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otra cosa de las muchas que decía, no cesando de bendecirlos con palabras que no<br />

<strong>com</strong>prendían y con desmesuradas demostraciones sacadas de su vivo agradecimiento.<br />

Había pasado algún tiempo que Gil Altano y Eusebio disfrutaban descansadamente la<br />

beneficencia de sus generosos huéspedes, cuando le ocurrió a Henrique Myden que vivía en<br />

Salem un inglés el cual entendía y hablaba el español. Llamábase Jacobo Camder y por<br />

disgustos habidos con su familia dejó la Inglaterra y se estableció en Salem, donde <strong>com</strong>pró<br />

algunas tierras que le daban una decente subsistencia.<br />

Enviólo a llamar Henrique Myden, deseoso de enterarse del naufragio y especialmente de<br />

la calidad del niño Eusebio, cuya bondad, al paso que les iba mereciendo mayor cariño, los<br />

incitaba más para saber quién era. Llegado Camder a la granja violo Gil Altano y con<br />

admirada sorpresa le pregunta si era por ventura el señor Jacobo Camder, capitán que fue de<br />

una carraca inglesa, y confirmándoselo Camder, échase a sus pies Altano, le abraza las<br />

rodillas y en aquella postura exclama: ¡Oh mi antiguo y generoso bienhechor! ¡Oh tierra<br />

bendita que tales hombres produce! ¡Cólmela el cielo de bienes y démela por sepultura de mis<br />

huesos! ¡Ojalá hubiese nacido en ella, pues tal vez la suerte no me expusiera a tantos trabajos<br />

y desgracias! Mas sea en buena hora por el sumo consuelo que pruebo al verme a los pies y a<br />

la presencia de aquellos por quienes por dos veces me veo sacado de los brazos de la muerte.<br />

Henrique y Susana, que no podían entender lo que Altano decía, estaban suspensos de las<br />

extraordinarias demostraciones que a<strong>com</strong>pañaba con lágrimas a los pies de Camder. Obligólo<br />

éste finalmente a levantarse y a que le dijese quién era y en qué había empeñado tanto su<br />

agradecimiento, pues él no le conocía ni se acordaba de haberle jamás favorecido. Cómo, ¿no<br />

se acuerda vmd. mi señor de aquel galeón que iba a Buenos Aires, hace ya cuatro años, y que<br />

vmd. dándonos caza alcanzó a tiempo que iba a pique por la gran agua que hacía? Sí me<br />

acuerdo, dijo Camder, mas de vos no me acuerdo.<br />

En ese galeón, pues, continuó Gil Altano, iba yo de marinero y probé entonces la<br />

generosa humanidad de vmd. mi señor, haciéndonos pasar a bordo de su carraca, en donde<br />

queriéndonos maniatar sus marineros, tratándonos <strong>com</strong>o a prisioneros de guerra que había<br />

entonces, vmd. mi señor, no lo consintió; antes bien, tratándonos <strong>com</strong>o patriotas, nos llevó a<br />

Oporto, en donde a más de la libertad, nos dio una guinea a cada uno. ¡Bien haya tal<br />

bienhechor! ¡Qué bendiciones no le dimos yo y mis <strong>com</strong>pañeros restituyéndonos a nuestras<br />

patrias! Y avivando ahora mi agradecimiento la presencia de vmd. y la de estos señores, yo<br />

diera de buena gana mi vida en su servicio.<br />

Camder le dijo entonces que aquellos señores deseaban saber las circunstancias de su<br />

naufragio y la calidad de aquel niño que consigo había librado.<br />

Sepa pues vmd. mi señor Camder, que soy andaluz por la gracia de Dios, y del Puerto de<br />

Santa María. Pero aunque mis padres no me dejaron otras haciendas que las redes, mis<br />

abuelos eran montañeses, y sabe Dios lo que se eran allá en sus tiempos. Mas el mundo sufre<br />

altos y bajos y la rueda de la fortuna dicen que anda <strong>com</strong>o las del molino. En fin, yo nací para<br />

marinero y puede creer vmd. si sé bien lo que es el mar, pues en él vi todos los rostros a la<br />

muerte, sin mostrarle jamás mis espaldas; porque, vive Dios, que quien teme no salga de su<br />

hogar; si no me cree vmd. vea esta herida que llevo en el brazo, vea esta otra en el pecho; y<br />

yéndose a desabrochar le dijo Camder que no importaba, que lo creía sobre su palabra y que<br />

dijese de su naufragio.<br />

Voy pues a contárselo a vmd. mi señor. Después de la pasada guerra me vi precisado a<br />

entrar en un pingue que partía para Cádiz, y de allí para Málaga. Mas antes de salir de Cádiz<br />

encontré a un paisano mío, el cual sabiendo la gran práctica y conocimientos que yo tenía de

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