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tienda, entró en la bodega y almacén, haciéndole ver que nada había en casa que lo pudiera<br />

amedrentar de nuevo, y vuelto arriba, antes de encerrarse en el cuarto, tomó la precaución de<br />

pasar el cestillo en que la perra dormía a la puerta del otro cuarto, para que no volviese a<br />

hacer ruido; y dejando sosegado a Eusebio, restituyéronse a sus camas. Pudo dormir Eusebio<br />

lo restante de aquella pesada noche y venido el ansiado día, parecióle que sentía su ánimo<br />

libre del grave peso del temor pasado y <strong>com</strong>o alentado para no sentirlo tanto en la noche<br />

venidera, y así se lo dijo a Hardyl, el cual no dejó de confirmarle de nuevo que lo podía<br />

vencer y que para ello era también un buen medio acostumbrarse a ir de noche a oscuras por<br />

los lugares que tenía medidos de día sin tropiezos. Esto prometió hacer Eusebio en el fervor<br />

de su animosidad y que lo <strong>com</strong>enzaría la siguiente noche.<br />

Esto discurrían entre sí mientras Hardyl hacía el té. Después de haberlo tomado, hace<br />

Hardyl del embarazado, preguntando a Eusebio cómo lo habían de hacer para proveer la<br />

<strong>com</strong>ida, pues a falta de ama se veían necesitados a ir ellos mismos a proveérsela hasta que se<br />

les presentase persona de satisfacción que los sirviese. Eusebio le respondió que él lo haría<br />

con gusto si se lo mandaba. ¿Que os lo mande?, dijo Hardyl, eso no, pues puedo yo ir solo; y<br />

aún dado caso que no pudiese, jamás os lo mandaría. Bien sí tendría placer que vuestro ánimo<br />

quisiera prevalerse de esta ocasión para <strong>com</strong>enzar a plegarse a las circunstancias de la suerte,<br />

a<strong>com</strong>odándose a ella con firme sumisión y noble constancia. Y diciéndole Eusebio que yendo<br />

con él no tendría repugnancia: Ea, pues, dijo Hardyl, aquí estoy, vamos a ello. Esta es la<br />

espuerta que queda a mi cargo, tuyo será el contratar y rematar las <strong>com</strong>pras; aquí tienes el<br />

dinero, conmigo no debes contar para nada, pues estoy resuelto a no hacer más que cuerpo<br />

presente; haz cuenta que eres tú el amo y yo el criado que debe cargar con el peso, y no<br />

chistar.<br />

Deseaba Hardyl esta ocasión para que Eusebio empezase a desatar su genio algo<br />

encogido y pundonoroso y holgó que se le viniese a las manos. Otros muchachos hay<br />

naturalmente atrevidos y descarados, los cuales entran con la misma frente en un bodegón que<br />

en una antecámara de un rey, y necesitan antes de freno que de soltura. Eusebio era, al<br />

contrario, de genio tímido y presumido, y le convenía esta prueba. Pero <strong>com</strong>o no tenía<br />

experiencia de <strong>com</strong>prar, llegado apenas al mercado, arrímase al primer frutero, a quien pidió<br />

precio de las peras que vendía, y sin rebajarle nada de lo que le pidió por libra, le deja la<br />

mitad del dinero que llevaba en la excesiva <strong>com</strong>pra, llenando la mitad de la espuerta. Hardyl<br />

callaba y lo dejaba hacer, sonriéndose Eusebio con encogimiento. Pasan de allí a la tabla,<br />

donde llegado Eusebio más confuso y turbado por la gente que allí había, pide ocho libras de<br />

vaca y seis de ternera. Echa el corte el jifero y, pesada la carne, importaba otro tanto de lo que<br />

Eusebio tenía. Visto su fallo, déjase apoderar mucho más de su turbación y, poniendo los ojos<br />

en Hardyl, lo ve extraviado atendiendo a otras partes de la carnicería, aunque muy atento a su<br />

gran <strong>com</strong>pra, dejando hacer a Eusebio, el cual se vio obligado a llamarlo para decirle que se<br />

hallaba sin dinero bastante. Díjole entonces el cortante que no importaba, que se llevase la<br />

carne y que otro día se la pagaría. Desahogado un poco con esta fianza, iba a tomar la carne<br />

para ponerla en la espuerta, al tiempo que Gil Altano llegaba a la misma tabla por carne para<br />

Henrique Myden y, maravillándose de ver echar mano a Eusebio de la carne para ponerla en<br />

la espuerta, apresuróse a servirlo, diciendo: ¿Y en esto vienen a parar las lecciones de la<br />

escuela del señor Hardyl? Bien se ve el gran provecho que saca de su discípulo; enseñarle a<br />

hacer cestos y hacerlo servir de esportillero. Deje vm. mi señor don Eusebio, que no permitiré<br />

que esas manos, hechas para encajes de Flandes, se ensucien en este oficio. Decía esto en<br />

ademán de quererle quitar la carne; mas Eusebio sin mirarlo y sin soltarla, le dijo: Deja y no te<br />

metas donde no te llaman. Cedió Altano con no poca confusión. Hardyl, haciendo del que<br />

nada había oído ni visto, reparando que la espuerta era demasiado grande para Eusebio,<br />

llegóse a quitársela de las manos, y aunque él repugnaba, insistió Hardyl en quererla llevar,<br />

diciéndole que había cumplido con su encargo y que aquél le pertenecía. Quiso <strong>com</strong>edirse<br />

entonces Gil Altano a llevar la espuerta a Hardyl, mas éste le dijo: No quiero tanto provecho,

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