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MINISTERIOS L ID ERA Z G O ESP IRITU A L Y ... - MINTS español

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de prevalecer en la oración, tendréis muchas súplicas que presentar en nombre de otros<br />

que en tropel se os dirigirán pidiéndoos los tengáis presentes en vuestras intercesiones, y<br />

de ese modo os hallaréis comisionados con mensajes para el propiciatorio, por amigos y<br />

oyentes en general. Tal es siempre la suerte que me cabe, y me siento gozoso al tener que<br />

presentar semejantes súplicas a mi Señor. Nunca os mostréis parcos en asuntos para la<br />

oración aun cuando no os los sugiriera nadie. Pasad revista a vuestra congregación.<br />

Siempre hay ovejas enfermas en el rebaño, y muchas más que lo están en lo moral.<br />

Algunas no están salvas, otras están buscando y aún no pueden hallar. Muchas se sienten<br />

desesperanzadas, y no pocas creyentes están expuestas a resbalar o se hallan en aflicción.<br />

Hay lágrimas de viudas y suspiros de huérfanos que echar en nuestra redoma para irla<br />

luego a vaciar ante el trono del Señor.<br />

Si sois ministros verdaderos de Dios, estaréis como los sacerdotes ante Jehová, llevando<br />

puestos espiritualmente el efod y el pectoral con los nombres inscritos de los hijos de<br />

Israel, rogando por ellos dentro del velo. He conocido a hermanos que han acostumbrado<br />

llevar una lista de las personas por quienes se sentían movidos a orar de una manera<br />

especial, y no pongo en duda que semejante registro les haya traído a la memoria con<br />

frecuencia, lo que de otro modo habrían quizás olvidado. Ni debéis concretaros tan sólo a<br />

vuestra gente: la nación y el mundo reclaman también su parte. El hombre perseverante<br />

en la oración, será un muro de fuego alrededor de su país, su ángel guardián y su escudo.<br />

Todos nosotros hemos oído decir cómo los enemigos de la causa protestante temían a las<br />

oraciones de Knox, más que a ejércitos de diez mil hombres. El famoso galés era también<br />

un gran intercesor por su país. Acostumbraba decir que se admiraba de que un cristiano<br />

pudiese permanecer acostado toda la noche en su lecho, sin levantarse a orar. Cuando su<br />

esposa temiendo que se resfriara le siguió al cuarto donde él se había retirado, oyó que<br />

decía en frases entrecortadas: "¿Señor, no me concederás a Escocia?" ¡Ojalá que nosotros<br />

pudiéramos ser vistos a media noche luchando de esa manera y exclamando: "¿Señor, no<br />

nos concederás las almas de nuestros oyentes?"<br />

El ministro que no ora fervientemente por su obra, es preciso que sea un hombre vano y<br />

presuntuoso. Se porta como si se juzgase suficiente por sí mismo, y sin necesidad por lo<br />

tanto, de recurrir a Dios. ¡Y qué orgullo tan infundado se muestra al concebir que nuestra<br />

predicación puede ser por sí misma alguna vez tan poderosa que haga volver a los<br />

hombres de sus pecados, y traerlos a Dios sin la operación del Espíritu Santo! Si<br />

verdaderamente somos humildes de corazón, no nos aventuraremos a presentarnos en la<br />

pelea, sino hasta que el Señor de los ejércitos nos haya revestido de todo poder, y<br />

dichones: "Anda en esta tu fuerza." El predicador que descuida la práctica de orar mucho,<br />

es menester que sea muy negligente en cuanto a su ministerio. No puede haber comprendido<br />

bien su llamamiento, computado el valor de una alma, o estimado lo que<br />

significa la voz eternidad. Es preciso que sea un mero empleado, tentado a ocupar un<br />

pulpito porque el pedazo de pan que pertenece al cargo del ministro le es muy necesario,<br />

o un hipócrita detestable que aspira a las alabanzas de los hombres y no se cuida de<br />

merecer las alabanzas de Dios. El que así procede llegará a ser con seguridad un orador<br />

puramente superficial, bien aceptado donde la gracia sea lo que menos se valorice, y una<br />

vana ostentación lo que más se admire. No puede ser de aquellos que aran bien la tierra<br />

para obtener una abundante cosecha. Es un mero holgazán, no un trabajador. Como

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