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MINISTERIOS L ID ERA Z G O ESP IRITU A L Y ... - MINTS español

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ocasiones pueda para practicar el bien: esto no vendrá a turbar su descanso; al contrario,<br />

lo santificará. Un ministro debe ser como cierto aposento que yo vi en Beaulieu y en el<br />

cual nunca se hallaba ninguna telaraña. Es un gran cuarto hecho de madera y que nunca<br />

se barre, no obstante lo cual no hay arañas que lo profanen acusando desaseo. Tiene ese<br />

cuarto el techo de nogal, y por razones que yo ignoro, las arañas nunca se aproximan a<br />

esa clase de madera. Lo mismo se me dijo que pasaba en los corredores de la escuela de<br />

Winchester. Nuestro espíritu debe igualmente hallarse libre de hábitos ociosos.<br />

En los bancos hechos para que descansen los que cuidan las puertas en la ciudad de<br />

Londres, se pueden leer las siguientes palabras: "Descansad pero no perdáis el tiempo," y<br />

esa advertencia es digna de nuestra atención. Yo al dolce far niente no le llamo pereza:<br />

hay un dulce no hacer nada que es la mejor medicina conocida para el espíritu que se<br />

halla fatigado. Cuando ha perdido el alma su vigor, puede decirse que el descansar<br />

implica tanta pereza como la implica el dormir, y a nadie se le llama perezoso porque se<br />

entregue al sueño en las horas propias y oportunas. Es mucho mejor mostrarse industrioso<br />

durmiendo, que ocioso en estado de vigilia. Estad siempre dispuestos a hacer el bien en<br />

vuestro tiempo de receso y en vuestras horas de asueto, y seréis realmente ministros sin<br />

pregonar que lo sois.<br />

El ministro cristiano fuera del pulpito, debe ser un hombre sociable. No ha sido, en<br />

efecto, enviado al mundo para sentar plaza de ermitaño o de monje de la Trappe. No es su<br />

vocación la de estarse encaramando en un pilar todo el día, por encima de semejantes,<br />

como el legendario Simón Estilita de otros tiempos. No estáis destinado a lanzar trinos<br />

desde la cima de un árbol como un invisible ruiseñor, sino a ser hombres entre los<br />

hombres, diciéndoles: "Yo soy también como vosotros en todo aquello que se relacione<br />

con la humanidad." La sal de nada sirve en el salero, tiene que espolvorearse en la carne,<br />

y de igual modo nuestra influencia personal debe sazonar la sociedad introduciéndose en<br />

ella. Si vivís alejado de los demás ¿cómo los podréis beneficiar? Nuestro Señor asistió a<br />

una boda y comió pan con los publicanos y pecadores, y fue sin embargo mucho más<br />

puro que los santurrones fariseos cuya gloria consistía en mantenerse apartados de sus<br />

semejantes. Algunos ministros necesitan que se les diga que son de la misma especie que<br />

sus oyentes. Es un hecho que por sabido se calla, pero al cual queremos darle un énfasis<br />

marcado, que los que se titulan vicarios, rectores, deanes, prebendados, canónigos,<br />

obispos, arzobispos y cardenales, no dejan ni pasan de ser hombres, sólo hombres, pues<br />

Dios no ha levantado hasta ahora en lugar alguno de la tierra una eminencia que sirva de<br />

muro divisorio entre sus ministros y el resto de la humanidad.<br />

Muy conveniente sería que de nuevo se estableciera la costumbre de tener un rato de<br />

conversación piadosa en el atrio da la iglesia donde se reúne la gente a esperar que<br />

empiece el culto. A mí mucho me agrada ver los corpulentos árboles que hay al lado de<br />

nuestras antiguas iglesias, con asientos a su rededor. No parece sino que dicen: "Sentaos<br />

aquí, vecino, a platicar acerca del sermón. No tarda en venir el pastor a juntarse con<br />

nosotros, y tendremos una agradable y santa conversación." No con todos los predicadores<br />

nos gusta platicar, pero hay algunos a quienes por que nos platicaran una hora,<br />

daríamos cuanto quisieran. Me encanta un ministro cuya fisonomía me invita a tratarlo<br />

como amigo; un hombre en cuya mirada se puede leer: "Salve," "Bienvenido;" y no uno

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