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EL ANIMAL SOCIAL - Ediciones B

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MINDSIGHT 57<br />

podía soltar un grito desgarrador que dejaba a Julia llorando<br />

histérica y a Rob enfadado y desconsolado.<br />

Exhausta, Julia se sentaba en la silla y daba de mamar a su<br />

pequeño mientras pensaba en la morcillona en que se había convertido.<br />

Sus pensamientos se precipitaban por bosques oscuros.<br />

Se daba cuenta de que nunca más estaría de buen ver con una<br />

falda corta y ceñida. No volvería a hacer nada por antojo, sino<br />

que caería en las insulsas actitudes de las burguesas guerras de las<br />

mamás. Ya había estado en contacto con las beatas defensoras de<br />

la lactancia materna (las superamamantadoras), las farisaicas reinas<br />

de los juegos organizados que le corregían sus técnicas parentales<br />

(las moralistas), y las mamás mártires de la melancolía<br />

que se quejaban sin parar sobre lo asquerosa que era su vida y lo<br />

desconsiderados que se habían vuelto los padres y el marido.<br />

Participaría en esas aburridísimas conversaciones de área de columpios,<br />

que tal como señaló una vez Jill Lepore, 66 son todas<br />

iguales. Todas las madres querrían perdón, y todos los padres<br />

querrían aplausos.<br />

Ya podía despedirse de las fiestas en las que tanto había disfrutado.<br />

Julia veía extenderse ante ella, por el contrario, un futuro<br />

deprimente —almuerzos escolares, sermones sobre reciclado,<br />

faringitis, infecciones de oído y horas y más horas rezando por<br />

poder echar un sueñecito—. Y para colmo, las mujeres que dan<br />

a luz a niños varones tienen menor esperanza de vida porque su<br />

sistema inmunitario puede verse afectado por la testosterona de<br />

ellos. 67<br />

ENTR<strong>EL</strong>AZADOS<br />

Entonces, quizás un segundo después de que le cruzara por<br />

la cabeza el enfado y el abatimiento, Julia se reclinaría en la silla<br />

y sostendría la cabeza de Harold frente a su nariz. Después el<br />

niño se tendería sobre su pecho, le agarraría el meñique con la<br />

manita y se pondría a mamar otra vez. Los ojos de Julia se llenarían<br />

de lágrimas de alegría y gratitud.<br />

Kenneth Kaye ha sugerido que los bebés humanos son los

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