08.05.2013 Views

Documento - GutenScape.com

Documento - GutenScape.com

Documento - GutenScape.com

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

en que estaba sentado, aunque me esforzaba con ímpetu. Creílo a primera vista un hechicero,<br />

pero viendo que la india sin conocerlo se había apartado de allí amedrentada también de su<br />

vista, no podía atinar en lo que era. Sosegóme un poco el ademán sumiso y reverente que me<br />

hizo con el cuerpo y manos, encaminándose hacia mí; pero viendo que yo con todo me<br />

levantaba para huir, hízome señal con la mano para que me detuviese. Ya cerca habló en<br />

lengua que no entendía, pero que me pareció la misma que hablaban aquellos bárbaros. Hice<br />

entonces señas a Olura, que así se llamaba la india, que estaba apartada y temerosa, para que<br />

se acercase. Llegada ésta le dice, según pude <strong>com</strong>prender, que desearía hablar al cacique.<br />

Reparando más en su figura vi que llevaba un libro debajo del brazo y que le pendía un<br />

rosario de la cintura, haciéndome venir la idea si sería algún misionero. Se lo pregunto en<br />

lengua francesa y él, no menos alborozado que sorprendido, echándome los brazos al cuello,<br />

me dijo que sí y si yo era francés.<br />

Contéle en breve los funestos accidentes que me habían traído a aquel lugar de cuya<br />

nación poco le podía decir no entendiendo todavía su lengua, pero que en ella se hallaba un<br />

francés, el cual podría darle razón de lo que quisiese. Instóme para que lo a<strong>com</strong>pañase, pues<br />

desearía verse con él. Díjele yo que si quería esperarse iría a llamarlo y que volvería luego<br />

con él. Vino bien en ello y yo encaminéme con Olura para encontrar a Kelkil, que éste era el<br />

nombre del francés. Hallélo en su choza y le cuento lo que había visto; alteróse él un poco y,<br />

habiendo encargado a Olura que callase, se vino conmigo hacia el lugar donde dejamos el<br />

misionero. Era ya tarde y el sol doraba con encendidos rayos los montes desde el horizonte en<br />

que se escondía, cuando llegamos donde estaba puesto de rodillas, las manos alzadas al cielo.<br />

Púsose en pie al oírnos y luego dijo a Kelkil el fin de su venida. Éste <strong>com</strong>enzó a persuadirle<br />

que desistiese de la empresa, la cual tendría seguramente fatales consecuencias. Díjole el<br />

misionero que éstas no lo amedrentaban y que no le harían desistir de su empresa, pues venía<br />

a exponer su vida por el bien de aquella gente.<br />

Yo, que ansiaba dejar aquella vida y que esperaba que la vuelta del misionero podría<br />

servirme de medio, sentía que insistiese en su demanda. Comencé, pues, a decirle que el tentar<br />

una empresa incierta con riesgo de la vida, no me parecía prudencia, pues si llegaba a padecer<br />

la muerte no obtendría el fin por el cual la arriesgaba; que lo más acertado sería que Kelkil<br />

dispusiese antes el ánimo del cacique, prometiéndole algunos dijes europeos a que se<br />

mostraba aficionado, y que él, entretanto, volviendo a su residencia, podría esperar en ella la<br />

respuesta. Kelkil dijo entonces que de ninguna manera; que lo más que podía hacer era callar<br />

y encaminar al misionero hacia el cacique; pero que aquella noche no lo creía acertado.<br />

Esperaré, pues, hasta mañana, dijo el misionero, agradeciendo a Kelkil sus buenas<br />

intenciones; pero que las suyas eran de llevar adelante su empresa, aunque debiese perder la<br />

vida en la demanda, pues para conseguirlo había caminado tanto y padecido muchos trabajos.<br />

¿Tanto camino?, dije yo entonces; ¿pues de dónde venís? De Quebec, me responde; y al<br />

oírlo sobresaltóseme el corazón. Quise entonces informarme de él si se había sabido en la<br />

ciudad la muerte de la mujer de un soldado de nación inglés. Díjome que sí, y que se había<br />

encontrado su cadáver por accidente, ya medio corrompido, en un bosque algo distante de la<br />

ciudad, y que faltando su marido John Bridge, le atribuían el delito. El caso es, me añadió...<br />

¿Cómo?, interrumpió Hardyl, ¿John Bridge os llamáis? ¿Hijo, por ventura, de Pablo Bridge?<br />

Así es, dijo el mozo, ¿pues qué, conocéis a mi padre? No, no; pasad adelante, oí nombrarlo;<br />

no os detengáis. El caso es, pues, me añadió, continuó a decir el mozo, que poco después de<br />

su desaparición, publicó un mercader que había recibido una cédula de cambio de tres mil<br />

libras esterlinas que se le habían de entregar.<br />

A tal noticia no pude contener las lágrimas, maldiciendo de mis malas inclinaciones que<br />

me habían arrastrado a mi perdición. Mirábame sorprendido el misionero, sospechando por la<br />

relación que le hice y por mis lamentos que yo debía ser ese inglés; y así me dijo: ¿Pues qué,

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!