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MINISTERIOS L ID ERA Z G O ESP IRITU A L Y ... - MINTS español

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podemos salvar a algunos, debemos a semejanza de nuestro Señor, platicar en la mesa,<br />

con naturalidad, llevando ese buen propósito; hacerlo en el borde de un pozo, al andar por<br />

un camino, en la playa del mar, en la casa y en el campo. Un platicador santo, es casi tan<br />

útil como un fiel predicador. Llevad por mira la excelencia en uno y otro ejercicio, y si en<br />

su práctica solicitáis el auxilio del Espíritu Santo conseguiréis sin duda lo que deseáis.<br />

Quizá convenga aquí formular un consejo, por más que en mi concepto sea innecesario al<br />

tratarse de hermanos tan honorables como son todos y cada uno de aquellos a quienes me<br />

dirijo.<br />

No frecuentéis las mesas de los ricos mendigando sus favores, ni nunca consintáis en<br />

llevar, por decirlo así, la batuta, en las convivialidades y diversiones mundanas. ¿Quiénes<br />

sois vosotros para andar formando el séquito de los ricos y poderosos, cuando los pobres<br />

del Señor, sus enfermos y humildes ovejas descarriados exigen vuestros servicios y<br />

preferente atención? Sacrificar el estudio a las tertulias en un acto reprensible. No tener<br />

gente en la iglesia y andarla asechando en sus casas para llevarla a remolque a que llene<br />

nuestros asientos vacíos, es una degradación a que ningún hombre digno se querría<br />

sujetar.<br />

Ver a ministros de diferentes sectas revolotear alrededor de un rico, como lo hacen los<br />

buitres alrededor de un camello muerto, es cosa repugnante. Deliciosamente sarcástica<br />

fue la famosa carta dirigida por un anciano y venerable ministro a su querido hijo, con<br />

motivo de la entrada de éste al ministerio, y en la cual le decía, entre otras cosas, lo que<br />

en segui-guida extractamos y que viene muy a pelo, a lo que llevamos dicho. Se dice que<br />

fue copiada de la Smel-Ifungus Gazette, pero me sospecho que nuestro amigo Paxton<br />

Hood conoce bien al autor. Dice así: "Está pendiente de toda clase de personas,<br />

especialmente de los ricos e influyentes que vengan a tu pueblo. No dejes de visitarlos y<br />

de esforzarte en atraértelos haciéndoles la corte. De esta manera promoverás eficazmente<br />

los intereses de tu Señor. La gente ha menester que se le busque, y el resultado de una<br />

larga experiencia ha venido a confirmar mi convicción, por mucho tiempo alimentada, de<br />

que el poder del pulpito es nada comparado con el del estrado. Debemos imitar y<br />

santificar, por la palabra de Dios y la oración, la práctica observada por los jesuitas. Estos<br />

han debido su buen éxito, no tanto al pulpito como al estado. En los salones puedes<br />

cuchichear y hacerte cargo de cuáles son las ideas privadas de la gente.<br />

El pulpito es un lugar enfadoso: es por supuesto el gran poder de Dios; pero con todo, en<br />

los salones es donde se conquista, y un ministro no puede esperar el mismo éxito si es un<br />

buen predicador, que si es un perfecto caballero; ni en su trato con la sociedad puede<br />

nadie obtener buenos resultados si no lo es, sea cual fuere su carácter. Siempre he<br />

admirado el carácter de San Pablo escrito por Shaftesburry, quien afirma que aquel fue un<br />

fino caballero. Te aconsejo por lo mismo que tú lo seas. No es que necesites que te haga<br />

semejante recomendación, pero insisto en ello porque estoy persuadido de que sólo de<br />

esta manera podemos esperar la conversión de nuestra creciente clase acomodada.<br />

Debemos manifestar que nuestra religión es la religión del buen sentido y del buen gusto,<br />

y que desaprobamos los severos estímulos. Por tanto, mi querido hijo, si deseas ser útil,<br />

ora a menudo en tu gabinete pidiendo fervorosamente ser un hombre de buena sociedad.

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