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Descargue la revista Estela Nº6 - Editorial Fajardo el Bravo

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El recién llegado portaba cartas de recomendación que su padre, D. Justo,<br />

le había proporcionado para <strong>el</strong> Capitán General, pero su sentido ético, que años<br />

más tarde él mismo definiría como “sandiamente quijotesco”, le impulsaron a<br />

no utilizar<strong>la</strong>s. En <strong>la</strong> asignación de destinos, le correspondió <strong>la</strong> enfermería de<br />

<strong>la</strong> trocha de Vista Hermosa, en <strong>el</strong> distrito<br />

de Puerto Príncipe (provincia de<br />

Camagüey), en <strong>la</strong> 1ª Brigada de <strong>la</strong> 2ª<br />

División, donde permanecería algo más<br />

de dos meses y medio. Era esta posición<br />

una de <strong>la</strong>s más ais<strong>la</strong>das y p<strong>el</strong>igrosas de <strong>la</strong><br />

is<strong>la</strong>– a diario había tiroteos entre los<br />

insurrectos y los centine<strong>la</strong>s españoles-.<br />

Cajal describe <strong>el</strong> puesto como “un<br />

pequeño pob<strong>la</strong>do extendido por <strong>la</strong>s<br />

faldas de un suave altozano, rodeado de<br />

extensos maniguales. En <strong>la</strong> eminencia<br />

más prominente alzábase un sólido fortín<br />

cuadrado, construido con gruesos troncos<br />

de árbol y surcado de aspilleras. En él se<br />

alojaba una mermada compañía...” El<br />

barracón de <strong>la</strong> enfermería se encontraba<br />

a escasa distancia protegido por dos<br />

El capitán Ramón y Cajal<br />

torreones. Una vez al mes se recibían de Puerto Príncipe <strong>la</strong>s raciones necesarias<br />

para <strong>la</strong> guarnición y enfermería. Las doscientas p<strong>la</strong>zas de esta, se encontraban<br />

completas por enfermos de paludismo, disentería y otros males.<br />

Cuenta Cajal en sus “Recuerdos de Infancia y Juventud” que no disponía<br />

de otros medicamentos más que de quinina y láudano para aliviar los males de<br />

sus enfermos. El nuevo oficial médico disponía de un cuartito, separado por un<br />

tabique de tab<strong>la</strong>s, en <strong>el</strong> que se acumu<strong>la</strong>ban <strong>la</strong>s armas de los soldados muertos,<br />

correajes, cajas de alimentos y botes de medicamentos. Los pocos ratos libres<br />

los empleó en aprender inglés y practicar <strong>la</strong> fotografía en un improvisado<br />

<strong>la</strong>boratorio que montó en aqu<strong>el</strong> apartado. En tales condiciones no pasó mucho<br />

tiempo antes de que contrajese <strong>el</strong> paludismo, a pesar de lo cual continuó<br />

manteniendo <strong>la</strong> enfermería y aún sostuvo <strong>el</strong>evado <strong>el</strong> animo y <strong>el</strong> espíritu: “...<br />

había perdido <strong>el</strong> apetito y <strong>la</strong>s fuerzas; <strong>el</strong> bazo se hipertrofiaba; <strong>la</strong> color tornose<br />

amarillenta; andaba premiosamente y <strong>la</strong> anemia, ¡<strong>la</strong> terrible anemia<br />

palúdica!, se iniciaba con todo su cortejo de síntomas a<strong>la</strong>rmantes. Al fin quedé<br />

postrado, siéndome imposible atender a los enfermos. La situación sanitaria en<br />

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