Descargue la revista Estela Nº6 - Editorial Fajardo el Bravo
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Les forman y los conducen a una barraca de madera. Las literas eran<br />
también de madera y en <strong>el</strong> centro de <strong>la</strong> estancia había una estufa de hierro<br />
fundido, que cuando <strong>la</strong> encendieron, los chinches y piojos comenzaron a correr<br />
por <strong>la</strong>s literas como poseídos por <strong>el</strong> diablo. Por <strong>la</strong> noche, esos incómodos<br />
vecinos recorrían y se hacían dueños de los cuerpos de los prisioneros. Apenas<br />
había agua para <strong>el</strong> aseo personal y debían fundir nieve si querían <strong>la</strong>varse un<br />
poco de vez en cuando. Los víveres que disponían se encontraban al aire libre<br />
cubiertos con lonas y <strong>la</strong> alimentación al mediodía se componía de sopa de<br />
pescado, trigo o avena, con cuatrocientos gramos de pan negro; y por <strong>la</strong> noche,<br />
sopa de grano y trescientos gramos de mijo o una especie de maíz.<br />
El trabajo que realizaban consistía en limpiar <strong>la</strong> carretera de nieve. Ésta se<br />
encontraba muy he<strong>la</strong>da y tenían que utilizar barras de hierro y pesados<br />
martillos para picar<strong>la</strong>. El trabajo era muy duro y terminaban con <strong>la</strong>s manos<br />
muy maltrechas. Muchos, para endurecer <strong>la</strong>s palmas de sus manos, orinaban<br />
sobre <strong>el</strong><strong>la</strong>s. A lo <strong>la</strong>rgo de toda <strong>la</strong> jornada sólo les dejaban estar menos de veinte<br />
minutos en una caseta algo caliente. El frío era muy intenso pero lo terrible era<br />
cuando sop<strong>la</strong>ba <strong>el</strong> temido viento siberiano, al que denominaban “purga”.<br />
Cuando eso ocurría no se veía nada en absoluto y se debía caminar de cinco<br />
en cinco cogidos unos a otros para no ser barridos por <strong>el</strong> temporal, cosa que a<br />
más de uno le ocurrió.<br />
Las tormentas podían durar días o semanas. La nieve lo cubría todo y se<br />
debía realizar enormes esfuerzos para caminar y llegar a los sitios. Algunas<br />
veces se quedaban sin comer al no encontrar <strong>la</strong> cocina, o al volver no<br />
encontraban los barracones. Los perros guardianes también se perdían los<br />
días de “purga”.<br />
EN LA ENFERMERÍA<br />
Cuando algún preso enfermaba era ingresado en <strong>la</strong> enfermería d<strong>el</strong> campo<br />
donde era tratado, pero no con muy buenos modales. Piñeiro sufrió esta<br />
vicisitud y cuando llevaba cuatro días ingresado, ya casi totalmente<br />
restablecido de su cólico, entró en <strong>la</strong> enfermería un hombre casi muerto de<br />
frío. Le miró fijamente y creyó reconocerlo. Resultó ser un compañero suyo<br />
Maquinista de <strong>la</strong> Marina Mercante. Había estado arrestado en unos de los<br />
montes próximos más de veinte horas a <strong>la</strong> intemperie, por no haber querido ir<br />
a trabajar <strong>el</strong> día anterior. Normalmente a los dieciocho días de estar trabajando<br />
en <strong>el</strong> exterior, todos los españoles tenían que ser ingresados en <strong>la</strong> enfermería.