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oct.-dic. 1967 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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Tampoco basta ese realismo de El d<strong>oct</strong>or<br />

Zivago para hablar de un estancamienen<br />

la novela como un proceso lógico y,<br />

a la vez, como una fuerza <strong>del</strong> mismo tipo<br />

de las fuerzas naturales, con sus catástrofes<br />

y sus procesos lentísimos e impersonales,<br />

que no se advierten "como no<br />

se advierte crecer la hierba" (p. 591).<br />

Fuerza natural la historia, pero no ciega,<br />

puesto qye ni la naturaleza en Pasternak<br />

es ciega: vimos que él la ve íluminada<br />

por dentro, con un carácter antropomórfico<br />

que es algo más que una metáfora.<br />

Este vínculo subterráneo entre la naturaleza<br />

y el hombre, que presupone una<br />

inteligencia misteriosa, o bien una misteriosa,<br />

aunque no transcendente fatalidad,<br />

crea una atmósfera en que no sorprenden,<br />

sino que se funden con ese<br />

especial realismo, los numerosos elementos<br />

que podríamos Ifamar "mágicos"<br />

de la novela: el árbol que Dudorov niño<br />

inmoviliza al principio (y no Importa que<br />

sea ilusión infantil), el misterioso y fantasmal<br />

cruce de calles en que pasan<br />

tantas cosas raras (pp. 244, 245, 262,<br />

271), el hermanastro de Zivago, que aparece<br />

como una cualquiera "Pimpenela<br />

escarlata", cuando más se le necesita<br />

(pp. 376-77) (conservando, sin embargo,<br />

una "realidad" muy original de personaje,<br />

visto más histórica que psicológicamente),<br />

los encuentros entre los muchos<br />

seres que puebtan el libro, encuentros<br />

que serían arbitrarios si no fueran simbólicamente<br />

milagrosos, las pre<strong>dic</strong>ciones<br />

supersticiosas (las urracas anuncian cartas)<br />

que se vuelven realidad (las cartas<br />

llegan, p. 340), etc.<br />

Todo esto, que está relacionado con el<br />

aspecto lírico de la novela, no puede ser<br />

juzgado más que en sí mismo, porque<br />

se trata de características estrictamente<br />

individuales <strong>del</strong> escritor. Pero, a veces,<br />

de pronto, el sentimiento lírico <strong>del</strong> paisaje<br />

se ve embestido por un soplo épico,<br />

que a través de algunos personajes apasionadamente<br />

creados y comprendidos,<br />

acerca el escritor a sus hermanos "comprometidos"<br />

de Occidente. Una escena<br />

en los disturbios prerrevolucionarios, en<br />

Moscú: "Lara caminaba cada vez más<br />

de prisa. Una fuerza la impulsaba, y era<br />

como si avanzaran en el aire, una fuerza<br />

altiva, alentadora. ¡Oh, cómo estallan alegres<br />

los disparos!, pensaba. Bienaventu·<br />

radas los perseguidos, bienaventurados<br />

los humillados. Dios os ayude, disparos!<br />

Disparos, disparos, vosotros queréis lo<br />

quiero yol" (p. 73 • véanse también p. 12<br />

y p. 44).<br />

Se ha <strong>dic</strong>ho que la literatura rusa, encerrada<br />

detrás de la cortina, ha conser·<br />

vado el carácter que tuvo en el siglo pasado<br />

y no se ha "puesto al día". Si este<br />

último quiere ser un reproche, es eviden·<br />

te que no tiene sentido: en terreno literario<br />

solo la moda, es decir la seudoliteratura,<br />

sigue estricta y voluntariamente<br />

la época (una obra es buena o maJa independientemente<br />

de consideraciones<br />

cronológicas); en terreno histórico, la<br />

afirmación es falsa, pues la consigna de<br />

la primera época revolucionaria, cuando<br />

se deseaba reclutar a los intelectuales,<br />

era la de estar a tono con las corrientes<br />

de vanguardia. Julio Jurenito de Ehremburg<br />

no era realista y la pintura de Pi.<br />

casso tampoco. ¿Cuántos escritores y<br />

plásticos comunistas o compañeros de<br />

ruta fueron entonces surrealistas por las<br />

mismas razones por las que son hoy secuaces<br />

<strong>del</strong> realismo socialista? La consigna<br />

<strong>del</strong> realismo llegó más tarde, luego<br />

de un retorno a la valorización épica <strong>del</strong><br />

pasado ruso, que por el gobierno soviético<br />

fue considerada necesaria, durante<br />

la guerra, para dar un contenido nacional<br />

a la resistencia contra los alemanes. El<br />

"realismo" llamado socialista era entonces<br />

muy parecido al neoclasicismo fascista<br />

de la misma época que obedecía<br />

a idénticos motivos extra-literarios. El<br />

no-hermetismo de Pasternak, que, como<br />

vimos, podríamos llamar, por algunos de<br />

sus aspectos, realismo, no tiene ni quie·<br />

re tener nada que ver con la consigna<br />

de Stalin y Zdanov, que se ha prolongado<br />

con la prolongación de la guerra fría,<br />

pero que está destinado, tarde o temprano,<br />

a entrar en crisis.<br />

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