EL ANIMAL SOCIAL - Ediciones B
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56 <strong>EL</strong> <strong>ANIMAL</strong> <strong>SOCIAL</strong><br />
LA INVASIÓN<br />
La vieja personalidad de Julia reaccionó. Hemos de reconocerle<br />
el mérito. No se rendiría sin luchar ante esa nueva criatura.<br />
Durante casi todo el primer año, Julia dio el pecho a Harold<br />
en una silla situada en un rincón de la habitación del niño. En la<br />
fiesta de los regalos, sus amigas, pocas de las cuales tenían hijos,<br />
le regalaron cosas que consideraban esenciales para una buena<br />
crianza. Julia tenía los monitores de audio y vídeo, el purificador<br />
de aire, móviles de cuna Baby Einstein, el visualizador electrónico<br />
de fotos, la alfombra de estimulación visual, los sonajeros<br />
para destreza manual y la máquina relajante de sonidos de corrientes<br />
marinas. Se sentaba en medio de todos aquellos aparatitos<br />
a darle de mamar, como un Capitán Kirk con cuerpo de ordeñadora<br />
en la nave espacial Enterprise.<br />
Una noche, contando el pequeño unos siete meses, Julia se<br />
hallaba en la silla con Harold en el pecho. La luz nocturna brillaba<br />
tenuemente y alrededor todo estaba tranquilo. A primera<br />
vista parecía una idílica escena maternal: una madre dando el<br />
pecho a su hijo, todo rebosante de amor y afectos. Sin embargo,<br />
si hubiéramos podido leer los pensamientos de Julia en ese momento,<br />
habríamos descubierto esto: «¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!<br />
¡Ayuda! ¡Ayuda! ¿Alguien me puede ayudar, por favor?»<br />
En ese instante —cansada, agobiada, perturbada— odiaba a<br />
ese pequeño cabrón. Él había entrado en su cabeza con encantadores<br />
trucos seductores, y una vez dentro, había arremetido contra<br />
todo con el equivalente infantil de las botas de un skin.<br />
Era medio Cupido, medio soldado de tropas de asalto. El<br />
ávido capullo lo quería todo. Harold le controlaba las horas de<br />
sueño, el alcance de su atención, el momento en que podía ducharse,<br />
descansar o ir al baño. Controlaba sus pensamientos, su<br />
aspecto, si lloraba. Julia estaba abatida y abrumada.<br />
El bebé promedio exige atención adulta, de un tipo u otro,<br />
cada veinte segundos. 63 Las madres primerizas pierden una media<br />
de setecientas horas de sueño en el primer año. 64 La satisfacción<br />
conyugal cae en picado un 70%, mientras el riesgo de depresión<br />
materna sube al doble. 65 A la menor señal de malestar, Harold