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temática, su estilo y su visión de la historia y de la sociedad mexicana, sólo<br />
pudo haber sido saltillense. Su prosa barroca, su gusto por la historia del<br />
virreinato, incluso su forma deliberadamente anacrónica de vivir lo ubican<br />
como un personaje más afín a la manera en que vivieron los saltillenses<br />
durante mucho tiempo.<br />
Hay que admitir que el arte de la oratoria, lo mismo que uno de sus<br />
sucedáneos, el arte de la conversación, es una de las joyas más apreciadas<br />
por los escritores saltillenses. Véase, si no, la caudalosa y rebuscada obra<br />
de Artemio de Valle-Arizpe. de la misma manera podríamos decir que<br />
“Ante un cadáver” de Acuña es una obra maestra de la oratoria fúnebre.<br />
desafortunadamente no creo que haya un cadáver que aguante en buenas<br />
condiciones si se recita durante el funeral tan magistral serie de tercetos.<br />
Sobre todo en verano. El orador fúnebre debe ser breve y conciso: lo que<br />
realmente quieren escuchar los deudos es la lectura del testamento.<br />
En sus escritos, Artemio de Valle-Arizpe ha rendido homenaje a algunos<br />
de sus maestros, sobre todo a aquellos que destacaron como grandes<br />
conversadores y potentes oradores. Entre ellos vale la pena citar al escritor<br />
jalisciense Victoriano Salado Álvarez (1867-1931) y a don José María<br />
García de Letona (1860-1915), quien fuera maestro del joven Artemio en<br />
el Ateneo Fuente, en cuyas aulas el maestro García de Letona impartía las<br />
materias de Historia Universal y Literatura. Valle-Arizpe, entre otras cosas,<br />
apunta que los modelos de Letona tanto en la elocuencia como en el vestir<br />
eran Cánovas (1828-1897), Leopoldo Alas (1852-1901) y Castelar (1832-<br />
1899), personajes muy apreciados en su época. No en balde en saltillo una<br />
calle lleva el nombre de Emilio Castelar.<br />
El autor de La Güera Rodríguez (1949), al hacer el retrato de su maestro,<br />
señala que era un hombre fino y exquisito, de hablar terso, manos largas y<br />
cuidadas, vestido por lo general con un jacquet bien entallado y que podía<br />
conversar durante horas y horas porque, como padecía dispepsia, tenía<br />
que espaciar lo más posible el desayuno de la comida. También el maestro<br />
Letona era un apasionado del ajedrez, afición que, lo mismo que el estudio<br />
de las matemáticas, le provocaba jaqueca a Valle-Arizpe.<br />
En su texto sobre García de Letona, que originalmente prologó el volumen<br />
Estudios literarios (1934) de su maestro, don Artemio compendia cuál era<br />
la estética del discurso, según Letona. “¿Sencillez, simplicidad? ¡No, no!<br />
Mientras más riqueza y más ostentación, mejor, mucho mejor”. 99 Como<br />
dato curioso con respecto a este maestro del Ateneo, conviene recordar<br />
99 José García de Letona, Estudios Literarios (con juicios sobre el autor por sus discípulos don<br />
Miguel Alessio Robles y don Artemio de Valle-Arizpe), México, 1934, pp. 55-56.<br />
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