MINISTERIOS L ID ERA Z G O ESP IRITU A L Y ... - MINTS español
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"1. Un ardiente y sincero deseo de ser empleado en este servicio. Concibo que el hombre<br />
que una vez que es movido por el Espíritu de Dios para este trabajo, lo preferirá, si está a<br />
su alcance, a un tesoro de oro o plata; de modo que, aunque a veces se halle intimidado<br />
por la importancia y dificultades de tal cargo, en vista de su grande insuficiencia (porque<br />
es de presumirse que un llamamiento de esta naturaleza, si realmente viene de Dios, debe<br />
estar acompañado de la humildad y menosprecio de sí mismo ) no pueda, con todo,<br />
abandonarlo. Juzgo que es una buena regla investigar con relación a este punto, si el<br />
deseo de predicar es más ferviente en nuestras más vivas y espirituales fantasías, y<br />
cuando más nos hundimos en el polvo delante del Señor. Si es así, esta es una buena<br />
señal. Pero si, como algunas veces acontece, una persona está muy ansiosa de predicar a<br />
las demás, cuando se halla con poca hambre y poca sed de gracia en su propia alma, es<br />
entonces de temerse que su celo dimane más bien de un principio egoísta, que del<br />
Espíritu de Dios.<br />
"2. Además de este afectuoso deseo y buena disposición de predicar, debe en su debido<br />
tiempo aparecer la competencia suficiente para ello en cuanto a dotes, instrucción y modo<br />
de expresarse. Es seguro que si el Señor envía a un hombre a predicar a los demás,<br />
cuidará de proveerlo de lo que ha menester. Creo que han pensado en constituirse en<br />
predicadores, muchos que apenas estaban en camino, o antes de su llamamiento a<br />
hacerlo. La principal diferencia entre un ministro y un cristiano privado, parece que<br />
consiste en aquellas dotes ministeriales que se le imparten no para su propio beneficio,<br />
sino para la edificación de los demás. Pero digo que estos tienen que aparecer a su debido<br />
tiempo; no deben esperarse instantáneamente, sino por grados, en el uso de los medios<br />
adecuados. Son necesarios para el desempeño del ministerio, pero no lo son como<br />
requisito previo para sancionar nuestras aspiraciones a él. Por lo que a vos hace, sois<br />
joven y tenéis tiempo ante vos, por tanto, creo que no debéis preocuparos con la investigación<br />
de si ya tenéis tales dotes. Basta que vuestro deseo se haya fijado y que<br />
tengáis voluntad en el camino de la oración y de la diligencia, de estar a las órdenes del<br />
Señor que las concede. Por ahora no los necesitáis.<br />
"3. Lo que finalmente evidencia un llamamiento propio, es que tenga un principio<br />
providencial, por una reunión de circunstancias que gradualmente indiquen los medios, el<br />
tiempo y el lugar para emprender los trabajos. Y hasta que esta coincidencia no se<br />
verifique, no debéis esperar ver vuestro espíritu libre siempre de toda vacilación. La<br />
principal precaución que debe tomarse a este respecto, es no dejarse llevar por las<br />
primeras apariencias. Si la voluntad del Señor fuese traeros al ministerio, ya os tiene<br />
designados vuestro lugar y vuestro servicio, y aunque no sepáis cuales son todavía, lo<br />
sabréis en su oportunidad. No teniendo los talentos de un ángel podrías hacer nada bueno<br />
con ellos hasta que os llegue la hora prefijada por Dios, y él os conduzca a la gente1<br />
Nosotros titubearíamos en hablar precisamente de esta manera.<br />
Los dotes deben manifestarse de alguna manera antes de que el deseo sea estimulado.<br />
Con todo, en lo esencial estoy de acuerdo con el Sr. Newton a quien haya determinado<br />
bendecir por vuestro medio Es muy difícil que nos restrinjamos aquí dentro de los límites<br />
de la prudencia, cuando nuestro celo es ardiente: al afectar a nuestro corazón un