EL DISCURSO POLíTICO DE MANUEL FRAGA - Universidad ...
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el poder central y acepta una representación regiona] en un Parlamento nacional, aspecto<br />
diferente “a la mera delegación confederal”. En definitiva, dice que el regionalismo no es un<br />
antinomio del patriotismo, sino que lo refuerza.<br />
Fraga se ocupa, al final de la obra, de dar transcendencia al pensamiento de Brañas, a] igual que<br />
lo hará en sus libros y discursos posteriores, y certifica que en nuestro siglo XX es cuando más<br />
se aprecia la implantación de las ideas regionalistas y lo justifica por la división territorial del<br />
poder como la mejor fórmula actual para construir el Estado de derecho, tesis que ya había sido<br />
desarrollada por Toequeville para la búsqueda de una democracia más participativa y menos<br />
simbólica. Fraga dice que Brañas rechazó los nacionalismos y los separatismos “como también<br />
los ha rechazado la historia” y califica al nacionalismo como un concepto político “de alta<br />
tensión”. El actual presidente de la Xunta, afirmaba en su discurso de ingreso en la Academia<br />
Gallega de Jurisprudencia, que la filosofía kantiana de la autodeterminación en su “imperativo<br />
categórico”, aplicada a los hombres y a los pueblos llevó a un formidable desarrollo del<br />
voluntarismo político, sobre el cual va a incidir el romanticismo alemán y la filosofía idealista<br />
de Fichte y Hegel, pero que pronto se verían las contradicciones y peligros que Lord Acton<br />
llegó a decir: que la nacionalidad “no persigue ni la libertad ni la prosperidad, las que sacrifica a<br />
la necesidad imperiosa de convertir a la nación en molde y medida del Estado. Fraga recuerda<br />
que la “fuerza tremenda del nacionalismo ha sido utilizada o esgrimida lo mismo desde la<br />
derecha que de la izquierda; lo mismo por el marxismo (Stalin fue un teórico de las<br />
nacionalidades) que desde el fundamentalismo islámico, y no es por lo mismo, en si, ni de<br />
derechas ni de izquierdas” y añade que no es difícil buscar las raíces nacionalistas de fenómenos<br />
partisanos o terroristas, como ya había intuido Mazzini “ni otras utopias desestabilizadoras”.<br />
Para Fraga, el federalismo de Pi y Margall fracasó “ya en la primera República” y no ofrecía<br />
“atractivo ni soluciones” y de tintes republicanos y progresistas y dice que fue la base de “la<br />
recurrencia de la propuesta federal por parte del socialismo español, llena por supuesto de<br />
ambigúedades”. Fraga apostilla que Cataluña también abandonó el planteamiento federal “para<br />
optar con Almiral por el particularismo como una forma de regionalismo” y que el País Vasco<br />
optó por el foralismo que Sabino Arana convertiría en nacionalismo. Como conclusión a estos<br />
postulados, Fraga quiere llegar a afirmar “en una palabra”, que “la hora de las independencias ha<br />
pasado” así como el tiempo de las autodeterminaciones, pero si es la hora de los regionalismos<br />
ya que el regionalismo no es “tierra de vencidos” como las demás propuestás de nacionalismo,<br />
separatismo o autodeterminación que critica.<br />
En una reflexión posterior, Fraga proyecta que Brañas hubiera fitmadwel artículo número dos de<br />
nuestra Constitución actual, así como la mayor parte de los que se desarrollan en ella, y señala<br />
que el Titulo VIII establece unos principios generales netamente conformes con la idea<br />
regionalista de Brañas. Pero también reconoce que al regionalismo “le faltaron apoyos sociales”,<br />
de una burguesía autónoma con unos intereses económicos enfrentados con el bloque político de<br />
Madrid, tal y como señaló O. de Juan Asensio, y “le sobró abulia popular” pero que “la semilla<br />
y el fermento quedaron”.<br />
Como conclusión, Fraga finaliza su exposición afirmando lacónicamente que es indiscutible<br />
que “la España autonómica de hoy se parece más a la que Brañas diseñó que a ninguna otra”.<br />
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