EL ANIMAL SOCIAL - Ediciones B
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74 <strong>EL</strong> <strong>ANIMAL</strong> <strong>SOCIAL</strong><br />
el significado de «puerta». Pero para Harold, o cualquier ser humano,<br />
esto es pan comido. En la cabeza almacenamos imprecisos<br />
patrones de cómo son las habitaciones, y sabemos más o menos<br />
dónde están las puertas, por lo que, en general, para encontrarlas<br />
no hace falta pensamiento consciente. 103 Somos inteligentes porque<br />
podemos elaborar pensamiento difuso.<br />
Observamos los patrones variables del mundo y formamos<br />
elementos esenciales. Una vez que hemos creado lo esencial, que<br />
es un patrón de activaciones, con ello podemos hacer un montón<br />
de cosas. Por ejemplo, coger lo esencial del perro, y luego evocar<br />
lo esencial de Winston Churchill que hemos almacenado en la<br />
cabeza, y a continuación imaginar la voz de Churchill saliendo<br />
de la boca del perro. (Puede sernos de ayuda que el perro sea un<br />
bulldog y que haya cierta coincidencia entre los patrones neurales<br />
para así poder decir: «Suena parecido.»)<br />
Esta mezcla de patrones neurales recibe el nombre de imaginación.<br />
Parece una actividad fácil, pero es de lo más compleja.<br />
Consiste en coger dos o más cosas que no existen juntas, mezclarlas<br />
en la cabeza y crear a continuación una tercera cosa emergente<br />
que jamás había existido. Tal como escriben Gilles Fauconnier<br />
y Mark Turner en The Way We Think, «crear una red de integración<br />
supone establecer espacios mentales, emparejar espacios,<br />
proyectarse selectivamente en una mezcla, localizar estructuras<br />
compartidas, proyectarse hacia atrás en inputs, recabar nuevas<br />
estructuras para los inputs o la mezcla, y llevar a cabo diversas<br />
operaciones en la propia mezcla». 104 Y esto es sólo el principio. Si<br />
alguien tiene ganas de un razonamiento intrincadísimo y a veces<br />
impenetrable, que lea los trabajos de científicos que están intentando<br />
estructurar la secuencia exacta de episodios que entran en<br />
la imaginación, o como dicen a veces con este encantador lenguaje<br />
tan suyo, la «integración de doble alcance».<br />
En cualquier caso, en eso Harold era un hacha. En el espacio<br />
de cinco minutos podía ser un tigre, un tren, un coche, su mamá,<br />
una tormenta, un edificio o una hormiga. Durante siete meses,<br />
cuando tenía unos cuatro años, estuvo convencido de ser una<br />
criatura solar nacida del sol. Sus padres intentaban hacerle reconocer<br />
que en realidad era una criatura terrestre nacida en un hos-