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53. Recibireis Poder - Truth For the End of Time

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10 de febrero SANTIFICAClÓN DE LOS LABIOS<br />

Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio<br />

tu pecado. (Isaías 6: 7).<br />

Mediante su don celestial, el Señor hizo amplia provisión para su pueblo. Un padre terrenal no puede<br />

dar ni transferir al hijo un carácter santificado. Únicamente Dios es capaz de transformarnos. Al soplar<br />

sobre sus discípulos, Cristo les dijo: "Recibid el Espíritu Santo" (Juan 20: 22). Este es el gran don del<br />

cielo. Mediante el Espíritu, el Señor impartió su propia santificación, y dotó a los suyos de su poder<br />

para ganar conversos al evangelio. De allí en adelante Cristo viviría mediante sus capacidades y<br />

hablaría por intermedio de las palabras de ellos. Los discípulos recibieron el privilegio de saber que<br />

desde ese momento eran uno con el Señor. Deberían apreciar sus principios, y ser controlados por su<br />

Palabra. Lo que dijeran procedería de un corazón renovado y sería expresado por labios santificados.<br />

Dejarían de ser egoístas; Cristo viviría y hablaría por su intermedio. Les dio la gloria que tuvo con el<br />

Padre, para que ellos y él pudieran ser unos con Dios.<br />

En las cortes celestiales el Señor Jesús es nuestro gran Sumo Sacerdote y nuestro Abogado. Los<br />

adoradores no aprecian la solemne posición en la cual nos encontramos respecto a él. Para nuestro bien<br />

presente y futuro necesitamos comprender esta relación. Si somos hijos suyos, estaremos unidos unos a<br />

otros, y vinculados a la fraternidad cristiana. Al estar ligados por el mismo vínculo sagrado que une a<br />

los que son lavados en la sangre del Cordero, nos amaremos unos a otros del mismo modo como él nos<br />

amó. Unidos a Dios en Cristo, hemos de vivir como hermanos.<br />

Gracias a Dios contamos con un gran Sumo Sacerdote que ascendió a los cielos: Jesús, el Hijo de Dios.<br />

Cristo no entró a lugares santos hechos por mano del hombre, sino en la misma morada de Dios para<br />

comparecer ante él por nosotros. En virtud de su propia sangre ocupó los lugares celestiales una vez<br />

para siempre para obtener eterna redención para los suyos.- General Conference Bulletin, 1º de octubre<br />

de 1899.

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