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perecer abrazado con ella, por más que le agravasen el horror, el llanto y la desesperación de<br />

los marineros, especialmente en las tinieblas de la sobrevenida noche.<br />

En ella, habiendo perdido el trinquete la embarcación, obligó el capitán a dar la popa a la<br />

tempestad y a dejarse llevar a grado de los vientos, que los pusieron a la altura de Cádiz.<br />

Eusebio, informado de esto, rogó al capitán que lo desembarcase en aquel puerto,<br />

ofreciéndose a pagar todos los gastos del ancoraje. El capitán aceptó inmediatamente la oferta<br />

y surgió en aquella bahía, tres meses después que salieron de Boston. El consuelo que<br />

tuvieron Eusebio y Leocadia viéndose llegar salvos, fue igual a los temores y angustias que<br />

habían sufrido en el peligro; bien ajenos de poderse imaginar que la suerte contraria los<br />

esperase puesta en asechanza, sirviéndose tal vez de los vientos y de la tempestad para<br />

atraerlos a aquel lugar, en que su rencor les tenía prevenida la ocasión para mortificarlos con<br />

la mayor desgracia.<br />

¿Quién hay que en la extraña <strong>com</strong>binación de accidentes, que a las veces concurren para<br />

levantar o para oprimir a los hombres, no admire la mano de la providencia o sus<br />

inescrutables permisiones? ¿Sírvese ella por ventura de tales accidentes para dar manifiesta<br />

prueba de su vigilancia y eternas miras a la incredulidad de los mortales?<br />

Aquejados de tan larga y contraria navegación, desembarcaron inmediatamente Eusebio<br />

y Leocadia, dirigiéndose a uno de los mesones de aquella ciudad donde querían descansar<br />

antes de emprender viaje a S... Al otro día que se hallaban en aquella posada, al tiempo que<br />

iban a salir de ella para ver la ciudad, encontráronse con un mozo muy apuesto que entraba en<br />

ella y que era huésped en la misma de algunos días atrás. Su presencia y gallardía llamó la<br />

atención de Eusebio que, aunque de paso, le pareció notar en él alguna semejanza con<br />

Leocadia. Ésta, al verlo, también sintió excitarse en su interior un afecto inocente y tierno,<br />

mezclado de un impulso que parecía decirle que aquel mozo podía tal vez ser su perdido<br />

hermano.<br />

Esta ocurrencia se le avivó tanto, que no pudo dejar de <strong>com</strong>unicársela a Eusebio,<br />

preguntándole si se acordaba de lo que le había dicho su padre el día de su casamiento, de un<br />

hijo que tuvo y que le habían robado unos gitanos, según se decía, sin haberlo podido<br />

recobrar, a pesar de sus muchas diligencias. Respondióle Eusebio que sí se acordaba y que la<br />

vista del mozo le había suscitado la misma especie, notando en él alguna semejanza de<br />

facciones con las suyas. Que aunque su porte no mostraba que fuese hijo perdido y sin padre,<br />

sin embargo, las <strong>com</strong>binaciones eran a las veces tan extrañas, que pudiera ser muy bien su<br />

hermano <strong>com</strong>o sospechaban; mucho más haciéndole traición su fisonomía.<br />

Fomentada su curiosidad con este discurso, resolvieron volver al mesón cuanto antes para<br />

certificarse de ello, en caso que aquel mozo se hallase en él de huésped, según parecía.<br />

Llegados a la posada, llaman a la mesonera para preguntárselo. Eusebio le da las señas del<br />

mozo, en fuerza de las cuales respondió ser hijo de un caballero de S... llamado don Felipe<br />

R... secretario de la Inquisición, que hacía algunos días que se hallaba en Cádiz y en aquel<br />

mesón. Eusebio y Leocadia, oído el apellido del mozo y que era caballero de S... dio motivo a<br />

desvanecérseles todas las esperanzas concebidas, atribuyendo a mero accidente la semejanza<br />

que había reconocido Eusebio y el movimiento de propensión que Leocadia había sentido<br />

para con él.<br />

No hubieran insistido más en esta especie si el mismo mozo no les avivara las sospechas,<br />

nacidas luego que lo volvieron a ver, parándolos él cortésmente en el zaguán para darles la<br />

bienvenida y para ofrecerles sus servicios. Con el motivo de detenerse para recibir y agradecer<br />

el cumplido que les hacía, pudo Eusebio cotejar mejor sus facciones con las de Leocadia y,<br />

aunque miradas de cerca no le parecían llevar tan grande semejanza <strong>com</strong>o juzgó el día

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