EL ANIMAL SOCIAL - Ediciones B
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60 <strong>EL</strong> <strong>ANIMAL</strong> <strong>SOCIAL</strong><br />
te de Julia hasta ese momento. Pero por la mañana Harold exhibía<br />
una ancha sonrisa, dispuesto a vivir otro día.<br />
Un día, Julia cayó en la cuenta de que conocía a Harold mejor<br />
que a ninguna otra persona. Sabía las distintas formas en que la<br />
necesitaba. Sabía de su dificultad para hacer transiciones de un<br />
escenario a otro. Percibía con tristeza que él parecía desear cierta<br />
clase de conexión que ella nunca sería capaz de ofrecerle.<br />
Y en realidad no habían intercambiado una sola palabra. Harold<br />
no hablaba. Estaban conociéndose sobre todo mediante el<br />
tacto, las lágrimas, las miradas, el olor y la risa. Julia siempre<br />
había dado por supuesto que los significados y los conceptos<br />
llegaban a través del lenguaje, pero ahora comprendía que era<br />
posible tener una relación humana compleja sin palabras.<br />
NEURONAS ESPEJO<br />
Los filósofos llevan tiempo discutiendo sobre el proceso utilizado<br />
por las personas para entenderse. Unos creen que somos<br />
teorizadores cuidadosos. Se nos ocurren hipótesis sobre cómo<br />
se comportarán otras personas, y luego cotejamos esas hipótesis<br />
con los datos observados minuto a minuto. Según esta teoría, los<br />
individuos dan la impresión de ser científicos racionales, continuamente<br />
sopesando pruebas y evaluando explicaciones. Hay<br />
evidencias claras de que esa verificación de hipótesis es parte del<br />
modo en que nos interpretamos unos a otros. No obstante, en la<br />
actualidad casi todas las investigaciones indican la primacía de<br />
una hipótesis rival: que simulamos automáticamente ser otros y<br />
entendemos lo que los otros sienten al sentir en nosotros una<br />
versión de lo que están experimentando ellos. Bajo ese prisma,<br />
las personas no son teorizadores fríos que se forman opiniones<br />
sobre otras criaturas, sino inconscientes actores del Método que<br />
comprenden al compartir, o al menos simular, las respuestas que<br />
ven en la gente de alrededor. Somos capaces de funcionar en un<br />
mundo social porque nos impregnamos parcialmente la mente<br />
unos a otros y nos entendemos —unos más, otros menos—. Los<br />
seres humanos entienden a los otros en sí mismos, y se moldean