MINISTERIOS L ID ERA Z G O ESP IRITU A L Y ... - MINTS español
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para armarnos de la abnegación que debe acompañarlos, y serán de poca utilidad para<br />
aquellos entre quienes trabajemos. Hablo de abnegación, y bien puedo hacerlo, porque la<br />
obra del verdadero pastor está llena de ella, y sin amor a su vocación pronto sucumbirá, o<br />
dejará por penosas las tareas que se ha impuesto, o las proseguirá con disgusto, abrumado<br />
por una monotonía tan cansada como la del caballo ciego que tira de la rueda de un<br />
molino.<br />
"Hay un consuelo en la fuerza del amor; y éste hará soportable una cosa que de otra<br />
manera, destrozaría el corazón."<br />
Ceñidos con ese amor, seréis intrépidos; desprovistos de ese cinturón más que mágico, de<br />
irresistible vocación, desfalleceréis bajo el peso de la miseria mayor.<br />
Este deseo debe ser meditado. No basta que sea un impulso repentino que no vaya<br />
acompañado de una ansiosa consideración. Es preciso que sea el fruto de nuestro corazón<br />
en sus mejores momentos, el objeto de nuestras reverentes aspiraciones, el sujeto de<br />
nuestras más fervorosas oraciones. Debe persistir en nosotros aun cuando ofertas<br />
tentadoras de riquezas y comodidades vengan a ponerse en conflicto con él, y permanecer<br />
como una resolución tomada con calma y con la cabeza despejada, después que todo haya<br />
sido estimado en su justo valor, y calculado concienzudamente su costo. Cuando siendo<br />
yo niño vivía en el campo en la casa de mi abuelo, vi una partida de cazadores vestidos<br />
de casacas coloradas, corriendo a caballo a través de los campos en persecución de un<br />
zorro. Mi corazón infantil se entusiasmó, y me sentí dispuesto a seguir tras los sabuesos<br />
saltando setos y zanjas. Siempre he sentido una inclinación natural por esa clase de<br />
ejercicios, y cuando de muchacho se me preguntaba lo que yo quería ser, generalmente<br />
contestaba que iba a ser cazador. ¡Hermosa profesión, a fe mía! Muchos jóvenes tienen<br />
de ser pastores de almas, la misma idea que yo tenía de ser cazador. Los anima un<br />
pensamiento meramente pueril de que les agradaría la casaca roja y el silbato de cuerno,<br />
es decir, los honores, los respetos, las comodidades y son probablemente bastante necios<br />
para pensar también en las riquezas del ministerio. La fascinación que ejerce el cargo de<br />
predicador en los espíritus débiles, es muy grande, y por lo mismo exhorto encarecidamente<br />
a todos los jóvenes a que no confundan un capricho con la inspiración, y un<br />
antojo pueril con el llamamiento del Espíritu Santo.<br />
Fijaos bien en que el deseo de que he hablado, debe ser profundamente desinteresado. Si<br />
un hombre después de un cuidadoso examen de sí mismo, puede descubrir que tiene un<br />
motivo diferente del de la gloria de Dios y el bien de las almas, para optar por el<br />
pastorado, haría bien en volverse de él inmediatamente; porque el Señor llevará a mal el<br />
ingreso de compradores y vendedores en su templo: la introducción de cualquiera cosa<br />
mercenaria, aun en el menor grado, será como la mosca en el bote de ungüento, y todo lo<br />
echará a perder.<br />
Este deseo debe ser tal que persista en nosotros, una pasión que resista toda clase de<br />
pruebas; un anhelo del cual nos sea imposible escapar, aunque hayamos procurado<br />
hacerlo; un deseo, en suma, que crezca más intensamente con el transcurso de los años,