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Una sueca en la Italia de Rossini<br />

Cecilia Bartoli revisitó el arte de la Malibran, Joyce<br />

DiDonato el de la Colbran. Dos cantantes, en<br />

diversa consideración, muy unidas a la obra de<br />

Rossini. No hay dos sin tres y se suma ahora, a la<br />

italiana y a la norteamericana, una sueca, Ann<br />

Hallenberg, reviviendo los éxitos de otra intérprete<br />

asimismo asociada al compositor de Pesaro:<br />

Maria Marcolini. De la Marcolini no se sabe mucho,<br />

incluso se ignora exactamente cuándo nació –se<br />

aventura que fue en 1780– y dónde; para algunos<br />

era florentina y para otros veronesa. Se le pierde<br />

la pista en 1820 cuando se retira de escena. Giovanni<br />

Pacini añade algún dato personal más al escribir<br />

en sus entretenidas memorias que el nombre de su<br />

esposo era Don Fedele (a secas, sin apellidos) y<br />

que ejercía una profesión de empresario, muy acertadamente<br />

para la profesión de la cónyuge. Tuvieron<br />

un hijo, Carlo, quien cantando de bajo realizaría<br />

una discreta carrera. Sin embargo, la vida profesional<br />

de la Marcolini sí está bastante documentada,<br />

desde su debut en 1800 en el San Benedetto<br />

veneciano con La pazza giornata de Portogallo hasta<br />

su prematuro retiro en 1820 tras cantar en Verona<br />

una heroína justamente rossiniana, la Clarice de La<br />

pietra del paragone. Rossini la conoció en Bolonia<br />

cuando ella fue la protagonista de Ernestina en el<br />

comprometido estreno de L’equivoco stravagante<br />

(octubre de 1811). Un mes más tarde compositor<br />

y contralto se volvían a encontrar en Pesaro. Como<br />

el músico la admiraba (hasta el punto de acabar con<br />

ella en la cama, según crónicas del momento), llegó<br />

a componer un aria para que la Marcolini se<br />

luciera, con más posibilidades que las permitidas<br />

por la página original, en Il triunfo di Quinto Fabio,<br />

partitura compuesta por Domenico Puccini, uno<br />

de los tantos antepasados músicos del autor de<br />

Tosca. La Marcolini, según consta en testimonios<br />

contemporáneos claro está, contaba con una figura<br />

seductora y sabía hacer un buen uso de ella. Esta<br />

cualidad unida a las condiciones estrictamente<br />

vocales y artísticas la convertían en una intérprete<br />

solicitada. Aparte de las dos muchachas rossinianas<br />

citadas (Clarice y Ernestina), el de Pesaro<br />

le brindó otra más que incluso superaba en posibilidades<br />

de lucimiento a aquéllas: Isabella de<br />

ópera 218 / octubre 2012<br />

Ann Hallenberg evoca a Marietta Marcolini en un precioso recital de obras de Rossini<br />

y sus antecesores y contemporáneos<br />

L’italiana in Algeri, de cuya interpretación el propio<br />

Stendhal se deshizo en elogios. Paul Scudo,<br />

escritor y comentarista musical de prestigio, se<br />

refirió a ella asegurando que su voz de contralto era<br />

bellísima y que la manejaba, pese a la pesantez<br />

morfológica de un órgano de tal consideración,<br />

con una agilidad sorprendente. La consideraba<br />

una cantante deliciosa en la ópera bufa, gracias a<br />

su brío, su arrebato, su alegría amable y natural<br />

que se comunicaba a los oyentes como si fuera un<br />

rayo luminoso. Scudo no habla de la Marcolini<br />

como intérprete seria, territorio que también transitó<br />

con éxito (“inteligente y magistral”, escribió<br />

alguno al escucharle el Ariodante de Mayr), así<br />

que no es de extrañar que el mismo Rossini compusiera<br />

teniéndola en cuenta Ciro (1812) y<br />

Sigismondo (1814). Hay que añadir que a la<br />

Marcolini le encantaba vestirse de varón en escena.<br />

Y Rossini la hizo por ello disfrazarse de militar<br />

en una de las escenas de La pietra del paragone,<br />

parece ser que a petición de la contralto. Se ignora<br />

si le gustaba hacer lo mismo en la vida cotidiana.<br />

Su clonación actual, Ann Hallenberg, bregada<br />

en repertorio barroco (sobre todo Vivaldi y<br />

Haendel: se recuerda que en Madrid se la escuchó<br />

como Tamerlano), se enriquece con esta muy buena<br />

formación para atacar luego a Rossini, aunque<br />

también canta Gluck y otros compositores aledaños.<br />

Todo ello nos hace suponer que se encuentra<br />

bien calificada para evocarnos a la Marcolini, que<br />

recibió indudablemente una formación parecida.<br />

La Hallenberg, si no disfruta del timbre brillante<br />

de tipo mediterráneo, sí detenta uno cálido y aterciopelado,<br />

moderadamente opulento, con registro<br />

desahogado, la agilidad conveniente, la base<br />

técnica notable, pues llega a hacer trinos, algo no<br />

muy común en mezzosopranos o contraltos; además<br />

su conocimiento del estilo es palmario. Por tanto,<br />

es fácil deducir que la Hallenberg nos persuade<br />

de que su recuperación de la Marcolini es positiva.<br />

En el CD no canta todas las partes que Rossini<br />

le compuso a la cantante evocada, pues únicamente<br />

se enfrenta a Ciro, Ernestina e Isabella, de la<br />

que incluye sus dos páginas solistas. Con el acierto<br />

de elegir, en este último caso, el “Per lui che adoro”<br />

en una versión alternativa en la que el obbligato<br />

original de esa cavatina (la flauta) está encargado<br />

21<br />

Fernando Fraga<br />

ahora al chelo, instrumento que se compenetra<br />

muy bien con la voz sedosa de la mezzo sueca.<br />

Versión que ya nos había hecho conocer Marilyn<br />

Horne como complemento a su soberbia grabación<br />

completa de la obra allá por 1980. El disco<br />

recoge, supliendo las ausencias rossinianas<br />

(Sigismondo, Clarice, a las que podría haberse<br />

sumado también Tancredi con el que la Marcolini<br />

igualmente triunfó), fragmentos de otros músicos<br />

que figuraron en los atriles de la “deliciosa” contralto.<br />

A saber: de Mayr un fragmento de Il sacrifizio<br />

d’Iphigenia con cuyo estreno se inauguró en<br />

1811 el Teatro Grande de Brescia; de Joseph Weigl,<br />

el austriaco amigo de Mozart y alumno de Salieri,<br />

incluye una aria de L’imboscata que conoció la Scala<br />

en 1815, unos meses antes de L’italiana rossiniana;<br />

de Ferdinando Paër, autor de una Leonore con el<br />

mismo argumento del Fidelio beethoveniano, aporta<br />

en primera grabación mundial “Io morrò”, de<br />

L’eroismo in amore; para recordarnos a Giuseppe<br />

Mosca –hermano de Luigi Mosca, quien por cierto<br />

tiene una Italiana in Algeri previa a la de Rossini–<br />

reserva “Mentre guardo” de Le bestie in uomini; y<br />

“La Hallenberg detenta un timbre cálido y aterciopelado,<br />

moderadamente opulento, con registro desahogado, la<br />

agilidad conveniente, la base técnica notable, pues llega<br />

a hacer trinos, algo no muy común en mezzosopranos o<br />

contraltos; además su conocimiento del estilo es<br />

palmario.”<br />

para Carlo Coccia nos destina un fragmento de<br />

La donna selvaggia. Es decir, que el disco recorre<br />

la actividad desarrollada por la Marcolini entre los<br />

diciembres de 1810 y 1815, quinquenio que sin duda<br />

centra la época de mayor esplendor de la cantante.<br />

La producción del disco se ha hecho con el cuidado<br />

que el proyecto merece. La Hallenberg es<br />

apoyada por una serie de compañeros que la respaldan<br />

en los personajes que con ella interviene<br />

en las páginas. Cuando es preciso el coro, ahí está<br />

para llenar el espacio con propiedad el de Cámara<br />

de la SSO, es decir el de la misma orquesta noruega,<br />

la Sinfónica Stavanger. Fabio Biondi en el foso<br />

es una garantía más, pues nadie ignora que es un<br />

director asociado el mundo barroco de la Europa<br />

Galante.<br />

ARIAS PARA MARIETTA MARCOLINI: La primera musa de<br />

Rossini (obras de Rossini, Mosca, Mayr, Paer, Coccia y<br />

Weigl)<br />

Ann Hallenberg, contralto. Stavanger Symphony Orchestra.<br />

Fabio Biondi, director / NAIVE / Ref.: V 5309 (1 CD) D1

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