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identidad y desarrollo - Acnur

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I. Rasgos afros en la literatura latinoamericana<br />

hacia mí y me responde: “No te hagas la<br />

disforzada. A las negras como tú les gusta<br />

que les den por el culo (sic)”.<br />

11:30 pm. Sólo faltan dos cuadras para<br />

llegar a casa. Había encontrado un lugar<br />

donde vendían tacos mexicanos, cuyo<br />

gusto sentí profundamente asqueroso,<br />

quizá no por el nabo encurtido que tenían<br />

como particularidad, sino porque todos<br />

mis músculos, incluyendo el estómago<br />

y el corazón, se habían contraído como<br />

formando una casa con mi cuerpo, un<br />

cobijo, un gueto. Empiezo casi a correr.<br />

11:34 pm. Un grupo de cuatro hombres<br />

esperan un bus en la esquina de la avenida<br />

Diagonal. Parecen obreros salidos de<br />

una construcción vecina. Uno me grita:<br />

“Negrita rica… Uga, uga”, imitando a un<br />

gorila. Me detengo. Lo empujo. Los tres<br />

hombres tratan de defenderlo. Viene el bus<br />

y suben de prisa. Se van. Son los doceavos<br />

de la noche.<br />

11:40 pm. Llego a casa.<br />

El racismo en el Perú tiene como<br />

característica principal la injuria racista<br />

determinada porque el agresor siente<br />

que tiene todo el derecho y la libertad de<br />

agredir sin tener sanción legal ni moral.<br />

La otra particularidad […] es que el racista<br />

contemporáneo actúa como el “sujeto<br />

esclavista”, es decir, utiliza referencias<br />

colonialistas que refuerzan el recuerdo de<br />

su condición de nobles, dueños, amos<br />

y, a su vez, la condición “natural”<br />

de los/as afrodescendientes<br />

como sirvientes y esclavizados.<br />

Hacía mucho tiempo que no sentía tanta<br />

desesperación por ser protegida. Estaba<br />

sola, era tarde para llamar a alguien.<br />

Prendí una vela amarilla ante la foto de<br />

mi tatarabuela, llamada Dalia Farfán.<br />

Me enrosqué cual feto abrazándome a<br />

mi misma, anhelando dormir pronto.<br />

Estaba de más recordar cuando un<br />

vecino me abordó en la puerta de mi casa<br />

preguntándome cuánto cobraba por mis<br />

servicios de empleada doméstica porque<br />

tenía su madre enferma. Yo había visto<br />

al tipo, que me había seguido durante la<br />

semana previa mientras salía a correr.<br />

Al otro día me esperaba seguir planificando<br />

acciones creativas, estrategias de políticas<br />

públicas, conciertos artísticos para<br />

promover la lucha contra el racismo, pero<br />

también los proyectos que permitan que<br />

los/as afroperuanos/as rescatemos nuestra<br />

condición humana y podamos crear<br />

propuestas que nos permitan trascender<br />

la determinación que esta lucha tiene en<br />

nuestras vidas.<br />

Si bien ese tipo de agresiones son<br />

cotidianas, empecé a pensar que debía<br />

preguntarle a algún metafísico, astrólogo,<br />

chamán o curandero si había sucedido<br />

algún eclipse o situación particular con las<br />

energías de la luna, del mar o de los vientos<br />

que explicaran que hubiera alcanzado ese<br />

nivel tan aberrante e infernal de acoso en<br />

poco más de una hora. Creo que concilié el<br />

sueño a las 2 de la mañana.<br />

Buscando explicaciones<br />

Quizá esté de más decir cuál es el problema<br />

de fondo. El racismo en el Perú tiene como<br />

característica principal la injuria racista<br />

determinada porque el agresor siente<br />

que tiene todo el derecho y la libertad de<br />

agredir sin tener sanción legal ni moral.<br />

La otra particularidad –como dice el<br />

investigador Marcel Velázquez– es que<br />

el racista contemporáneo actúa como<br />

el “sujeto esclavista”, es decir, utiliza<br />

referencias colonialistas que refuerzan<br />

el recuerdo de su condición de nobles,<br />

dueños, amos y, a su vez, la condición<br />

“natural” de los/as afrodescendientes<br />

como sirvientes y esclavizados. El sistema<br />

esclavista era racista y machista. Colocó<br />

a disposición del hombre colonizador el<br />

cuerpo de las mujeres. Le quitó el poder<br />

al hombre africano (también machista) de<br />

decidir sobre su mujer, hija o hermana,<br />

estrategia empleada como arma de guerra<br />

y conquista por casi todos los sistemas<br />

violentos.<br />

En esta definición de Velásquez, el<br />

“sujeto esclavista” percibe a una mujer<br />

afrodescendiente como todo a la vez. Debe<br />

ser servil y sonreír ante una agresión sexual<br />

y, a su vez, debe ser desenfadada y belicosa<br />

para complacer sus requerimientos<br />

sexuales.<br />

Por otro lado, la utilización del término<br />

afrodescendiente es cuestionada en<br />

ocasiones porque implicaría la negación

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