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Diciendo esto pasaron a la estancia de Susana, la cual oyendo la inesperada pretensión de<br />

Hardyl, negóse redondamente. Hardyl sin perder su mesura levantóse diciendo que el asunto<br />

no pedía tergiversación por su parte, mucho menos no teniendo ningún interés en ello, o<br />

teniéndolo solamente en asegurar su sustento si le llegase a faltar, lo que hasta entonces jamás<br />

le había sucedido.<br />

Ignoraba Susana esta desinteresada condición de Hardyl, y oída, le chocó de modo que<br />

en el acto que él se despedía, sintiendo que se fuese sin haberle dado razón de su seca<br />

negativa, tomó el pretexto de detenerlo, diciéndole que habían ido por el té y que no era razón<br />

lo dejase desairado. De hecho, atraído Gil Altano que sabía ya explicarse en inglés y, aunque<br />

ésta no era incumbencia suya, quiso cargar con ella, retardándosele siglos el momento en que<br />

había de entregar a Hardyl la caja con las guineas, creyendo que hubiese venido para quedarse<br />

de asiento en la casa; y después de haberle presentado la taza de té, estábaselo mirando sin<br />

pestañar, esperando el momento que la hubiera apurado para darle la caja, que tenía apretada<br />

en la mano puesta en la faltriquera. En esto acaban de beber el té Susana y Hardyl, alargando<br />

a un mismo tiempo las tazas. Altano, no sabiendo a quien acudir primero, saca con furia la<br />

mano de la faltriquera con la cala, la cual, escapándosele de la mano, cae en tierra y hácese<br />

mil pedazos, derramando las guineas por la estancia.<br />

La confusión, la vergüenza y sentimiento apodéranse de Gil Altano, túrbanlo de manera<br />

que queriendo bajarse para recoger el dinero, da con la frente contra el bufetillo, que era de un<br />

solo pie, y hácelo caer de la parte de Hardyl con las tazas y la tetera medio llena, echándole el<br />

té sobre su vestido. Mas éste, sin alterarse, <strong>com</strong>o si nada le hubiese sucedido, se bajó para<br />

reponer en pie la mesita; y no dejándole Susana, que quería limpiarle el vestido con el<br />

pañuelo, no lo consintió, diciendo que el vestido no merecía tan grande honra, rogándola le<br />

permitiese aliviar el afán de aquel hombre confuso y mortificado.<br />

Lo estaba tanto Altano que iba por el suelo a gatas, dándose palmadas en la frente y<br />

recogiendo moneda, tazas y platillos todo junto, <strong>com</strong>o le iban viniendo. Y al oír que Hardyl<br />

decía a Susana que su vestido no merecía aquella honra, levantando hacia él la cabeza le dijo:<br />

No le pese a vmd. mi señor Hardyl, que con estas cincuenta guineas se podrá hacer vmd. otros<br />

tantos vestidos mejores que ése, pues para vmd. y no para mí las tenía destinadas mi señorito<br />

Eusebio. ¡Pesiatal!. Las narices quisiera se me hubiesen hecho antes pedazos. Si tal<br />

desventura me acaeciera allá en mi tierra, pedazos me hubieran hecho el trasero a puntapiés.<br />

Bien hayan tales amos. Cuáquero me quiero hacer a pesar de las barbas de quien yo me sé.<br />

Deje vmd. estar, señor Hardyl, que no le faltará ni un maravedí. Decía esto viendo que Hardyl<br />

se inclinaba también para recoger la moneda.<br />

Henrique y Susana no desplegaron sus labios contra Altano, sintiendo que la desgracia<br />

hubiese caído sobre Hardyl, a quien pedían perdonase por el accidente, admirando la singular<br />

mesura que había guardado en él. Luego que Altano recogió las guineas poniéndoselas en el<br />

cóncavo de la mano, se las presenta a Hardyl, pidiéndole perdón por haber roto la caja.<br />

Hardyl, retrayendo la mano, le dijo: No, hijo, tengo ya hoy asegurado el sustento y no las<br />

necesito; le dirás con todo a Eusebio que aprecio más su demostración que las guineas.<br />

¡Cómo!, dijo Altano maravillado. ¿No quiere vmd. recibir cincuenta guineas? ¿Quién vio<br />

semejante sandez? Pues a fe que yo echara de revés los cestos y tras ellos el oficio, si tal me<br />

aconteciera. Tómelas y no sea bobo. Volvióle a decir Hardyl en español: No, vuélvaselas a<br />

Eusebio y dile que las aprecio mucho más que si las recibiera.<br />

Sintiendo Henrique y Susana que Altano le hiciera aquel presente tan fuera de sazón y<br />

lugar, dijéronle que desistiese y se fuese, <strong>com</strong>o lo hizo, llevándose los despojos de aquel<br />

naufragio; pero sus ánimos quedaron penetrados del superior carácter que Hardyl descubría,<br />

especialmente en haber rehusado recibir las guineas; maravillándose al mismo tiempo Susana

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