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Altano, bástame el que acabo de sacar de Eusebio; con lo cual le dejó confuso y resabiado de<br />

su dicho.<br />

Llegados a casa <strong>com</strong>enzaron a entender ambos a dos en el hogar y <strong>com</strong>ida; y en vez de la<br />

lección de Epicteto de aquella mañana, quiso dársela Hardyl entre aquellas manualidades,<br />

diciéndole los muchos que se empleaban en tales cosas, sin haber tal vez uno que las hiciese<br />

con firme y resuelta voluntad, a<strong>com</strong>odada con superior discernimiento a las disposiciones de<br />

la suerte, sin anhelar descargarse de ellas por trabajosas y bajas o por inferiores a otros que<br />

pudieran envidiar. Y en esto, hijo mío, le decía, se diferencia el hombre sabio y virtuoso del<br />

vulgar y mundano, pues éste se emplea en el ejercicio de vida que le fuerza a tomar la<br />

necesidad, <strong>com</strong>o esclavo reñido con su mala ventura, suspirando por otra suerte mejor que<br />

aquella en que se halla <strong>com</strong>o mula de tahona; tapados los ojos, sin saber levantar su mente a<br />

los principios de la sabiduría que pudieran hacerle discernir los bienes verdaderos y sólidos de<br />

los imaginarios que dependen de la opinión.<br />

Peor al contrario, el hombre que profesa la virtud se emplea en cualquiera estado en que<br />

lo coloca el destino, con alma inflexible y superior a su suerte, sin darle igual en razón de<br />

ocupación de vida el gobernar una monarquía, si lo hiciese, que el conducir un ganado al<br />

pasto; y con la misma satisfacción se emplea en un oficio humilde que en otro de honor y de<br />

lucimiento, porque para sus ojos la vana opinión, que sólo diferencia aquellos ejercicios, no<br />

tiene aliciente alguno; antes bien hácesele sospechosa, y tal vez temible, <strong>com</strong>o principal móvil<br />

de la ambición, causa de mil anhelos y desazones, enemigas de la pura tranquilidad del<br />

espíritu en que sólo coloca su felicidad.<br />

Mientras decía esto Hardyl disponiendo la <strong>com</strong>ida, Eusebio se hallaba embarazado en<br />

algunas de las cosas que hacía por no saberlas él hacer ni manejar, admirando cada día más la<br />

grandeza de ánimo de su maestro, que hacía realzar aquellas cosas humildes con tales<br />

documentos. Hecho esto, le entregó el dinero para que fuese a satisfacer al jifero que con tan<br />

generosa cortesía les había hecho la fianza. Dejóle ir solo para que <strong>com</strong>enzase a despejar más<br />

su ingenio, pudiéndose ya fiar de la circunspección que le infundían los buenos sentimientos,<br />

y para que continuase a ejercitar los actos de virtud sin mezcla de sujeción y de dependencia<br />

de su maestro; frenos que jamás llegan a domar la voluntad de los muchachos mientras<br />

sienten el impulso de sus no domadas inclinaciones, porque su recto proceder siendo sólo<br />

aparente y violentado del temor del maestro, luego que se ven dueños de sus acciones, reputan<br />

la enseñanza <strong>com</strong>o cosa que ya no les toca y <strong>com</strong>o yugo aborrecible lo sacuden.<br />

Poco después de haber partido Eusebio a la carnicería, llegó Henrique Myden a la tienda<br />

con rostro muy alegre, para decir a Hardyl que el gobernador acababa de saber la partida del<br />

cirujano, después de haber tenido otros recursos contra su ruin proceder, y que, habiéndose<br />

certificado de algunas de sus estafas, no le quedaba duda que fuese una semejante la de las<br />

pretensiones sobre la herencia de miss Rimbol, y que, por lo mismo, se creía obligado a<br />

restituirle el dinero que él había dado por el desembargo; y que, de hecho, se le había<br />

entregado, con que quedaba concluido el negocio. Luego pregunta por Eusebio. Hardyl<br />

agradecióle tantas demostraciones de su fina voluntad y le añadió el motivo por el cual lo<br />

había enviado a la carnicería. Afanóse Henrique Myden por ello, pesándole no haberle<br />

ocurrido después de la muerte de miss el ofrecerle criado que los sirviese; pero dijo que partía<br />

para enviarle a Gil Altano. Respondió Hardyl que quedaban provistos los quehaceres<br />

domésticos y que había determinado no proveerse de criado por algunos días, prevaliéndose<br />

de esta ocasión que pudiera servir a Eusebio de algún provecho para ejercitarlo en los oficios<br />

caseros, los cuales eran una buena lección práctica para el hombre que aprendía en ellos a<br />

<strong>com</strong>poner su voluntad con los accidentes de la suerte; pues ablandaban insensiblemente sus<br />

altiveces, tomando tales ejercicios de grado y sin violencia.

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