oct.-dic. 1967 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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manos, no querían" (162). y con esto<br />
sólo, ¡cuánto se expresa! Otras veces lo<br />
ético será dado en las reflexiones de<br />
Riobaldo, en sus breves meditaciones,<br />
pero nunca, pienso yo, como un vestir<br />
de rudeza enunciados filosóficos previos<br />
que Guimaraes Rosa vaya intercalando,<br />
sino siendo estas consideraciones <strong>del</strong> protagonista<br />
-valga la palabra: el verdade.<br />
ro protagonista sería el sertón- auténticas<br />
condensaciones intelectuales de la atmósfera<br />
concreta, ya a modo de pregun·<br />
tas o de afirmaciones. En medio de un<br />
combate, Riobaldo se hace oscuramente<br />
consciente <strong>del</strong> automatismo que llega a<br />
tener toda guerra, de la invisibilización<br />
de las responsabilidades: "Ah, aquello<br />
era la desgracia sin mano mandante,<br />
ofensa sin ningún hacedor: casi igual<br />
que una lluvia de piedra, sucederse de<br />
truenos y rayos, tempestad: parecía"<br />
(260). y él "No sabía pensar con poder:<br />
por eso mataba". Su pregunta fre::::uente:<br />
"¿Están todos locos, en este mundo?"<br />
(234), a la que da respuesta: "Cualquier<br />
amor es ya un poquito de salud, mi descanso<br />
en la locura" (235), ¿no se desprenden<br />
ambas de los hechos? Y la preocupación<br />
por Dios y el demonio creo<br />
que podrían también resolverse en un<br />
problema ético -aunque pueda decirse<br />
que con base metafísica-: el <strong>del</strong> bien y<br />
el mal.<br />
RIOBALDO O LA NARRACION<br />
AUTOCONSCIENTE<br />
Riobaldo está continuamente reflexionando<br />
sobre su propia narración; sus límites,<br />
su intención: tiene conciencia de<br />
que cuenta y de cómo lo hace, pide excusas,<br />
declara que aquí corta, allá mezcla,<br />
suprime 1.0 otro, resume. Esto, gue .<br />
serviría como! mecamsmo distancicrcfDr7<br />
es aquí otro sabroso elemento <strong>del</strong> monó-<br />
\ lago, oportunidad para desdecirse, .Y haslta<br />
contradecirse. (También, desde luego,<br />
para hacer en cierto modo novela·de-lanovela).<br />
Para superar, profundizando, un<br />
realismo simplón. Y no es que falle la<br />
función distanciadora -si la hay-, sino<br />
que tal es la fuerza de la trama -no<br />
sólo de los hechos, sino <strong>del</strong> modo en que<br />
están precisamente "entramados"-, aun<br />
contada a pedazos, con alteraciones en<br />
la sucesión de episodios, con nudos re.<br />
sueltos antes de complicarse. Y nos apa·<br />
sionamos con la historia -con las muo<br />
chas historias-, dada como está, seguida<br />
a caballo <strong>del</strong> modo <strong>del</strong> relator. El au·<br />
tor será tan sabio como para sorprender.<br />
nos incluso al finaL cuando los tiempos<br />
ya se ordenaban y no esperábamos más.<br />
"Y lo que estoy contando no es una<br />
vida de sertanero, sea que fuese yagunzo,<br />
sino la materia vertiente" (81). La materia<br />
vertiente, los datos, en cierto modo<br />
dispersos, que habremos nosotros de ordenar<br />
mientras leemos-pensamos. Pero<br />
no sólo porque "Contar es muy, muy dificultoso"<br />
(142): "Son tantas horas de<br />
personas, tantas cosas en tantos tiempos,<br />
todo menudo recruzado", sino porque "La<br />
vida, y la guerra, es lo que es: aquellos<br />
tantos movimientos. .. Pero, para mí. lo<br />
que vale es lo que está por debajo o por<br />
encima" (175). Yeso nos dará: el hueso<br />
de las cosas, puro concreto-universal,<br />
realidad humana que destila de la anéc·<br />
dota, de tanto hecho relatado -ocurrido<br />
- en el Gran Sertón.<br />
Y más. Porque "lo que le cuento a<br />
usted es lo que sé y usted no sabe; pero<br />
lo que principalmente quiero contar es lo<br />
que no sé si sé, y que puede ser que<br />
usted sepa" (175). Y lo logra. Riobaldo<br />
nos lleva, en su relato, más allá de lo<br />
que él mismo sabe, un poco como en el<br />
magistral cuento de Cortázar El perseguidor,<br />
nosotros llegamos a saber más<br />
<strong>del</strong> jazzman que el mismo crítico que<br />
narra. Porque Riobaldo está preso de supersticiones,<br />
dudas, de su inacabado<br />
combate sobre la existencia o no <strong>del</strong> de·<br />
monio. Alienado, en suma, víctima de su<br />
modo de vida en el sertón. (Aunque a<br />
veces el mismo Riobaldo desmonte ante<br />
nuestros ojos algunas alienaciones, pero<br />
sin llegar a sacar las conclusiones). Sin<br />
embargo, este hombre es lo suficientemente<br />
sabio como para coincidir, al final<br />
de su narración, con la única sabiduría<br />
-que se compagina, o mejor, se basa<br />
para él en la afirmación de la existen·<br />
cia de Dios, aunque un Dios ciertamente<br />
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