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EL ANIMAL SOCIAL - Ediciones B

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MINDSIGHT 63<br />

Duke, ha llevado a cabo investigaciones según las cuales cuanto<br />

más practica el niño juegos de imitación, más probable es que<br />

hable con fluidez a una edad temprana. Según Tanya Chartrand<br />

y John Bargh, 79 cuanto más se imitan dos personas una a otra,<br />

más se gustan —y cuanto más se gustan, más se imitan—. Muchos<br />

científicos creen que la capacidad para compartir inconscientemente<br />

el dolor de otro es un componente esencial de la empatía<br />

y, a través de esa emoción, de la moral.<br />

Por más que a la larga se reestructure la ciencia sobre las neuronas<br />

espejo, la teoría nos procura un medio para explicar un<br />

fenómeno que vemos cada día, sobre todo en la relación entre<br />

padres e hijo. Las mentes son sumamente permeables. Existen<br />

bucles entre cerebros. Puede surgir el mismo pensamiento y el<br />

mismo sentimiento en mentes diferentes, con redes invisibles que<br />

llenan el espacio entre ellas.<br />

HACEDLES REÍR<br />

Un día, bastantes meses después, Julia, Rob y Harold estaban<br />

cenando cuando Rob dejó caer distraídamente una pelota de tenis<br />

sobre la mesa. Harold empezó a reírse a carcajadas. Rob la<br />

dejó caer de nuevo. A Harold se le quedó la boca abierta. Se le<br />

arrugaron los ojos. Le temblaba el cuerpo. Se le formó un pequeño<br />

bulto entre las cejas, y el sonido de una risa extasiada llenó la<br />

estancia. Rob sostuvo la pelota sobre la mesa, y todos se quedaron<br />

inmóviles, a la expectativa. Acto seguido, la dejó botar varias<br />

veces y el niño gritó de alegría, más incluso que antes. Estaba ahí<br />

sentado en pijama, las manotas extrañamente quietas, arrebatado<br />

por la risa. A Rob y Julia se les saltaban las lágrimas y se desternillaban<br />

con el pequeño. Rob repitió aquello una y otra vez. Harold<br />

miraba fijamente esperando que cayera la pelota y luego<br />

soltaba chillidos de regocijo al verla botar, meneando la cabeza,<br />

temblándole la lengua, moviendo encantado los ojos de una cara<br />

a la otra. Sus padres se ajustaban a él grito a grito, mezclando sus<br />

voces y adaptándolas a la de Harold.<br />

Ésos fueron los mejores momentos de aquella época: el juego

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