor, y Pedro, aturdido, y creyendo aun que está soñando, sigue<br />

a su libertador. Así pasan por una calle, y luego, cumplida la misión <strong>de</strong>l ángel, éste<br />

<strong>de</strong>saparece súbitamente. {VAAn 237.4}<br />

La luz celestial se <strong>de</strong>svanece, y Pedro se encuentra en profundas tinieblas; pero a<br />

medida que sus ojos se acostumbran a ellas, éstas parecen disminuir gradualmente, y<br />

<strong>de</strong>scubre que se halla solo en la calle silenciosa, recibiendo el fresco soplo <strong>de</strong>l aire<br />

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