Investigación en Formación DocenteLa reconfiguración de la docenciaEste nuevo escenario tiene enormes consecuencias en elcampo de la educación escolar. La esfera del saber se hadivorciado de la esfera de la tradición por lo que el queenseña no es embajador de ninguna tradición preexistenteque tenga valor en sí misma. Sólo perviven los ritos escolaresinstitucionalizados desde los inicios (la centralidad deldocente en la clase, su rol en la enseñanza, su capacidadde evaluar y calificar, su obligación de mantener el orden,etc) pero con esas rutinas, y sólo con ellas, no alcanza paraque la acción docente cobre significatividad cultural.Sí es posible que docentes y alumnos mantengan relacionesasimétricamente coyunturales, pero las mismas ya nose dan por defecto, por la sola presencia adulta, sino quesolo pueden ser establecidas por algún maestro expertocon capacidad para articularlas. Por cierto, articulaciónigualmente porosa y situacional, que difícilmente se hagacrónica en una institución escolar (Wheller et. al., <strong>20</strong>08).Si el maestro de la modernidad posfigurativa era una suertede embajador de la tradición y a la vez un espejo en elcual los niños debían mirarse para llegar a ser adultos debien (de bien para esa sociedad moderna y posfigurativa)el maestro de la posmodernidad prefigurativa ya no tienetradiciones a las que representar y, por el contrario, su propiaentidad adulta no tiene –en sí misma- ninguna relevanciarepresentativa desde el punto de vista de su legitimidadsocial. Poco vale por ser adulta (y en muchos contextossociales está, incluso, desvalorizada por serlo).¿Cuáles son, entonces, los desafíos que presenta la formaciónde docentes en el contexto de estas transformacionesradicalizadas que modificaron un viejo escenario escolaramparado en una cultura con centralidad adulta y lo convirtieronen uno en el que dicha centralidad sigue siendoritual escolar cotidiano aunque ya sin el cobijo de la culturaposfigurativa y, por el contrario, víctima de un fuerte cuestionamientoa la autoridad adulta?La respuesta no solamente que no es sencilla sino querequiere de no pocos reparos a fin de que los cambiosfuturos -fácilmente predecibles en su ocurrencia mas noes su contenido-, puedan ser resignificados en una matrizexplicativa con capacidad de proyectar y de brindar a losfuturos docentes, y especialmente a quienes se ocupande su formación, un conjunto instrumental y conceptualque los ayude a reconceptualizar el nuevo escenario y susconstantes mutaciones.En esta línea, se habrán de postular dos ejes conceptualesque, retomando evidencias de investigaciones recientes,permiten avanzar en la comprensión del perfil del futurodocente y las diferentes alternativas de su formación.En primer término, es menester aclarar que los futuros docentesson ya portadores de valores culturales prefigurativosy su experiencia de vida está ya bien arraigada en loscambios que este escenario posmoderno hubo de instalar.El estupor inicial, el primigenio desconcierto o la perplejidadfrente a la nueva situación era potestad absoluta dequienes habían procesado su propia formación como docentesdurante la vieja escena. Por el contrario, los docenteshoy en formación son ellos mismos protagonistas delos cambios que a las generaciones anteriores generabanperplejidad. Estos nuevos docentes no habrán de asombrarsepor el imperio del canon cultural prefigurativo y lassituaciones que este genera forman o parte de su sentidocomún de época.En segundo lugar, la constatación evidente de que la instituciónescolar mantiene sus ritos posfigurativos no solamentepresupone un escenario de crisis constantes sinoque anticipa el hecho de la lógica asimétrica, a pesar detodo, es la única que puede funcionar en semejante contexto.Este diagnóstico se deriva dos consecuencias quemerecen la pena al menos ser enunciadas.La primera consecuencia, implica un cambio de enfoquerespecto de la imagen del educador en el contexto escolar.Como se ha advertido en otros trabajos (Narodowski,1994), la tradición pedagógica moderna aspiraba a montarun escenario ordenado y armónico por medio de la acciónpedagógica de un docente que ejerce un método didácticoracional. Hoy, esa pretensión resulta cuanto menos ambiciosay omnipotente a la luz de sus pobres resultados, ysu persistencia entre educadores y pedagogos no puedeser explicado de otra forma que por medio de una remisiónneurótica (y neuróticamente repetitiva) como respuesta ineficazfrente a las constantes frustraciones que la realidadde las aulas impone a las viejas ínfulas pedagógicas dellevar orden a todo.13
Formar docentes en tiempos de equivalencias generalizadasLa formación docente basada en el orden era esperable, razonabley enteramente eficaz cuando el maestro/adulto teníala posibilidad de ordenar, disciplinar y jerarquizar comoparte de una cultura que hacía lo propio fuera de la escuela.Hoy, por el contario, es de esperar una formación docentebasada en el conflicto; esto es, dotar a los futuros docentesde herramientas que le sirvan desde el punto de vista actitudinala sentirse cómodos en el conflicto, a no verlo como unaanomalía producto de su inacción o consecuencia de un defectosocial subsanable sino como una marca propia de lostiempos y de esta fase del proceso de escolarización.Desde el punto de vista cognitivo, es necesario dotar aestos futuros docentes de instrumentos conceptuales ymetodológicos que les permitan actuar frente a la crisis,sin diagnosticarla como una irregularidad sino como uncontexto específico de aprendizaje que, nos guste o no,vino a quedarse en las escuelas, mientras pervivan losrituales y dispositivos posfigurativos de las institucionesescolares modernas.La segunda consecuencia derivada del mantenimientode estos ritos y de la reporducción de estos dispositivoses la constatación del carácter asimétrico que, todavía,asumen los vínculos de enseñanza y aprendizaje en lasinstituciones escolares. Si bien no se habrá de ahondaren los motivos de esta persistencia, llama la atención quela psicología cognitiva asume que esta asimetría parececondición para el aprendizaje (Valsiner, 1994) y especialmentepara el aprendizaje escolar (Baquero, <strong>20</strong>01).Pero en el proceso de formación de los futuros docentesse tendrá que apuntar al hecho de que estas asimetríasno son necesarias ni permanentes: su legitimidades situacional y varía en función de la capacidad de loseducadores y de las escuelas de construir escenarios denecesidad de aprendizaje en el que la acción adulta deleducador se hace indispensable.Resulta imposible definir de manera general y abstractacuáles son los abordajes posibles para instalar asimetríascontingentes que permitan profundizar el rol del educador.Esta pretensión además de infructífera es sumamentepeligrosa porque termina por generar en los futuros educadoresla vana ilusión de que el proceso escolar puedeconducirse mediante la voluntad racional del pedagogo.14