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oct.-dic. 1967 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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colectivo, y significativamente como pueblo<br />

mártir.<br />

Cuando apareció El trueno entre las hojas,<br />

vivía Roa Bastos en el exilio porteño, igual que<br />

tantos miles de paraguayos. Pertenecía a la generación<br />

que recibió la temible sacudida de la<br />

guerra <strong>del</strong> Chaco, de fuerte olor a petróleo. Los<br />

tres años sangrientos de 1932 a 1935 debieron<br />

ser la crisis de la que surgiera un Paraguay<br />

moderno. La muerte de Estigarribia en 1940 liquidó<br />

esa posibilidad que se llamó Estatuto<br />

Agrario, <strong>del</strong> mismo modo que se frustra, para la<br />

paralela generación boliviana <strong>del</strong> Chaco, la experiencia<br />

naCionalista de Villarroel, asesinado<br />

por e! demoentreguismo <strong>del</strong> Superestado minero.<br />

Hacia el norte, surge Augusto Céspedes<br />

y los intelectuales <strong>del</strong> MNR de Paz Estenssoro,<br />

prolongación y profundización <strong>del</strong> intento dubitativo<br />

de Villarroel, que igualmente se frustra<br />

por timideces, corrupción y compromisos.<br />

EL PUEBLO MARTIR<br />

Literariamente hablando, entonces, una de las<br />

consecuencias de la guerra <strong>del</strong> Chaco es Hijo<br />

de hombre, obra que intenta trasmitir la violencia,<br />

la sed y la mugre que detallaron aquel infierno.<br />

Sigue siendo básicamente el mismo Roa<br />

Bastos de El trueno entre las hojas: la misma<br />

preferencia por el horror, la misma crudeza de<br />

las situaciones, la misma inclinación por el sadismo,<br />

como si todo ello, coronado por el gran<br />

símbolo <strong>del</strong> Cristo tallado por las manos de un<br />

leproso, quisiera formar el íntimo retrato <strong>del</strong><br />

Paraguay, entre 1912 y 1932, período que cubre<br />

la novela y que la última narración prolonga<br />

hasta hoy.<br />

A la empresa intrínsecamente ambiciosa <strong>del</strong><br />

significado simbólico, agregó otra inquietud: el<br />

experimento con un método narrativo. Hijo de<br />

hombre intercala relatos hasta cierto punto independientes<br />

entre sí (uno de ellos obtuvo<br />

mención en el concurso de cuentos de Life en<br />

Español), retrocede o avanza en la secuencia<br />

cronológica, presenta personajes y luego los hace<br />

desaparecer, hasta sugerir en su multiplicidad<br />

que el protagonista es colectivo, y mantiene<br />

al teniente Miguel Vera a lo largo <strong>del</strong> libro<br />

como personaje unificador, "un torturado sin<br />

remedio, un espíritu asqueado por la. ferocidad<br />

<strong>del</strong> mundo", un fatalista obsesionado por los<br />

símbolos, igual que su creador.<br />

Una segunda lectura disipa muchas confusiones<br />

de la primera, permite percibir su estructura<br />

y la complejidad de su plan; pero confirma<br />

que hubo exceso de material, que Roa<br />

Bastos no logró integrarlo orgánicamente, en<br />

profundidad, sino que trabajó por a<strong>dic</strong>ión y en<br />

extensión. Hay allí una suerte de concepción<br />

cíclica, porque los episodios se abren y se cierran<br />

sobre sí mismos, los hechos se repiten y<br />

jos sufrimientos y agonías recomienzan en cada<br />

uno de los personajes, condenados a una suerte<br />

de pasión colectiva, de sufrimiento unánime.<br />

Poco a poco se comprende que todos son Hijos<br />

de Hombre, cristos humildes condenados a re·<br />

petir la crucifixión <strong>del</strong> Salvador, pero sin ::¡Icanzar<br />

la redención.<br />

En tales con<strong>dic</strong>iones, tanto sea considerando<br />

cada uno de los relatos por separado como todos<br />

formando Un conjunto novelesco, el libm<br />

contiene puntos altos, ofrecidos irregularmente.<br />

En las cumbres se encuentra la historia <strong>del</strong><br />

Cristo leproso, contada con ímpetus y estilo de<br />

leyenda y que Se hace legendaria. A la misma<br />

altura, puede mencionarse el impresionante<br />

convoy de camiones aguateros, procesión macabra<br />

y jadeante que por sí sola comunica todo<br />

:! horror de la guerra <strong>del</strong> Chaco.<br />

Las inclinaciones de Roa Bastos por un realismo<br />

exaltado y expresionista, el predominio<br />

de las imágenes repulsivas, la tendencia al sadismo,<br />

su preferencia por personajes en situaciones<br />

extremas (leprosos, místicos de las selvas,<br />

revolucionarios o soldados enloquecidos por<br />

la sed), un desborde casi esperpéntico, alcanzan<br />

finalmente en esas páginas a proporcionar una<br />

amplia metáfora, cruel y dolorosa, <strong>del</strong> destino<br />

paraguayo.<br />

Pero al lado de estas p3rciales excelencias<br />

de tragedia y poesía, conviven fragmentos de<br />

facilidad y complacencia, en los que el creador<br />

auténtico que hay en Roa Bastos abandona el<br />

sentido crítico y pierde la memoria de sus fuentes.<br />

La tragedia se convierte así en simple melodrama.<br />

Es el caso de esa abusivo retorno a<br />

los más fatigosos lugares comunes de la explotación<br />

en los obrajes, donde no faltan el<br />

conchavo engañoso, ni la tienda de raya que<br />

endeuda al mensú, ni capataz viscoso que aseriia<br />

a mujer honrada, ni la huida frenética de<br />

la pareja por los pantanos de la selva. Se parece<br />

a tanto de lo que se ha leído en la novelís-<br />

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