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entabló una plática muy cerrada con un joven elegante que era miembro<br />
del Casino de Saltillo y que estaba ofreciendo llevarla de paseo. Polito<br />
le grito, pero ella siguió ignorándolo. Volvió la orquesta y Leopoldo se<br />
quedó hecho un estúpido en medio de las parejas de baile. Su amigo<br />
también irritado se levantó de su asiento e hizo con las manos el ademán<br />
de quien agarra una cabeza a cachazos. Polito indeciso sacó la pistola, la<br />
miró, miró a rosita que bailaba muy alegre con el catrincito. Ella se dejaba<br />
decir cosas al oído y soltaba la carcajada. Leopoldo no lo pensó dos veces.<br />
Caminó hacia donde bailaba rosita y de un empujón separó al catrín. Con<br />
pistola en mano la encaró. Los crueles ojos de rosita lo miraron, pero aún<br />
así era muy hermosa. Leopoldo no se atrevió a arruinar la perfecta imagen<br />
desfigurándola con la cacha de la pistola.<br />
retrocedió unos pasos. Hizo el ademán de devolver el arma a su funda,<br />
cuando escuchó que rosita le dijo:<br />
—Estúpido. Ni siquiera sabes bailar.<br />
Y el pecho de rosita recibió tres impactos de bala.<br />
112<br />
* * *<br />
durante el funeral, doña Juana María conversaba con el cura:<br />
—Mire lo que son las cosas, padre. Acabo de hablar con el médico y<br />
según ese sabio varón mi hija estaba de suerte.<br />
—¿Cómo, doña Juanita? rosita está en el cielo dándole cuenta al Creador,<br />
mientras Polito está en la cárcel rindiendo su declaración.<br />
—Sí, padre, pero ya sabe cómo es el doctor. Me dijo que rosita estuvo de<br />
suerte porque de tres tiros que le dieron nomás uno era de muerte.<br />
—Sí, ¿verdad? —agregó el señor cura—. Y pensar que Polito presumió<br />
siempre de tener tan buena puntería.