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la tuvo el miedo, y que así <strong>com</strong>o el esfuerzo que hizo para entrar en la bodega se lo había no<br />

poco disminuido, así también el vencimiento de aquella repugnancia que sentía en dejarse ver<br />

manchado por la calle, contribuiría para más disimularlo o para acabarlo de perder, pues así lo<br />

humillaría. Hubo de pasar por ello el pobre Eusebio y algo avergonzado, procurando llevar al<br />

descuido el azafate delante de la chupa para esconder la mancha, se encaminó con Hardyl<br />

hacia casa de Myden.<br />

Susana, que amaba sumamente el aseo, viéndolo <strong>com</strong>parecer muy alegre con el azafate,<br />

con el cual encubría su mancha, recibiólo con cariñosa afabilidad, alabándole mucho aquel<br />

trabajo; pero luego que lo descubrió tan manchado y hediondo trocése su placer en alteración,<br />

pidiéndole la causa de aquella suciedad. Hardyl le cuenta entonces la desgracia; mas Gil<br />

Altano, que estaba presente, le dijo: No dude vmd. mi señora, que no salga don Eusebio de la<br />

escuela del señor Hardyl tan buen tabernero, <strong>com</strong>o buen oficial de cestos, y muy avispado<br />

esportillero, pues el otro día lo vi en la tabla <strong>com</strong>prando carne que pudiera darme quince y<br />

falta. Habíase resentido Altano del reproche moderado que le hizo Hardyl cuando se le ofreció<br />

para llevarle la espuerta, y reservó a esta ocasión el contárselo a Susana, sabiendo que lo<br />

había de llevar a mal, para que diese que sentir a Hardyl, <strong>com</strong>o si éste fuese hombre de<br />

resentimientos; pero consiguió en apariencia su intento, porque Susana, algo alterada, le dijo<br />

que extrañaba que hubiese mandado acción tan indecente.<br />

Hardyl, superior a todas estas pequeñeces, sin mostrar la menor alteración, ni al reporte<br />

de Altano, ni a la extrañeza de Susana, con todo le respondió con afable moderación que<br />

jamás mandaba; pero sí hacía esas cosas en <strong>com</strong>pañía de Eusebio, porque no reputaba ninguna<br />

acción ignominiosa sino las ruines y deshonestas; que otras muchas pudieran parecer bajas a<br />

los ojos de la ambición y de la vanidad, pero que no lo eran en sí; mucho menos siendo<br />

voluntarias y animadas de la virtud y no desemejantes en su género a las de servir en los<br />

hospitales y al lavar los pies a los pobres; no habiendo entre ellas otra diferencia que la que<br />

les pone la opinión y la idea que nos formamos de tales actos de virtud que el uso canoniza.<br />

Añadió Hardyl a estas otras razones, las cuales, aunque movieron el ánimo de Susana, no<br />

pudieron recabar de ella que dejase volver a Eusebio aquella tarde con Hardyl, queriendo que<br />

quedase en casa hasta que tuviese acabado otro vestido.<br />

Esta razón dio Susana a Hardyl en presencia de Henrique Myden para que Eusebio no<br />

fuese a la tienda; y Henrique Myden, que no había estado presente a la disputa de Susana,<br />

vino bien en ello muy alegre porque la mancha le proporcionaba la quedada de Eusebio, sin<br />

penetrar el resentimiento de su mujer. Pero Hardyl, a cuyos ojos no se encubrían los ajenos<br />

sentimientos, debió moderar los suyos; calló y se fue sin su amado Eusebio, resuelto a hacer<br />

triunfar su desinterés y moderación de los resentimientos de Susana. De hecho, creyendo<br />

Henrique Myden que Hardyl volvería a su casa por su discípulo, viendo que no <strong>com</strong>parecía,<br />

después de llevar Eusebio el vestido nuevo, determinó ir a verle. Hallóle ocupado en su<br />

trabajo, y alegrándose con él porque el motivo de no venir por Eusebio no hubiese sido su<br />

salud, le preguntó por la causa de su tardanza. Hardyl, sonriéndose modestamente, le<br />

respondió haberle parecido que su mujer Susana quería encargarse de la educación de Eusebio<br />

y que siendo al parecer opuestas las máximas de entrambos, creía superflua su enseñanza.<br />

Myden, que ignoraba lo pasado, oyendo con sorpresa el discurso de Hardyl, suplicóle le<br />

aclarase un misterio que no <strong>com</strong>prendía.<br />

Contóle entonces Hardyl la disputa y el resentimiento de Susana, y aunque Henrique<br />

Myden lo torció a bulla, culpando los antojos de las mujeres, no dejó de sentirlo,<br />

interesándose el afecto y veneración que al carácter de Hardyl profesaba. Éste le dijo que no<br />

extrañaba el modo de opinar de su mujer, al cual por lo mismo no debía ningún resentimiento;<br />

pero bien hubiera podido dárselo el afecto que Eusebio le merecía a títulos mayores que los de<br />

discípulo; mas que le había costado poco sacrificar su cariño a la tranquilidad de su corazón;

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