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que saca el alma del sentimiento refrenado con que se sobrepone ella a esas bajezas? ¿Cuánto<br />

se fortalece con tal vencimiento para las desgracias mayores? Sensible es a un corazón<br />

pequeño que se quiebre el vidrio o el barro; pero, ¿por ventura les volverá su entereza el enojo<br />

y la desazón...?<br />

Un recio golpe en la sala rompe el discurso de Hardyl. Envía a Eusebio para que se<br />

informe de la causa. Va Eusebio y vuelve precipitadamente pálido y acezando, todo asustado,<br />

pudiendo apenas proferir que la pobre miss estaba tendida en el suelo sin haberle respondido a<br />

las dos veces que la había llamado. Sube Hardyl, y hallándola del modo que le había dicho<br />

Eusebio, procura levantarla de los brazos; mas ella no daba señal de vida. A<strong>com</strong>ódale una<br />

almohada bajo la cabeza y dice a Eusebio se quede allí mientras él va en busca del médico y<br />

cirujano. Eusebio, creyéndola difunta, se deja apoderar del miedo y aunque no osaba<br />

manifestárselo a Hardyl, íbale detrás siguiéndole todos los pasos en cuanto hacía, hasta tomar<br />

tras él la escalera. Échalo de ver Hardyl, y volviéndose muy serio le pregunta que a dónde iba.<br />

Eusebio le responde que bajaba a la tienda en donde le esperaría. Conoció Hardyl su temor,<br />

pero no quiso violentarlo importunamente; antes bien, condescendiendo en silencio a un<br />

efecto tan natural a un muchacho, lo dejó seguir. Mas no pudiendo tampoco Eusebio quedar<br />

solo en la tienda, sale fuera del umbral para esperar allí a su maestro.<br />

No tardó mucho a volver Hardyl con el médico y cirujano, a quienes la pobre miss había<br />

ya dispensado de recetas y sangrías, habiendo fallecido. El médico, viendo inútil su ciencia<br />

con los difuntos, se despidió; pero el cirujano quedó allí de pies junto al cadáver; y aunque el<br />

aspecto de miss era horrible, afeándolo más la calva amoratada, perdida la toca del golpe de la<br />

caída y con la lengua fuera, <strong>com</strong>o de agarrotado, continuó con todo a contemplarla con<br />

afectado silencio. Rompiólo finalmente preguntando a Hardyl si había muchos años que<br />

aquella mujer le servía. Ocho años son cumplidos, le responde Hardyl. Tiempo cabal, dice el<br />

cirujano, que mi madre desapareció de casa por un grave disgusto que la di, sin haber podido<br />

tener más noticia de ella desde entonces; y en sus facciones, aunque desfiguradas, me parece<br />

reconocerla. Decid por vida vuestra: ¿Llamábase Rimbol? Y confirmándoselo Hardyl,<br />

exclamó el cirujano arrojándose de rodillas: ¡Oh amada madre, qué fatal accidente me trae a<br />

reconoceros en el funesto momento en que no podéis ya recibir ninguna prueba de mi sincero<br />

arrepentimiento y del desengaño de mi ciego amor, al cual vuestros consejos tan justamente se<br />

oponían! ¡Ah! Vuestra paciencia y sufrimiento hallaron sin duda la justa re<strong>com</strong>pensa con<br />

eterno descanso; mas mis males, tristes efectos de una pasión desordenada, ¿cómo podrán<br />

tener fin procediendo de la deshonra y del cruel engaño de la desleal Clarise, sola causa de<br />

nuestra dolorosa separación?<br />

En estas y otras exclamaciones prorrumpía el cirujano a los pies de la difunta, cuando de<br />

repente serenado el rostro, le pregunta a Hardyl si su madre había hecho testamento y si sabía<br />

que hubiese traído consigo algunos papeles y dinero.<br />

Hardyl, sorprendido de su repentina mudanza y de su pregunta, lo estuvo mirando un<br />

poco en silencio; luego le dijo que el dolor que había manifestado en el reconocimiento de su<br />

madre, pudiera haberle hecho creer que fuese hijo suyo, pero que también extrañaba que la<br />

mira del interés hubiese acabado tan presto con su dolor, antes de pensar en dar orden en su<br />

entierro y exequias. Que en cuanto a su pregunta no podía darle respuesta, ignorando que<br />

aquella mujer hubiese traído consigo ni papeles ni dinero. ¿Tendrá por lo menos, volvió a<br />

preguntar el cirujano, de repuesto el salario de tantos años de servicio? Yo sé sólo, dijo<br />

Hardyl, habérselo pagado puntualmente; pero jamás le pedí cuenta de lo suyo. Mostradme,<br />

con todo, su estancia, continuó el cirujano, y fiaos de mí, pues <strong>com</strong>o a su legítimo heredero<br />

todo me pertenece. O bien, si queréis que echemos barra, dadme treinta guineas, <strong>com</strong>o disteis<br />

sin tanta razón las cincuenta a John Bridge, y hago fecha a mi herencia y cruz doblada.

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