Ryke Geerd Hamer – El testamento de una Nueva Medicina
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las tres hojas embrionales. Eso suce<strong>de</strong> al término <strong>de</strong> la primera semana <strong>de</strong><br />
embarazo, es <strong>de</strong>cir, <strong>una</strong> semana antes <strong>de</strong> que la mujer esté segura, por la falta <strong>de</strong> la<br />
menstruación, <strong>de</strong> que está embarazada, es <strong>de</strong>cir, <strong>una</strong> semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />
concepción.<br />
En efecto, la primera célula <strong>de</strong> <strong>una</strong> planta o la <strong>de</strong> un ser humano o un animal no<br />
tienen <strong>una</strong> composición bioquímica distinta.<br />
Ya sabemos que la célula originaria contiene el código para el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l ser<br />
viviente, y ya sólo esto es un milagro enorme. Eso significaría que, en la práctica,<br />
está codificado el proyecto arquitectónico <strong>de</strong> <strong>una</strong> casa. Pero el hecho <strong>de</strong> que en esa<br />
única célula estén contenidos también <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces las leyes naturales para los<br />
programas especiales, biológicos y con sentido, es casi imposible <strong>de</strong> creer. Y es un<br />
milagro <strong>de</strong> la creación que estos programas especiales, que <strong>de</strong> hecho tienen que<br />
haber sido concebidos por el organismo unicelular, sean válidos todavía hoy para<br />
organismos vivientes tan complejos como el hombre y el inteligente <strong>de</strong>lfín.<br />
Justamente las variaciones <strong>de</strong> los programas especiales, al menos en principio,<br />
están ya incluidas en la programación, don<strong>de</strong> por variación entiendo, por ejemplo, la<br />
diversidad <strong>de</strong> la multiplicación celular y <strong>de</strong> la reducción celular en la fase <strong>de</strong> conflicto<br />
activo según su pertenencia a <strong>una</strong> <strong>de</strong>terminada hoja embrional.<br />
Los biólogos y otros estudiosos <strong>de</strong> ciencias naturales tienen que aceptar a<br />
menudo el reproche <strong>de</strong> ser “escépticos”, porque les resulta difícil o incluso imposible<br />
creer en los cientos <strong>de</strong> dogmas <strong>de</strong> las tres gran<strong>de</strong>s religiones, que <strong>de</strong>rivan todas <strong>de</strong>l<br />
judaísmo, típicamente dogmático. Un biólogo con sabe por don<strong>de</strong> empezar con el<br />
concepto <strong>de</strong> “pecado original” que en el cristianismo es un concepto fundamental y<br />
<strong>una</strong> “conditio sine qua non”, que sin embargo no es comprobable científicamente.<br />
Los cristianos no pue<strong>de</strong>n renunciar a ello, porque esto es lo que impone la<br />
“necesidad <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción”. Este concepto <strong>de</strong> pecado original es indispensable para<br />
entrar a formar parte <strong>de</strong>l “ambiente religioso”.<br />
Sin embargo el verda<strong>de</strong>ro científico es a menudo mucho más creyente, en el<br />
sentido <strong>de</strong> respetuoso, frente al milagro <strong>de</strong> la creación. De hecho lo que le sorpren<strong>de</strong><br />
no es, como para los cristianos, la violación <strong>de</strong> las leyes naturales, sino justamente<br />
el prodigio que en la primera célula originaria esté contenido un proyecto creativo tan<br />
gran<strong>de</strong> que hasta ahora los hombres no habíamos podido ni siquiera imaginar. Que<br />
absurdo creer que el creador hubiese hecho al principio su obra mala, malvada y<br />
pecaminosa para incluir <strong>de</strong>spués la necesidad <strong>de</strong> <strong>una</strong> mejora por parte <strong>de</strong> su hijo en<br />
forma <strong>de</strong> re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> las criaturas pecaminosas. Estos eran los falsos caminos<br />
religiosos.<br />
<strong>El</strong> dios padre Zeus, la diosa madre Era o la madre <strong>de</strong> la tierra Gaia para los<br />
griegos, o el dios padre <strong>de</strong>l universo Odín, la diosa madre Friga y muchos otros, no<br />
molestan para nada a los científicos en su admiración y su respeto frente a lo<br />
creado, pues estas concepciones no exigen ningún dogma.<br />
Se compren<strong>de</strong>n, o la enten<strong>de</strong>mos como principio divino <strong>de</strong> esta maravillosa<br />
creación.<br />
A un estudioso <strong>de</strong> las ciencias naturales, por ejemplo, no le importa imaginar el<br />
principio divino primigenio como femenino, mucho más porque en la naturaleza el<br />
principio femenino es seguramente más antiguo que el masculino. Brevemente: en la<br />
concepción griega o germánica <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> las divinida<strong>de</strong>s y también en otras<br />
muchas religiones primitivas se podría hablar <strong>de</strong> <strong>una</strong> concepción divina natural. Por<br />
el contrario las gran<strong>de</strong>s religiones nacidas sobre la base <strong>de</strong>l Antiguo Testamento son<br />
en gran medida no naturales. Mientras que la concepción indogermánica <strong>de</strong> las<br />
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