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Descargue la revista Estela Nº6 - Editorial Fajardo el Bravo

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cesar. No había ninguna cama. Solo un pequeño banco para poder sentarse.<br />

Por <strong>el</strong> día debía acudir al trabajo y por <strong>la</strong> noche regresaba a su castigo.<br />

Al cabo de un tiempo y cuando ya habían regresado a Odesa y se<br />

encontraban en <strong>el</strong> campo número 1, les fueron a ver una comisión con un<br />

miembro d<strong>el</strong> Partido Comunista Español. Le l<strong>la</strong>maron y le preguntaron si se<br />

quería quedar a trabajar en Rusia. Contestó que no, que se quiere ir a España.<br />

El d<strong>el</strong>egado, Abad, le dice que si vu<strong>el</strong>ve, Franco lo fusi<strong>la</strong>. Él contesta que le<br />

da igual, que si va a España y lo matan su madre lo verá, vivo o muerto, pero<br />

que si se queda en Rusia seguro que moriría como un perro.<br />

También y durante su estancia, en una ocasión <strong>la</strong>s autoridades soviéticas<br />

quisieron repatriar a muchos de <strong>el</strong>los a España, pero dirigentes d<strong>el</strong> Partido<br />

Comunista Español lo impidieron. Por esa razón y como protesta hicieron los<br />

prisioneros numerosas hu<strong>el</strong>gas y se enviaron muchos escritos a Moscú, al<br />

Ministerio de Asuntos Exteriores y a <strong>la</strong>s Embajadas. Algunas de <strong>la</strong>s enfermeras<br />

de los hospitales les ayudaron. Les daban pap<strong>el</strong> y tinta y depositaban <strong>la</strong><br />

correspondencia al correo. A cambio les rega<strong>la</strong>ban cinturones o cortes de<br />

zapato de hilo que se realizaban en <strong>el</strong> período invernal, ya que muchas veces<br />

no se podía salir al trabajo por <strong>la</strong>s terribles ventiscas de nieve y frío reinante.<br />

En alguna ocasión que salieron, algunas personas desaparecían “devorados”<br />

por <strong>la</strong> tormenta. El trabajar en <strong>el</strong> interior de los barracones les salvó quizás <strong>la</strong><br />

vida en más de una ocasión.<br />

Días más tarde <strong>la</strong>s autoridades d<strong>el</strong> campo ent<strong>revista</strong>ron al grupo en general<br />

de 190 españoles de los que fueron apartados ocho. Entre <strong>el</strong>los Piñeiro que<br />

fue conducido e ingresado en <strong>el</strong> campo de castigo l<strong>la</strong>mado <strong>el</strong> número 2. En él<br />

<strong>la</strong> policía tenía por costumbre l<strong>la</strong>mar a los presos a dec<strong>la</strong>rar a <strong>la</strong>s horas de <strong>la</strong><br />

comida, por lo que no <strong>la</strong> podían realizar. También lo hacían por <strong>la</strong> noche<br />

después de <strong>la</strong>s dos de <strong>la</strong> madrugada para acusar a otros compañeros de haber<br />

realizado escritos o de<strong>la</strong>tar sus conversaciones. Como no decían nada, les<br />

llevaban a unos sótanos que inundaban de agua. Allí permanecían con <strong>el</strong><strong>la</strong> al<br />

cu<strong>el</strong>lo durante dos o tres horas. Luego los sacaban en medio d<strong>el</strong> frío y los<br />

devolvían a los barracones. Cada uno secaba su ropa como podía. Así<br />

estuvieron dos meses pero nunca consiguieron que nadie de<strong>la</strong>tase a nadie. El<br />

compañerismo fue <strong>el</strong> arma que emplearon para sobrevivir.<br />

Después de unos meses fue enviado a trabajar a los astilleros de Odesa<br />

donde se estaban construyendo <strong>la</strong>nchas rápidas. En febrero de 1947, les<br />

incorporaron con los prisioneros de <strong>la</strong> División Azul, curiosa paradoja, y <strong>el</strong><br />

periplo de cárc<strong>el</strong>es, hospitales y campos de trabajo continuó hasta los primeros<br />

días d<strong>el</strong> mes de marzo de 1954.

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