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MINISTERIOS L ID ERA Z G O ESP IRITU A L Y ... - MINTS español

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nos persigue cuando salimos del púlpito, para saber lo que los oyentes piensan de la predicación.<br />

Si les agradó, entonces nos regocijamos, pero si no les impresionó, entonces nos desanimamos.<br />

Casi no nos preocupamos si tuvo un efecto salvador en algunos oyentes o no.<br />

Algunos ministros están tan ansiosos por ser populares que envidian a sus hermanos más<br />

famosos. Parecen pensar que los dones que Dios les ha dado son para atraer la admiración de la<br />

gente. Si otros tienen mayores dones que ellos, entonces dicen que se les está “sobrestimando”.<br />

¿Acaso nos hemos olvidado que Cristo nos da dones para beneficiar a toda la iglesia? Si los dones<br />

de nuestros hermanos glorifican a Dios y benefician a su pueblo, ¿No deberíamos dar las gracias<br />

a Dios?<br />

No obstante, cuán frecuentemente encontramos a los ministros manchando secretamente la<br />

reputación de los hermanos más dotados. Cuando no pueden encontrar muchos motivos para<br />

criticarlos, entonces se rebajan al nivel de levantar malas sospechas, rumores maliciosos e<br />

insinuaciones. Otros, quienes temen perder su popularidad, no permiten que los mejores<br />

predicadores ocupen sus púlpitos. Esta actitud es tan común que es raro encontrar a dos<br />

predicadores igualmente dotados, trabajando en armonía en la misma iglesia. Su amistad es<br />

frecuentemente enfriada por la envidia y la rivalidad. Algunos ministros son tan celosos para<br />

mantener su posición que tratan de hacer todo ellos mismos, en lugar de ocupar a un asistente.<br />

Esto resulta en que el ministerio sea desacreditado y en el descuido pastoral del pueblo de Dios.<br />

Algunos ministros piensan que siempre tienen la razón, aún en los detalles más pequeños, y<br />

critican a cualquiera que se atreve a estar en desacuerdo con ellos. Ellos rechazan la doctrina de<br />

la infalibilidad papal, pero parece como si ellos aspirasen a ser pequeños papas. Esperan que<br />

todos estén de acuerdo con ellos como si fueran infalibles.<br />

Ellos ponen como pretexto, que es su celo por la verdad. Pero, si esto es así, entonces ¿Porqué se<br />

enojan tanto cuando se demuestra que están equivocados en algo, y lo toman como si fuera un<br />

insulto personal? Algunos errores se apegan tanto a algunos predicadores famosos, que parece<br />

imposible refutar el error sin que lo tomen como algo personal. Parece que ellos piensan que si<br />

alguien demuestra que están equivocados en un punto, entonces perderán toda su reputación. Por<br />

lo tanto, ellos defienden tenazmente todo lo que hayan dicho.<br />

Tenemos la tendencia de amar a aquellos que son de nuestra opinión y que ayudan a nuestra<br />

causa. Deberíamos evitar la critica innecesaria y el lastimar la reputación de otros, hasta el punto<br />

en que sea posible. Sin embargo, todos nosotros guardamos resentimientos contra aquellos que<br />

ponen de manifiesto nuestras fallas y especialmente si lo hacen públicamente. El orgullo nos hace<br />

pensar que todos aquellos que no están de acuerdo con nosotros, están prejuiciados y son<br />

buscapleitos. Algunos son tan pomposos que solamente son capaces de escuchar halagos y<br />

cumplidos.<br />

Estoy horrorizado de que muchos de estos pecados sean trivializados de tal modo que la gente no<br />

los vea como malos, cuando los ven aparecer en aquellos que supuestamente son piadosos (es<br />

decir en los ministros). Cuando regañamos a los incrédulos por sus pecados de la carne,<br />

esperamos que sean agradecidos. Pero si ponemos de manifiesto los pecados de los ministros,<br />

ellos reaccionan como si hubieran sido escandalosamente insultados. Estoy avergonzado de<br />

admitir que el orgullo ha llegado a ser tan obvio en nuestros sermones y escritos que todo el<br />

mundo lo puede ver. Nos hemos deshonrado a nosotros mismos, haciendo de nuestro honor un<br />

ídolo. La piedad verdadera no puede existir, a menos que aborrezcamos nuestro orgullo, lo<br />

lamentemos y peleemos contra el. Sin embargo, si los síntomas del orgullo son una evidencia<br />

segura de la impiedad, entonces, los pastores piadosos han de ser muy escasos.

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